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Fue un espejo en el que mirarme, por Amaya Valdemoro

La Razón
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Todavía recuerdo las retransmisiones de la segunda cadena, ahora La 2, siguiendo los descensos de Blanca. Para la gente de mi generación fue un referente, un espejo en el que mirarnos. Y mucho más todavía por el hecho de ser mujer y por practicar una disciplina deportivo que era muy minoritaria. En el esquí, en un deporte sin tradición en nuestro país, Blanca se convirtió en una estrella del deporte español siendo una pionera.

Tenemos amigos comunes, gente anónima que la quería con locura porque Blanca era encantadora, simpática, tenía carisma, resultaba muy cercana y transmitía un montón de energía cada vez que coincidía con ella. Para el deporte femenino español, su importancia es mayúscula. Allá por finales de los ochenta y en la década de los noventa en nuestro país las deportistas femeninas de élite eran una minoría y su trascendencia social era escasísima.

Eran poco menos que bichos raros. Blanca se encargó de romper esa barrera y lo hizo esquiando. Su medalla olímpica fue mucho más que un bronce.

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