Málaga
Adán pasaba por allí
Daño colateral; por Lucas Haurie Se ha convertido en lo que el lenguaje bélico denominaría el «daño colateral» de una guerra a la que debería ser ajeno. Es una víctima inocente.
Existen miles de razones para criticar a José Mourinho y unos cuantos millones de motivos para ensalzar a Iker Casillas. Pero ni unas ni otros tienen nada que ver Antonio Adán, convertido en lo que el lenguaje bélico denominaría el «daño colateral» de una guerra a la que debería ser ajeno. Es una víctima inocente aplastada por la colisión de unos trenes enormes: el ansia de poder totalizador de su entrenador contra el prestigio inconmensurable de su compañero, capitán, modelo y competidor. Es decir, que han chocado dos egos gigantescos y él está en medio sin siquiera poder quejarse.
Se decía que las sanciones de la ONU a España en los años cincuenta eran una patada a Franco en las sufridas posaderas de los españoles. Cabe decir lo mismo de quienes zahieren a Adán cuando querrían dar palos directamente a Mourinho. Por las mismas, el técnico portugués nunca se jugaría una temporada con un guardameta novel bajo los palos si no estuviera más pendiente de las batallas internas del club que de la pura competición.
Los errores del portero ¿titular? del Real Madrid ante Málaga y Real Sociedad sólo adquieren importancia desde el momento en el que son cometidos por un futbolista observado con lupa. Estaba mal colocado en el disparo de Santa Cruz y nunca debió regalar ese despeje a Vela, cierto, pero el Barcelona ya tenía amarrada la Liga mucho antes de estas dos jornadas. A lo mejor, «Mou» pone a Casillas en la Copa porque es la única competición nacional que aún puede ganar. Quién sabe. La hora de la verdad llegará en la eliminatoria contra el Manchester United. Hasta entonces, dejen tranquilo al chaval.
Sin pecado original; por María José Navarro
Adán, no me lo nieguen, es flojo como nombre artístico. Además del nombre, Antonio Adán, que así se llama el chaval, ha tenido mala suerte.
Adán, no me lo nieguen, es flojo como nombre artístico. Ya sé que es el apellido del chaval, pero, no sé, al decir Adán una piensa inevitablemente en un señor desnudo con una hojita de parra tapándole el DNI, mangoneado por una joven tentadora de largos cabellos rizados y una serpiente maligna. Por culpa de Adán y su flojera fíjense ahora cómo estamos, así que no me digan que el nombrecito no era francamente mejorable. Pero además del nombre, Antonio Adán, que así se llama el chaval, ha tenido mala suerte.
Ha coincidido con Iker Casillas, porterazo encumbrado además a la categoría de yerno impecable, vecino de escalera del año, santo pagano y Míster Guapo Sin Gafas. Casillas es absolutamente intocable, aunque tenga un fallo garrafal o ponga a su defensa como un trapo cada vez que encaje un gol y eclipsa a sus suplentes por calidad y por esa permanente campaña de beatificación que le sigue allá donde va. Tanta santidad tenía que acabar por molestar a alguien: Mourinho, estelar en su papel de serpiente en esta escena bíblico-futbolera, ha querido hacer rabiar al yernísimo y le ha puesto de suplente.
Mourinho busca pelea y quiere demostrar que no le tiembla el pulso ni para sentar a los ídolos del madridismo, y, parapetado tras Adán y su hojita de parra, le ha echado un pulso al club, a ver si hay suerte y le largan con cheque. En medio de la pelea de gallos, Adán, sin comerlo ni beberlo, en el centro del huracán ya de salida. Si es bueno o malo como portero parece secundario, ahora lo que importa es si gana el santo o la serpiente. Adán merece más respeto y menos ofidios.
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