Tour de Francia

Ciclismo

El Tour del cambio climático

Las máquinas tratan de limpiar la carretera llena de barro
Las máquinas tratan de limpiar la carretera llena de barrolarazon

Al día siguiente de batirse el récord de temperaturas registradas en Francia, el Tour se vio obligado a suspender parte de su antepenúltima etapa a causa de una tempestad de granizo que inundó la carretera y la hizo impracticable para el ciclismo.

Se trata de un hecho inédito en una carrera que celebra su 106 edición, pero una decisión que todo el mundo aceptó una vez que vio las imágenes de las máquinas quitanieves tratando de sacar granizo y agua de la calzada en Val d'Isere. La decisión se conoció pocos minutos después de que los corredores pasaran por la cima de Iseran, el techo de la edición, coronado el alto por el colombiano Egan Bernal, que se había lanzado en un trepidante descenso para no ceder la renta lograda en el puerto.

En aquel punto decidieron los comisarios detener los cronómetros y, aunque no proclamaron al colombiano ganador de la etapa, sí contaron los tiempos para la general, lo que le valía para vestirse de amarillo. Pero ni él ni sus perseguidores tenían esa información, por lo que se lanzaron a su caza, para recuperar el minuto cedido en la cumbre por Geraint Thomas y Steven Krujswijk y los dos del líder, el francés Julian Alaphilippe, que veía perder un reinado que ha durado 14 jornadas.

Los organizadores pararon el descenso que se dirigía hacia una pista de patinaje y decidieron que los tiempos fueran tomados en la cima de Iseran, aunque no declararon a ninguno vencedor de etapa. «No me lo podía creer, no quería parar», aseguró el colombiano, que sólo recuperó la sonrisa cuando el director de la prueba, Christian Prudhomme, le dijo que sería el nuevo maillot amarillo.

El colombiano pidió que se lo dijeran en español, porque aunque vive en un equipo inglés y habla bien ese idioma, sus oídos no podían creer lo que estaban escuchando. «Van tan concentrados en la victoria que no se dan cuenta de los riesgos, por eso no querían parar y por eso era importante que detuviéramos la carrera cuanto antes», afirmó Prudhomme.

Cincuenta kilómetros de granizo y dos riadas de barro, describió el director de la prueba, que aseguró que cuando mostraron a los corredores las imágenes de la intemperie, todo el mundo entendió la decisión. Además de la inundación, dos riadas de barro interrumpieron la calzada. «Estaba impracticable, cuando los elementos se ponen en tu contra no hay nada que hacer», señaló el director de la prueba.

Durante kilómetros, los responsables de la carrera se obstinaron en parar a unos ciclistas que se negaban a frenar en el rápido descenso hacia Tignes. Nunca antes había sucedido algo así. El Tour ha visto cómo en el pasado el clima ha obligado a renunciar a parte de sus recorridos, pero nunca durante el transcurso de una etapa por una tempestad.

Los guardianes de la historia desempolvaron sus anales para acordarse que en 1992 una contrarreloj fue detenida durante su transcurso. El motivo fue una huelga de ciclistas, descontentos con los largos traslados y los finales tardíos que endurecían sus condiciones. A los pocos minutos de empezar a lanzarse los ciclistas, fueron echando pie a tierra, por lo que la etapa debió ser suspendida.

En varias ocasiones, el clima ha obligado a restar kilómetros a etapas, pero nunca durante el transcurso de una carrera. En la memoria queda la etapa del Mont Ventoux de 2016, cuando a causa del fuerte viento registrado en la meta los organizadores renunciaron a llevar la meta hasta la cumbre. La nieve también ha provocado que en muchas ocasiones se recorten etapas, pero la jornada de hoy quedará en la memoria por las circunstancias en las que tuvo lugar. (Efe).