Opinión
Las geniales excusas de una leyenda
Si la Copa de Europa se representara con una silueta, ésta no podría ser otra más que la de Paco Gento
Ahora que el apelativo de leyenda poco menos que se regala hay que tener muy claro a quién sí y a quién no se debe y puede rendir honores. Paco Gento está en el primer grupo sin discusión, bufandas, banderas y camisetas al margen. El tributo es obligado. En la banda izquierda del nuevo Bernabéu debería haber desde ya un homenaje permanente a la Galerna del Cantábrico y su dorsal, el número once, debería estar hace años retirado como sucede con las leyendas del deporte estadounidense. Es un «One Club Man», con permiso de su paso por el Racing, en una de las instituciones más grandes del deporte mundial. Ya están tardando las plataformas de turno en hacer una serie que contaría con menos episodios que los títulos que conquistó.
Si la Copa de Europa, un nombre con una mística que jamás tendrá la Champions League, se representara con la silueta de algún jugador no podría ser otra que la de Paco Gento. Él convirtió al club de Chamartín en eso que tanto gusta al madridismo, el rey de Europa. El miedo escénico, la Séptima, la Décima, la volea de Zidane, el cabezazo de Ramos... todo hubiera sido imposible sin la media docena de veces que él conquistó el título. Sólo su club y el Milan han ganado más títulos que él en solitario. Liverpool y Bayern Múnich puede presumir de igualar su media docena.
Más allá de los títulos y de los surcos que provocaba con sus estampidas en el Bernabéu, Gento era una de las últimas leyendas vivas que cimentaron el mito del Real Madrid. A medida que algunos de sus compañeros de equipo en la década de los 50 y los 60 iban desapareciendo eran inevitables las llamadas al teléfono fijo de su casa o al móvil. Buscábamos un testimonio, pero nos encontrábamos con excusas fantásticas. No es que no atendiera o directamente colgase. ¡Qué va! Cogía el aparato de turno, cambiaba el tono de voz y soltaba muy solemne «no, no está, ha salido». Y te quedabas sin saber qué decir ante la descarada genialidad. En una llamada al móvil la disculpa fue: «No, no está, se ha ido a Toledo». Episodios de un personaje al que no le hacía gracia aparecer en los medios y que también ejerció de entrenador. Cuentan que en un partido con el Granada, cuando fue a dar el once titular en el vestuario, empezó a recitar los nombres de los jugadores que había entrenado un año antes en el Palencia. Mito total.
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