LaLiga Santander

Justicia divina y «cristiana»

Casillas empezó en el banquillo y desde el minuto 6 fue titular. Ronaldo sentenció a la Real

El portero del Real Madrid, Iker Casillas, felicita a su compañero el delantero portugués Cristiano Ronaldo
El portero del Real Madrid, Iker Casillas, felicita a su compañero el delantero portugués Cristiano Ronaldolarazon

Como era presumible, el estado físico y mental de Casillas no mejoró durante el parón navideño y Mourinho alineó a Adán. El entrenador fue consecuente con la decisión anterior y sus declaraciones posteriores; en las últimas subrayó que Iker se había acomodado, sin nombrarle. Tampoco le mencionó Renan a él cuando dijo que «un hombre consecuente es un espíritu estrecho». Pero más allá de la justicia de «Mou», existe, y prevalece, la justicia divina. A los seis minutos, Adán salió mal, entregó defectuosamente a Carvalho y éste redundó en el fallo, que aprovechó Vela para internarse. Adán le derribó. Penalti, expulsión y 1-1. Después, la remontada, doblete de Ronaldo, «triplete» fútil de Xabi Prieto y triunfo corto (4-3) y sudado del Madrid. Justicia humana.

No dudó Iglesias Villanueva; la jugada, cristalina, y el Madrid se quedó con diez. Callejón, que ha levantado la plaza a Di María, salió del campo cariacontecido para que entrara Casillas, recibido con una ovación. También fue aplaudido Iker cuando anunciaron las alineaciones; Mourinho, que no apareció sobre el césped para someterse a la otra justicia, la del Bernabéu, escuchó silbidos y entró en el banquillo a tanta velocidad como el portero. Y ahí se quedó. El guardameta ocupó su lugar natural, la portería.

Antonio Adán tuvo un fallo y lo pagó el Madrid, que ganaba desde el minuto 2. Casillas le relevó dispuesto para el milagro, pero no vio el lanzamiento de Xabi Prieto. Con 81 minutos por delante, el equipo de Mourinho intentaría la remontada con diez, y con más corazón que fútbol. El corazón es patrimonio de los jugadores; el fútbol lo diseña el entrenador, y «Mou» lleva una temporadita en que lo administra en dosis tan ínfimas que resultan inapreciables.

La calidad individual de los jugadores del Madrid es indiscutible, con ella fraguó el 1-0 (Benzema a pase de Khedira) y la remontada (Khedira, de tacón, al desviar un disparo flojo de Carvalho), pese a que iba a remolque de la Real, que se valía del 11 contra 10 para apretar al desvencijado y voluntarioso adversario, y la desperdiciaba al ciento por ciento porque sus limitaciones técnicas son evidentes. Pero como insistía en el ataque, que ensayaba con más de cuatro y más de cinco piezas, obtuvo premio al aprovechar Prieto un rebote para «fusilar» a Casillas, que nada pudo hacer en los dos goles.

Protestaba el Bernabéu, a su equipo, al entrenador..., y empataba la Real, con lo que venía a constatar que al Madrid le planta cara cualquiera, lo cual es una lacra nada coyuntural, aunque en la defensa jueguen Essien, Varane, Carvalho y Arbeloa. También es cierto que la zaga titular celebra la Epifanía en cualquier fecha del año; pero confiaba el seguidor madridista en que los suyos se portarían como Reyes Magos, a pesar de los malos principios.

El Madrid no es sólo una pila de millones sobre el terreno de juego, también es la casta y la garra de los jugadores, que en este partido tan singular se sobrepusieron al marcador y a las más que discutibles decisiones de su técnico. Özil hizo lo que sabe y generó el fútbol necesario para contagiar a Benzema, otro «top ten», para que Cristiano se sintiera respaldado en su lucha sin cuartel y para que Alonso y Khedira, unos jabatos, terminaran apoderándose del centro del campo. Precisamente Karim y Ronaldo hicieron el 3-2 con sendos toques de calidad suprema: el centro del francés y el remate del portugués según caía la pelota. Enchufado como estaba «CR», se pidió tirar la falta del minuto 70, soltó un pepinazo que dobló las manos a Claudio Bravo, sorprendido por la potencia del chut... y por la rocambolesca trayectoria del balón de Nivea.

Los futbolistas de blanco, frente a los despistados colegas de rayas, transmitieron la fe suficiente al graderío como para volcar de nuevo al público en su plato de la balanza. Y el equipo quería más; Cristiano remató trece veces durante el partido, seis a puerta, e Higuaín, contra el larguero, inmediatamente después de suplir a Benzema. Reapareció el «Pipa», rubricó Ronaldo la victoria y Xabi Prieto, el mejor de los donostiarras, firmó el «triplete».

Con 4-3 en el marcador, frente a diez por expulsión de Estrada y dos saques de esquina en los instantes postreros, un escalofrío recorrió el coliseo blanco. Cuando el árbitro señaló el final, los anfitriones respiraron aliviados, Casillas regaló su camiseta a un chaval y los visitantes se retiraron al vestuario sin encontrar explicaciones a su derrota. Pudieron ganar o empatar y perdieron. Tuvieron enfrente a un espíritu superior.