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¿Cuántos siglos tardarán Barça y Atleti en igualar a títulos al Madrid?

La diferencia del Madrid con ambos clubes ya alcanza extremos insultantes

Florentino Pérez e Isabel Díaz-Ayuso, en la entrega del título de campeón de Liga al Real Madrid
Florentino Pérez e Isabel Díaz-Ayuso, en la entrega del título de campeón de Liga al Real MadridAFP7 vía Europa PressAFP7 vía Europa Press

Cuando en los albores de la década de los 40 del siglo pasado Santiago Bernabéu tomó las riendas del Real Madrid, los de Chamartín no pasaban de ser un equipo menor que a punto estuvo de descender a Segunda. Tuvo que ser un entrenador británico, Michael Keeping, el que con una ingeniosa táctica denominada WM –que en realidad nunca he sabido muy bien en qué consistía– evitase esa pérdida de categoría que habría cambiado para mal y tal vez para siempre la historia. Sin aquella salvación in extremis muy probablemente los blancos serían ahora mismo un equipo del montón o segundón. El gigantesco presidente almanseño, que ahí es nada se mantuvo 35 años al frente de la entidad, tenía muy claro que había que pensar en grande para dar ese gran salto adelante que situase a los blancos en la élite. Lo que los estadounidenses denominan «think big». Lo primero que hizo fue levantar el mejor estadio de Europa en una zona de pasto de ovejas que había a las afueras de Madrid y lo segundo fue edificar el mejor equipo de todos los tiempos fichando a los mejores de los mejores: al número 1 de la historia, Alfredo Di Stéfano Laulhé, Puskas, Kopa, Rial, Gento y un tan largo como superlativo etcétera. Consecuencia: los de Chamartín se transformaron en Los Vikingos, una máquina futbolística que iba arrasando a su paso por Europa. Nadie podía con los blancos: ni el Barça de Kubala ni ese Stade de Reims de Fontaine, que hoy día no es sino una triste sombra del que maravillaba en los 50, ni tampoco el United de Bobby Charlton. No había rival que se le resistiera. Nacía la leyenda del mejor equipo de la historia. Fuimos los más grandes de los 50 y de los 60, padecimos una etapa valle en esos 70 en los que quienes imponían su ley eran el Bayern de Beckenbauer y el Ajax de Cruyff, empezamos a hacer soñar de nuevo al planeta entero de la mano de La Quinta del Buitre en los 80 y encarrilamos una supremacía indiscutible en la modernidad con el inolvidable 1-0 frente a la Juventus de Zidane en la Séptima de Ámsterdam.

Nadie osa discutir el título oficial y oficioso de mejor equipo de la historia de los merengues. Con Don Santiago se levantaron seis Orejonas y con Lorenzo Sanz y Florentino Pérez, siete, lo que hace un total de 13; a años luz del segundo de la fila, el Milan, que ostenta siete; de los terceros, el Bayern y el Liverpool con seis; y de un Barça que cuenta con ocho menos, es decir, cinco. Durante la celebración del trigésimo quinto título de Liga se me vinieron muchas cosas a la cabeza, la primera de ellas es la tremenda superioridad frente a sus rivales patrios: el club de Chamartín tiene ya 35 ligas, nueve más que el Fútbol Club Barcelona, 24 por encima del Atlético y 27 más que los Leones de Bilbao. Lo que unido al palmarés continental agranda hasta extremos casi insultantes el diferencial con los blaugrana y los rojiblancos. Florentino Pérez se lo pudo decir más alto, pero no más claro ni con más gracia a Martínez-Almeida durante la capilla ardiente de Francisco Gento: «Paco tenía seis copas de Europa más que tu Atlético». El alcalde se la tragó doblada porque no era cuestión de ponerse a discutir en un escenario luctuoso y por aquello de que lo empírico es irrebatible.

La gran pregunta que yo me hago es cuántos siglos tardarán el Atlético y el Barça en empatar o superar en palmarés al Madrid. Si los merengues no ganasen nunca nada más, y a tenor de los datos históricos, estaríamos hablando de un siglo en el caso del Barça y un par como mínimo en el del Atlético. No son cuentos, son cuentas. La primacía europea y la distancias con los principales perseguidores no se resentirá pase lo que pase el miércoles porque el City tiene vacía la vitrina de Champions. En lo que nadie ha reparado es en el hecho de que el Bernabéu del siglo XXI podrá presumir con todas las de la ley de ser tan grande como el del siglo XX si el 28 de mayo Marcelo levanta la Orejona en el Stade de France parisino. El alumno acabará superando al profesor. Es cuestión de tiempo.