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Brasil apabulla a España

Desolación en la cara de los jugadores españoles tras perder ante Brasil
Desolación en la cara de los jugadores españoles tras perder ante Brasillarazon

Del Bosque dijo tras la derrota ante Brasil que, aunque es verdad que España tuvo "una pizca de mala suerte", en líneas generales el equipo brasileño "fue mejor"durante el partido.

Ganaba 1-0 Brasil desde el minuto 2 cuando Pedro, en el 41, batido Julio César, se encontró con David Luiz sobre la raya, casi como Cardeñosa con Amaral, y chafó el empate. La respuesta fue el zurdazo de Neymar, 2-0, una muralla difícil de escalar; más aún cuando Fred repicó en el 47. La mala suerte de España, dolorosamente inferior, se extendió a Ramos, que falló un penalti con 3-0. La Copa Confederaciones puede esperar.

Scolari había enseñado un equipo más aguerrido que cuajado, más de Neymar que coral, hasta la final. Entonces, sin renunciar a la falta táctica mil veces repetida, tan necesaria contra los españoles que si se quedan con el balón te marean, te desesperan y te hunden, logró que los individuos se asociaran. Resplandecieron. Jugaban como un equipo, ensamblado, las líneas juntas y sin contemplaciones. Cuando la pelota estaba en poder de España, cuando Xavi, Iniesta, Busquets, Piqué, Mata, Torres o Pedro iniciaban la jugada, la cortaban de raíz, por lo civil o por lo criminal. Evitaban a toda costa que brotara el temido tiqui-taca. Excepto Julio César, todos hacían faltas. Presionaban como posesos, corrían como aviones, no dejaban pensar al contrario y venga, más faltas. Por reiteración algún brasileño debió ver la amarilla; sin embargo, las dos únicas tarjetas de la primera mitad fueron para Arbeloa y para Sergio Ramos.

Perdía España desde bien temprano y tenía dos defensas señalados. El gol llegó con un centro de Hulk que Alba no atajó y que Fred remató desde el suelo sin que Piqué y Arbeloa lo evitaran. Fallo general, 1-0. Peor aún, Arbeloa y Alba perdían balones incomprensibles; Xavi, Mata y Pedro erraban el pase desesperadamente; Iniesta se contagiaba y Torres no la olía.

Sufría España; los brasileños robaban en el centro del campo o cerca de su área y atacaban en oleadas y a la velocidad del sonido.

Casillas hizo uno de sus milagros ante Fred, solo, y Julio César pensó que el tiro raso de Pedro entraba, cuando David Luiz, inconmensurable, despejó sobre la raya. El 1-1 habría bajado los humos a los aguerridos futbolistas de «Felipao», que reaccionaron con presteza y entre Óscar y Neymar fabricaron el 2-0. Es preciso referirse a Neymar, en las inmediaciones del área tiene más peligro que una serpiente de cascabel; dentro es letal. Su toque de balón es preciso, con pase medido e inalcanzable, y cuando entra no hay forma de detenerle. Apoteósico.

Profundidad de Brasil

Con Alves y Marcelo por las bandas ganaba Brasil en profundidad; con David Luiz y Thiago Silva no dejaba resquicio atrás; Luiz Gustavo, Paulinho, Oscar y Hulk trabajaban a destajo, como Fred y Neymar. Y el trabajo, defendiendo, atacando y cortando se veía recompensado con los rebotes y, claro, con los remates.

España, desconectada, superada, y Brasil, enchufado y pletórico. Toda la fuerza que parecía sobrarle al vencedor le faltaba al derrotado. Tampoco tenía suerte. Entró en la segunda parte Azpilicueta por Arbeloa y el 3-0, tras una finta de Neymar, llegó por su lado. Otra vez Fred. El partido, más cuesta arriba, imposible. La reacción en el banquillo fue que Navas relevara a Mata. El primer balón que tocó el sevillano acabó en penalti, por la patada que Marcelo le dio por detrás. Ramos quiso tirarlo y lo falló. Lo ajustó tanto al palo que lo rozó por fuera.

Podía haber cambiado el signo del encuentro, claramente favorable a los brasileños, crecidos, inspirados, afortunados y, sobre todo, mucho mejores. Pero no era cuestión de rendirse y hacerles la ola y el pasillo con media hora por delante. En busca del remedio, Villa suplió a Torres. Mas el problema no era de hombres sino de fe, una cuestión que los jugadores brasileños desbordaban. Corrían en el minuto 60 como en el uno; cometían las faltas precisas, como al principio, y no aflojaban en la presión. Eran la marabunta y España sufría una pesadilla.

La manifiesta superioridad de Brasil, frente a un equipo muy tocado físicamente, lento e incapaz de guardar el balón, su mejor arma, no invita a pensar en un cambio de ciclo; pero sí en buscar la fórmula para contrarrestar el empuje del público de Maracaná en 2014 y la convicción de estos jugadores en sus posibilidades. Para colmo, Piqué vio la roja por zancadillear a Neymar. Con diez en el 68 la remontada era imposible. Además, a los brasileños les salía todo y a los españoles, nada, ni el penalti de Ramos ni el gol que Julio César despejó a Pedro. Fin de la cuestión. España no está acabada, sólo es agotamiento.