Boxeo
Cola de Lagartija, el libro de Jero García que sirve como terapia en los colegios
El exboxeador y su editorial, Temas de Hoy, han donado un ejemplar a cada alumno del colegio Brotmadrid, especializado en alumnos con problemas de aprendizaje
Para Jero García el TDAH fue un compañero invisible durante 36 años. Pero un compañero muy presente en las páginas de su novela «Cola de Lagartija», un libro con rasgos autobiógraficos que se ha convertido en materia escolar. Algunos colegios, como el Sagrado Corazón de Vallecas, lo incluyeron como lectura obligatoria y los niños recibieron a Jero como una estrella el día que acudió al centro a darles una charla.
Ahora, el polifacético exboxeador y su editorial, Temas de Hoy, han decidido donar un ejemplar a cada alumno del colegio Brotmadrid, un centro especializado en integración preferente de alumnos con dificultades específicas de aprendizaje (DEA) como dislexia, discalculia y déficit de atención, entre otras. La novela es la única o al menos una de las primeras trata el tema del TDAH y el autor pretende con esta donación que los niños compartan sus experiencias.
Uno de esos niños es Joaco, alumno del Brotmadrid y de Jero en La Escuela de Boxeo, el gimnasio que dirige en el barrio del Lucero. «Soy como un Ferrari con frenos de bicicleta. El. TDAH] me frena en clase porque no puedo concentrarme», explicaba Joaco en la cadena Cope con Alberto Herrera. «En el colegio a nivel de estudios, muy mal y con los amigos, bien. Si me importa puedo estar concentrado lo que dura la clase y si no, ni lo intento», añade.
«Soy como un Ferrari con frenos de bicicleta»
Fue su madre, Leo, la que acudió con él a La Escuela. «Cuando Leo me dice que quiere hablar conmigo ya sabía lo que me iba a decir», admite Jero. «Tenemos un hiperfoco, yo cuando ellos entran en el gimnasio los veo, los huelo, por su forma de moverse, por su forma de mirar, por su forma de actuar», agrega. «Siempre pregunto lo mismo a los padres. ¿Se lo has dicho? ¿Cómo se lo vamos a decir? Ellos tienen un superpoder y aquí vienen a que yo les enseñe a manejarlo».
«Tenemos un cerebro que va a una velocidad completamente distinta a los demás», asume Jero, que explica su propio caso. «Yo he escrito tres libros y los escribo cada 20 minutos, al minuto 21 no tengo foco. Yo escribí el primero parte en los garitos a las 2 o las 3 de la mañana y el segundo y el tercero los he escrito en los bares. Escucho una de oreja, lo que sea, pueden caer bombas, pero yo tengo el hiperfoco. Al minuto 21 la oreja la pido yo», relata.
Y cuenta cómo descubrió que tenía TDAH. «Yo ya hacía campañas contra el acoso escolar y una facultad de neurología quería hacer un cruce entre deportistas olímpicos y acoso escolar y en el cruce resulta que todos eran TDAH. Empezamos a trabajar con ello y en un momento determinado estaba con el neurólogo en el Mauricio [el bar al lado de su gimnasio donde ahora escribe sus libros] tomando un café y me dice ¿tienes una foto de niño en bañador? Es para una cosa. Saco una foto del móvil con 12 años, que estaba mucho más fuerte que ahora y me dijo ¿te has hecho las pruebas de TDAH? ¿quieres que te las haga? Y con 36 años me diagnosticaron TDAH».
«Yo me mediqué con el hachís durante cuatro años»
El déficit de atención se manifiesta de diferentes maneras. «Un día se fue a pasear al perro sin el perro o pierde la barra de pan por el camino», recuerda Leo.Antes del diagnóstico Juaco y su familia sabían que era muy impulsivo y que tenía explosiones difíciles de entender. «Un día se enfadó, cruzó una avenida grande, me empezó a tirar piedras y cuando conseguí llegar a él lo abracé y se durmió», cuenta Leo, su madre. Primero llegó la medicación. «La neuróloga de Joaquín me dijo que mi hijo era carne de cañón de centro de menores y que había que medicarlo. Con medicación está más tranquilo», cuenta Leo. Aunque a Joaco no le gusta medicarse. «Me deja apagadísimo», dice.
Jero, por su diagnóstico tardío, nunca se medicó. O sí, sin saberlo. «Yo me mediqué con el hachís durante cuatro años Lo dejo en la mili y cuando vuelvo me dan brotes psicóticos y me dediqué a hacer deporte por la mañana, por la tarde y por la noche», explica.
Ahora Jero trata de que Joaco disponga de otras herramientas y no necesite la medicación. Una de ellas es el boxeo. «A mí me salvó la vida», dice Jero.