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Rojiblancos por Madrid

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Ciento diez años de historia y diez copas en las vitrinas avalan al Atlético, que el viernes rompió el maleficio frente al Real Madrid y consiguió después de doce años (los dos de Segunda no pueden contar) ganar al eterno rival. Y los rojiblancos lo celebraron a lo grande, con sus incondicionales en una ciudad con mayoría madridista, pero con miles de «sufridores» que quisieron compartir el éxito con Simeone y sus legionarios, porque derrotar al enemigo por antonomasia no es moneda corriente.

Del Bernabéu se fueron los rojiblancos sobre las dos de la madrugada. Hubo que esperar a Falcao, elegido para pasar el control antidoping, para, una vez que el colombiano se subió al autobús, poner rumbo al restaurante Fortuny, donde hubo cena, copas, baile y animación. No era para menos y los jugadores, pese al cansancio y la paliza que les esperaba ayer –hoy, además, vuelan a Singapur para jugar allí un partido amistoso–, mantuvieron el tipo y dieron rienda suelta a su alegría. Los jóvenes Courtois, Manquillo y Óliver Torres no ocultaban su satisfacción, como tampoco lo hacía el presidente Enrique Cerezo, que insistía en su aseveración de que «fue el día apropiado para ganar al Madrid». Noche feliz, cortos sueños en rojiblanco y a levantarse pronto porque la jornada iba a ser larga. Tan larga como la melena que tenía Arda, que voló de su cabeza por obra y gracia de las hábiles manos de Mario Suárez, peluquero improvisado. Curioso lo del canterano Mario, que lució en sus espinilleras una estampa de Josemaría Escrivá de Balaguer, fundador del Opus Dei. Quizá, las influencias del doctor Villalón, miembro de la Obra, tuvieron algo que ver en el tema.

A las cinco y media los jugadores rojiblancos comenzaron a subirse al autobús que les iba a llevar a la Puerta del Sol, Cibeles (sede del Ayuntamiento) y Neptuno. Camiseta para la ocasión y ganas de compartir con su gente el título copero. La petición de Simeone se hizo realidad y en el recorrido se pudo ver a muchos niños, esos locos bajitos que no sabían lo que era ganarle al Real Madrid.

Primera parada. Sol. Ignacio González, madridista confeso y presidente de la Comunidad, los recibió en la puerta a pie de calle. Gabi y Hombrados, capitán del equipo de balonmano, con los trofeos. Parlamentos de Cerezo, «hoy Madrid y España son rojiblancas»; Gabi, «la afición sigue llenando de ilusión nuestras vidas» e Ignacio González . «Habéis demostrado una vez más que sois un gran equipo y un equipo campeón, capaz de superar todos los obstáculos y ganar siempre con ese espíritu que os transmite vuestro entrenador. Por comparación no quiero hablar, pero, en fin, uno estaba y a otro se le esperaba», dijo el presidente, que no parece muy contento con el comportamiento de Mourinho.

Pasar y aparcar el autobús en la Cibeles tiene morbo, pero no había otro camino para ofrecerle el trofeo a Ana Botella, alcaldesa y también madridista. Doña Ana, cordial, simpática, en su papel de anfitriona, no se cortó. «El año que viene espero recibiros como campeones de Europa», comentó antes de aseverar que el «Atleti tiene la mejor afición del mundo».

De Cibeles a Neptuno con rapidez. Ya en «casa», atrona la música de Carlos Jean. Los jugadores se bajan, se suben en la plataforma y celebran con su gente el título. Banderas al viento, saltos, abrazos, buen rollo en los campeones, que prometen volver pronto. Con Simeone ya lo han hecho tres veces.