RFEF
«Es el momento de cambiar el sistema»
Antonio Jesús López Nieto, ex colegiado internacional, afirma convencido: «El problema no es de los árbitros, sino estructural».
Antonio Jesús López Nieto, ex colegiado internacional, afirma convencido: «El problema no es de los árbitros, sino estructural».
El vínculo que el excolegiado Antonio Jesús López Nieto mantiene con el fútbol es que, como representante de LaLiga, forma parte de la terna que designa cada jornada los árbitros de Primera y Segunda. De los otros dos, Victoriano Sánchez Arminio, presidente de los trencillas, es el elegido de la Real Federación Española de Fútbol, y Evaristo Puentes Leira, el que ambas instituciones han nombrado por consenso. Sabido es, y así ha trascendido de la «operación Soule», que los árbitros –también los entrenadores– recibieron presiones para votar a Ángel María Villar en las últimas elecciones. No es novedad; López Nieto pudo comprobarlo en 2004. Sí lo es, en cambio, que algunos trencillas cedan el 5% de su salario a la Federación Territorial correspondiente, como ha denunciado Alfonso Pino Zamorano, al hablar de su caso particular y acusar a Antonio Escribano, presidente de la Castellano-Manchega, de llevarse 6.000 euros por ese concepto. Escribano ha negado las acusaciones del exárbitro afincado en Miguelturra (Ciudad Real).
Árbitros obedientes
En 2004, Joan Gaspart y Jordi Pallarés se reunieron en el hotel Husa Princesa, propiedad del que fuera presidente azulgrana –en esa época Joan Laporta estaba al frente del Barça–, para aglutinar el voto arbitral en un sobre que luego, por una veintena de sufragios (98-78), fue decisivo en la victoria de Villar. Dijeron a los colegiados a quién tenían que votar y obedecieron. López Nieto, que formaba parte de la candidatura de Gerardo González, denunció el voto cautivo y sus antiguos compañeros firmaron tiempo después una carta y amenazaron con una huelga para que lo despidieran del Comité de Designación. Entre quienes se negaron a rubricarla, Pérez Lasa y Daudén Ibáñez. Así lo denuncia Pino Zamorano, madrileño de nacimiento, adscrito entonces al colegio Castellano-Manchego. Al primero ya no le nombraron internacional y al segundo le retiraron esa escarapela.
Alfonso no se atrevió a firmar por miedo a las represalias, confiesa. Daudén le corrige y explica que no fue descendido a Segunda, como afirma. López Nieto no entiende las declaraciones del madrileño, trece años después, y sus acusaciones sobre la «mordida» que tenían que pagar a sus respectivas federaciones –un 5% de sus retribuciones arbitrales–. «Si Pino Zamorano pagaba a su territorial, yo no lo hacía –sostiene López Nieto, en la línea de Daudén Ibáñez, que tampoco pagaba ese canon–.
«La organización de la Federación Española de Fútbol, de las Federaciones Territoriales y del resto de federaciones de la especialidad que sean es la misma que hace dos días, la misma que hace 13 años –cuando Gerardo González perdió la elecciones con Villar por un puñado de votos–. Nada ha cambiado, aunque haya tres personas encarceladas. Lo cual demuestra que el problema no es de los árbitros sino estructural».
Y abunda: «Dice Óscar Fle –presidente de la Federación Aragonesa– que lleva catorce años negándose a aprobar las cuentas de Villar y denunciando el sistema, ¿qué ha adelantado? En la Española y en todas las Territoriales se funciona así. En las regionales están más pendientes de tener un árbitro en Primera División que de formar a los futuros árbitros. Otro problema añadido es que nosotros, los árbitros, no hemos sabido independizarnos de la Federación y de LaLiga. Añado, no obstante, que en el campo la independencia es absoluta».
Competición segura
López Nieto propone un cambio para progresar, «porque hay que mejorar en esa estructura, mientras que la tranquilidad y la seguridad en la competición está contrastada». E insiste en la raíz del conflicto, que no está en el terreno de juego: «Esto no es un problema de los árbitros, sino administrativo, gerencial y económico de la Federación Española de Fútbol. Ya no es cuestión de personas sino de estructuras, porque las personas nos servimos de las estructuras». Y concluye: «El sistema promueve larguísimos mandatos y, en consecuencia, el voto vertical. Es el momento de cambiarlo».
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