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Acerbi, un cáncer para seguir vivo

El central italiano superó dos tumores en los testículos. La enfermedad salvó su carrera y le transformó como persona

Francesco Acerbi levanta los brazos al cielo antes del Italia-Austria.
Francesco Acerbi levanta los brazos al cielo antes del Italia-Austria.Ben StansallAP

El fútbol nunca fue la principal preocupación de Francesco Acerbi. Era su profesión, pero a él lo que le gustaba era exprimir la noche hasta la luz del alba, beber y disfrutar de las mejores discotecas. Viajaba por la vida a toda velocidad y tuvo que frenar en seco. En julio de 2013, un reconocimiento médico con el Sassuolo descubrió un tumor en sus testículos. Acerbi acababa de llegar al club procedente del Genoa y tuvo que ser operado de urgencia. Tres semanas después ya estaba jugando al fútbol, pero el tumor se le reprodujo meses más tarde. Esta vez el tiempo de baja fue de casi un año. Acerbi venció al cáncer y a sí mismo. Con la enfermedad nació una nueva persona.

“El cáncer fue mi suerte. Doy gracias a Dios por haberlo tenido”, reconoció. El central de la Lazio aseguró que con la primera operación “nada cambió” y continuaba comportándose “como un mal profesional fuera del campo”. “Bebía y salía hasta las 7 de la mañana”, recordó. Su rutina incluía el tratamiento de quimioterapia por la mañana y discotecas por las noches, a lo que se sumaba, además, una deficiente alimentación. “A veces ni comía, ni dormía”, se lamentó.

“Un año después de mi enfermedad me desperté con un ataque de pánico. Comencé a pensar en todas las preocupaciones que les di a mis padres, en las oportunidades que había desperdiciado, las noches de excesos... Esa mañana tenía miedo de mi propia sombra. Empecé a ir a un especialista que me ayudó a superar mis miedos”, desveló Acerbi.

Con el paso del tiempo, el central ha tenido la fortaleza necesaria para reconocer sus errores: “Sin la enfermedad habría acabado jugando en la Serie B o me habría retirado. Por fortuna alguien de ahí arriba me amaba y me envió la enfermedad. Sin ella hubiera terminado muy mal. Nadie me hubiera salvado. Estaba de fiesta en lugar de entrenar y solía beber cualquier cosa. El cáncer me salvó la vida”.

Entre las oportunidades perdidas está la del Milan, equipo al que animaba desde la grada cuando era joven con el grupo ultra Fossa dei Leoni. “No me respetaba, no respetaba mi trabajo, ni a quienes me pagaban. A menudo llegaba al entrenamiento ‘contento’, sin haberme recuperado de los efectos del alcohol. Físicamente me encontraba bien, porque siempre he sido fuerte. Me valía con dormir un poco para rendir”, reconoció.

Su etapa en el Milan ya no la vio su padre, Roberto. Su enfermo corazón había superado siete accidentes cerebrovasculares, pero se paró para siempre cuatro meses antes del fichaje. Roberto fue quien le animó a no dejar el fútbol y Francesco admitió que si llegó a la Serie A fue por él.

La enfermedad le transformó como jugador y como persona. Entre octubre de 2015 y enero de 2019 jugó 149 partidos consecutivos repartidos entre el Sassuolo y la Lazio. Abandonó su vida nocturna, comenzó a cuidarse y empezó a pasar tiempo con personas discapacitadas y niños con cáncer. “Estos chicos se abrazan, siempre dicen gracias y no juzgan a otras personas. Me ayudan a ver la vida desde la perspectiva correcta”, comentó agradecido.

En la foto de perfil de su WhatsApp aparece Acerbi junto a Elia, un niño que no sobrevivió al cáncer. “Él es mi león, falleció luchando”, escribió. Desde entonces lleva tatuado ese animal en el pecho y en el brazo derecho y todos comenzaron a apodarle así, ‘León’.