Ciclismo
Paz en los Alpes... de momento
Los favoritos se dan una tregua en la primera jornada montañosa, en la que ganó Alaphilippe y Van Avermaet mantuvo el amarillo. Valverde ya es tercero.
Los favoritos se dan una tregua en la primera jornada montañosa, en la que ganó Alaphilippe y Van Avermaet mantuvo el amarillo. Valverde ya es tercero.
Que Greg Van Avermaet, un clasicómano, hombre de piedras y campeón olímpico, un corredorazo, sí, pero que nunca ganará una gran vuelta, mantenga el liderato en la primera jornada montañosa de un Tour dice mucho de su calidad, claro, pero sobre todo, de la escasa pelea, ambición y lucha con la que los favoritos y contendientes se lanzaron a por el primer contacto con los Alpes de la ronda gala. Cosas del ciclismo moderno. Las etapas posteriores a los días de descanso son un peligro y una incógnita. Nadie sabe cómo va a responder, cómo va a estar su cuerpo después de un parón inesperado entre tanta paliza rutinaria. Por esa incógnita suelen ser tan bellas. Siempre alguien explota. Basta que algún otro quiera. Nada de eso hubo camino de Le Grand Bornand, que acabó siendo una etapa tan atractiva por su recorrido como desaprovechada por los ciclistas.
Por todos excepto por Julian Alaphilippe. La nueva joya gala. El niño prodigio del ciclismo francés que odia el pulsómetro y no entrena mirando los vatios, como ahora es común en el ciclismo moderno. Él no. Huye de la calculadora y los números. Entrena por sensaciones. A la antigua. De ese deporte moderno y aburrido se escapó Alaphilippe pronto, en la gran fuga que el pelotón permitió. Todo calculado. Una veintena de corredores con nombres ilustres a los que el Sky de Froome dio su beneplácito para buscar el triunfo de etapa. Sagan, Taaramae, Gilbert, Pauwels, Calmejane y también Ion Izagirre. El Sky puso su marcha. Y así hasta la meta. Así es el ciclismo moderno. Ante él sólo los sustos o los imprevistos pueden hacer algo. Sucedieron dos. El primero en la neutralizada, cuando Mikel Landa se volvió a caer. Susto. El ciclista de Murgia sólo tuvo que cambiar de bici, sin magulladuras. El imprevisto lo puso Chris Froome. El keniano cayó en la trampa del suelo sin asfaltar del Plateau des Glieres, pinchazo. Jonathan Castroviejo le cedió su rueda y al inicio del descenso pudo reincorporarse al grupo de favoritos sin que ni siquiera necesitara que sus compañeros le esperasen.
Tuvieron que hacerlo después, en la Colombiere. Allí se vio cómo el campeón de las cuatro anteriores ediciones dio por radio el aviso para que sus chicos aminorasen el ritmo. Le estaban haciendo daño a su líder. ¿Debilidad? Quién sabe. Nadie probó a destaparla. El ciclismo moderno. Pedaleó más fuerte que él Alaphilippe para demostrar que ciclistas como él, a la vieja usanza, siguen existiendo. La perla francesa atrapó a Taaramae cuando había arrancado en el Col de la Romme, le esperó para coronar el puerto y después lo volvió a soltar bajando. En la Colombiere, la última cuesta del día, Ion Izagirre trató de cazarlo junto a un tremendo y valiente Van Avermaet, pero no pudo.
Alaphilippe acabó dando en le Grand Bornand el do de pecho. De ahí viene él. De la música. Su padre era director de orquesta y su madre le animó a tocar la batería. Se acabó inscribiendo en el conservatorio de música, pero la bici terminó por imponerse en su vida para hacerle llorar en la meta de su primera etapa victoriosa en el Tour. De él dicen que es el nuevo Valverde, «y es un orgullo para mí, aunque quiero ser yo mismo. Aún me queda mucho por lograr», reconoce. Ésta sólo fue la primera de muchas mientras los favoritos firmaron la tregua en las primeras montañas alpinas del Tour.
Por el momento. Hoy llega la Rosiere en una etapa de 108 kilómetros únicamente. «Va a ser muy intensa», vaticina Valverde, tercero en la general. Que comience ya la batalla.
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