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La llegada de 200 ultras del Maribor y las eternas ganas de bronca de los radicales del Sevilla ponen el foco del partido en lo extradeportivo

Los ultras eslovenos montaron un tremendo lío hace dos semanas en el partido contra el Spartak de Moscú
Los ultras eslovenos montaron un tremendo lío hace dos semanas en el partido contra el Spartak de Moscúlarazon

La llegada de 200 ultras del Maribor y las eternas ganas de bronca de los radicales del Sevilla ponen el foco del partido en lo extradeportivo.

La primera comparecencia casera del Sevilla en esta Champions luce el signo del triunfo obligatorio, ya que el visitante es el Maribor esloveno, un modesto donde los haya en el concierto continental sin ningún futbolista conocido en sus filas. Debe tener el pellejo hecho a estos compromisos el cuadro sevillista en su tercer año consecutivo en la fase de grupos, así que tampoco es ya cuestión de cantar los peligros del tópico partido-trampa: deben ganar los de Berizzo o atenerse a las consecuencias, que por estos pagos consisten en una exacerbación de la crítica de medios y público, afilada hasta la frontera de la trituradora de carne humana.

El empate en Liverpool de la primera jornada lanzó idealmente a los sevillistas en un grupo al que han de sobrevivir junto a los «reds», porque ni estos balcánicos ni el Spartak de Moscú parecen postular con fuerza a los octavos. Más que lo deportivo, centrado en la aburrida cotidianeidad (que si reaparecerán Nolito y Kjaer, que si N’Zonzi pide a gritos un banquillazo...), preocupa en Sevilla el orden público, vistos los precedentes pugnaces de los Biris (ultraizquierda) y la fama que arrastran los ultras del Maribor (ultraderecha), unas auténticas malas bestias que anoche tenían prevista su llegada a la capital andaluza en número aproximado de dos centenares.

Para consignar la magnitud del problema que puede avecinarse es necesario retrotraerse al verano de 2013, cuando el Sevilla se enfrentó en la ronda previa de la Liga Europa al Slask de Breslavia y los ultras de ambos equipos protagonizaron una horrenda pelea. Desde entonces, sevillistas y polacos se han estado persiguiendo por el continente, con batallas en Rotterdam, Manchester, Varsovia o Basilea en las que participaron bandas de otros clubes movilizadas según afinidades políticas.

Hace dos semanas, los hinchas del Slask aparecieron en Maribor para ayudar a los locales en su pelea con los rusos del Spartak. Hubo una docena de heridos graves y llegó a usarse un lanzacohetes para hacer aterrizar una bengala en el círculo central a los pies del árbitro. Los 200 ultras eslovenos llegaban a Sevilla anoche procedentes de Málaga, a donde habían volado desde Múnich y Viena; iban a encontrarse una ciudad sin apenas policías, ya que la mayoría de los efectivos antidisturbios de Andalucía están hoy en Barcelona, y con los pocos agentes disponibles ocupados en el Betis-Levante que se disputó anoche en el Benito Villamarín. «La madrugada puede ser movida y, lo peor de todo, es que lo sabemos, pero no podemos hacer nada por evitarlo», se quejaba ayer una fuente policial.

La temporada pasada, los Biris hicieron un pleno de disturbios en los tres partidos del Sevilla en la fase de grupos: ante el Olympique de Lyon, «cazaron» a dos seguidores franceses (que no eran ultras, sino aficionados pacíficos) tras el encuentro y les dispensaron una semana de hospital. Contra la Juventus, arrasaron un bar en el que cenaban unos italianos (la mayoría eran estudiantes Erasmus) acuchillando a uno de ellos, que estuvo a punto de morir desangrado. Y frente al Dinamo de Zagreb, participaron en una pelea entre dos facciones de los ultras croatas, alineados al azar con uno de los bandos.