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Cavendish alcanza a Merckx en el Tour

Póker de victorias para el británico, que con la de ayer en Carcassonne iguala el récord de 34 que ostentaba ‘el Caníbal’

Mark Cavendish ccelebra su victoria 34
Mark Cavendish ccelebra su victoria 34Daniel ColeAP

Del 9 de julio del 2008 cuando Mark Cavendish, un niño inglés de piernas gordas tanto como sus mofletes, se lleva las manos a la cabeza sabiéndose ganador de su primera victoria en el Tour de Francia, a este otro 9 de julio del 2021 que alza los brazos y sonríe fuerte en Carcassonne, piernas igual de gordas pero con menos carrillos en un rostro carcomido por el tiempo y las batallas, que luce tanto o más risueño que entonces ha pasado mucho más que el tiempo. Trece años de la primera victoria a la número 34, la que le iguala en el récord al ciclista del Deceuninck-Quick Step con Eddy Merckx, el Caníbal hasta ayer imbatible en todo, que ya no estará al menos en este ránking, solo en su absoluto dominio que con mano férrea logró.

Los récords están para esto. Para batirlos. Ése es ahora el reto y la motivación de Mark Cavendish, que cuando llega a Carcassonne se tira al suelo y grita a sus compañeros. “¡Habéis hecho historia!”. Los números los lleva él pero el triunfo es tanto o más de todas esas piernas y espaldas que le han conducido hasta la número 34, que le iguala a Eddy Merckx como los dos ciclistas con más victorias de etapa en la historia del Tour. Ésta, la 34 es la gloria de Morkov que hace segundo y bien podría haber ganado la etapa para sí, de Ballerini que seca la valiente intentona de Ivan Cortina, de Alaphilippe, todo un arcoíris al servicio del sprinter del equipo o de la locomotora que es Tim Declerq, que en la espeluznante caída a 60 kilómetros de la meta donde los ciclistas vuelan precipicio abajo y se cobra el dorsal de Simon Yates, se revuelca por los suelos y queda fuera de juego.

La suma de todos es la resurrección de Cavendish con este póker recién conquistado que le hace entrar en la historia del Tour de Francia que le ha devuelto a la vida. Porque ‘Cav’ era ese ciclista ya a las puertas de la jubilación que en el otoño pasado sollozaba delante de las cámaras en la Gante Wevelgem, y con la voz entrecortada por la emoción logró decir que quizá ésa era su última carrera como ciclista profesional. Después de haber superado una fuerte mononucleosis Cavendish volvía a ser ciclista, pero no el mismo. Unas semanas después le llegó la llamada de Patrick Lefevere, el manager del Deceuninck-Quick Step para hacerle volver a su redil, el equipo en el que militó durante tres temporadas después de eclosionar en el HTC Columbia, donde llegó a conquistar el campeonato del mundo.

De aquello hace más de una vida y Cavendish ya no era ni la sombra de lo que fue pero Lefevere le abrió las puertas del equipo. Y ha obrado el milagro. Reencontrar al mejor Cavendish que ya va por su cuarto triunfo en este Tour donde porta el maillot verde de los puntos y acaba de igualar a Eddy Merckx, tan enfadado desde su casa belga, revolviéndose en el sofá de su casa y ladrando: “Yo me llevé 34 etapas ganando sprints, en la montaña, cronos y atacando en los descensos. No olvidemos los cinco maillots amarillos que tengo aquí en mi casa más los 96 días que lo vestí. ¿Eso no significa algo?”.

Está que muerde el Caníbal Merckx. Pero es que a Cavendish siempre le ha gustado ser el mejor en todo. Desde pequeño, incluso cuando todavía la bicicleta estaba lejos de su vida. Cuando sus padres se separaron y él tenía 16 años, se revolvió y dijo que no quería estudiar más. Su madre le encontró trabajo en el Barclays Bank y en cuestión de semanas ya lideraba el récord de transacciones diarias de la sucursal bancaria. “Era mi manera de estimularme con el trabajo”. Pero pronto le cansó. En la Isla de Man, donde vivía, las carreras de motos estaban a la orden del día pero Mark, tan chiquitín no llegaba a echar el pie al suelo subido en una de esas bestias.

Por eso le dio por la bici, sin necesidad de motores, pronto también se dio cuenta de lo rápido que era y dejó el trabajo, también los bailes de salón que tanto le gustaban para apostar de lleno por el ciclismo. Le salió bien. En el 2005 ya firmó su primer contrato como profesional y tres años después comenzó a arrasar ganando etapas en el Tour. Hasta las 34 que sumó ayer en Carcassonne, donde emocionando, roto y vacío por dentro del tremendo esfuerzo y exultante, llegó a igualar la cifra récord del cabreado Merckx.

“De la primera a la última todas han sido increíbles. Y si alguna de ellas sirve para inspirar a algún niño para que sueñen con correr el Tour de Francia, para mi sería increíble”, dice en meta, donde también piensa en sus cuatro hijos, “especialmente en Kasper, que le encanta el ciclismo. Quizá dentro de unos veinte años esté aquí corriendo el Tour”, siguiendo la estela de lo que ha hecho su padre, una historia que parecía haber tocado su fin el pasado año cuando ya se arrastraba por las carreras y una resurrección mágica para igualar el récord del ciclista más grande de todos los tiempos. Para dedicarte a esto de la bici, dice Cavendish, “hay que ser duro y pasional. Si no, siempre hay demasiado viento, demasiadas subidas, demasiado frío, demasiadas excusas para hacer otra cosa”.