Tour de Francia
Sagan logra el triplete en el esprint de Valence, Thomas sigue líder
Froome pide más seguridad y clama ante la bochornosa actuación de los seguidores en Alpe d’Huez que le han costado la retirada y una fractura de vértebra a Nibali.
Froome pide más seguridad y clama ante la bochornosa actuación de los seguidores en Alpe d’Huez que le han costado la retirada y una fractura de vértebra a Nibali.
Ayer por la mañana, en el control de firmas de Bourg d’Oisans, unos cuantos recuadros se quedaron vacíos. Muchos de esprinters, Cavendish, Renshaw, Greipel... los Alpes se los han tragado. Faltaba también una casilla de un escalador, un ilustre. Vincenzo Nibali. Sus compañeros del Bahrain-Merida, cuando pasaron para dejar constancia de su presencia y su salida en la etapa camino de Valence, dejaron una inscripción dentro de ese dorsal 51 que ya nadie lleva a las espaldas. «Nel cuore», escribieron. En el corazón. Así llevarán hasta París el recuerdo al Escualo del Estrecho, uno de los ciclistas más queridos de la afición por su garra y valentía y que fue engullido por la imprudencia de los espectadores en el Alpe d’Huez.
Por la mañana todavía resonaban los ecos de los abucheos al paso de Thomas y Froome por la cima alpina, los empujones, las bengalas y los botes de humo que inundaron el final de la etapa del jueves y que le han costado la participación a uno de los grandes candidatos para destronar el poderío del Sky. El dedo delator señala claro. Nibali explicó que se vio cegado, una moto se cruzó y que después no recuerda nada. En los múltiples vídeos de los aficionados presentes se ve cómo una cuerda se engancha en su manillar y lo derriba. «Son cosas que pueden suceder cuando hay tanta gente». Nada más dijo el Tiburón. Elegante hasta cuando esa caída absurda provocada por la insensatez le sacó del Tour con una vértebra rota.
El que no se calló fue Chris Froome. Como buen patrón, alzó su voz. No es para menos. Lleva aguantando con su educación y sus modales exquisitos todo tipo de abucheos e insultos. En plena ascensión al Alpe d’Huez, un desalmado se lanzó a por él para darle un golpe que afortunadamente no logró desequilibrarle. El personaje fue detenido por la gendarmería, pero el susto no se lo quita nadie. «Es responsabilidad de la organización proteger a los ciclistas en carrera. No es correcto que haya gente que se dedique a tocar o empujar a los ciclistas», dijo.
El director del Tour, Christian Prudhomme no ocultó su pesar por el bochornoso espectáculo del jueves: «Hay gente que sólo tiene un deseo: salir en televisión y hacerse un selfie», comentaba. Perfectamente lo sabe esto Steven Kruisjwijk, que escapado en las primeras rampas tuvo que soportar que un hombre corriese pegado a él, con riesgo de tirarle, pero pendiente únicamente de su teléfono para sacarse una foto a su lado. «No queremos volver a ver eso», sentencia Prudhomme. Igual que las bengalas. «No pertenecen a este deporte. Hacen que los ciclistas respiren aire nocivo y les ciega. No tienen sentido», añadía.
Por ahí pasa una de las posibles soluciones: controles a pie de puerto para prohibir las bengalas. Es decir, realizar cacheos a los seguidores, igual que en un estadio de fútbol. Pero en el ciclismo es más complicado, una montaña puede tener muchos y muy varios accesos. Otra opción que se ha barajado sería el cobro de entrada o la restricción de paso para evitar grandes aglomeraciones, como se plantea en ciudades turísticas como Venecia. «La única solución es vallar desde abajo hasta la meta, porque la gente te empuja y se cierra el pasillo», opina Omar Fraile. «Y no se ve nada». Esto le pasó a Nibali, y ya está en casa.
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