Real Madrid
Ronaldo, Benzema y el Madrid se divierten, por fin, contra el APOEL
Que sí, que era el APOEL, pero el problema del Real Madrid no eran los rivales, era el propio Real Madrid, con su mala puntería frente a equipos buenos, regulares o peores. No conseguían marcar sus delanteros y el equipo sentía un poco (o mucho) de ansiedad porque no encontraban razones a tantos tiros que iban donde no debía. Así que, sí, el de ayer el APOEL, vale, pero es que el Madrid de Zidane fue el Madrid de Zidane, el conjunto que se impone en Europa, su territorio y no el grupo de futbolistas sin fortuna. Goleó por fin, espantando tantos fantasmas como goles hizo a un rival que quiso defenderse pero no supo cómo y que, como podía temer, pagó todo el rencor que venía acumulando el campeón de Europa por su trayectoria vacilante en Liga. Decía Zidane el lunes que quizá el choque en Nicosia podía servir para pulsa la tecla del cambio, en cuanto a los goles y en cuanto al destino del equipo. Explicaba el francés, más o menos, que un gol lleva a otro, y eso a una victoria y una victoria a otra y eso hasta los títulos. Es decir, que en algún punto tendría que cambiar el Madrid su dinámica y quién sabe si este partido puede ser ese momento. Habrá que ver cómo se desempeña el equipo el próximo sábado frente al Málaga y después el Athletic y el Sevilla. Necesita ir paso a paso, demostrar en partidos más serios que la goleada de ayer no es un espejismo, sino un salto. Necesitaba una goleada para limpiar la cabeza. Por ejemplo, la necesitaba Benzema, el futbolista que está en todas las conversaciones de los madridistas y también en algunos miembros del club. No es ya que no tuviese goles, es que tampoco ofrecía su juego. Ayer, antes del descanso, ya había hecho dos, ambos de nueve, de estar en el área para empujar la pelota en el segundo, tras un regalo de Ronaldo y superar al portero de un tiro cruzado en el primero. Quizá en otro contexto, en el choque en Nicosia, Zidane hubiese hecho rotaciones en punta como hizo en el centro del campo, donde sentó a Casemiro e Isco, para dar las bandas a Asensio y a Lucas Vázquez. Pero tal como está el ambiente, el entrenador francés quiso dar minutos y confianza a sus hombres de ataque. Frente a otros entrenadores, el plan de Zidane es creer, aunque muchas señales lleven a dudar. Él cree y se fía de Benzema por encima de casi todos los futbolistas de la plantilla. Él piensa que Karim le va a resolver mejor que otros los momentos decisivos, en primavera, y que no puede perder la confianza en él ahora, cuando aún no ha empezado el invierno.
Tampoco rotó a Cristiano porque sabe que el portugués tiene una relación especial con la Champions. Si en Liga le cuesta un mundo encontrar portería y parece enfadado con todos, en Europa es otro hombre, uno que
suma ocho goles y que busca constantemente a sus compañeros. Varias veces sonrió Ronaldo anoche: las dos que marcó, pero también la ocasiones que ayudo a sus compañeros a marcar goles. El APOEL presionó al principio, quiso impedir jugar al Madrid y le obligó a ser impreciso y sin pases cómodos. Si tenía alguna posibilidad el equipo local pasaba por jugar con los nervios del actual campeón. Si aguantaba lo suficiente, si conseguía aumentar su ansiedad quizá podía soñar con algo positivo. Y durante unos minutos, entorpeció al Madrid. Zidane, con los cambios en el centro del campo, se decantó por un dibujo más clásico que nunca: 4-4-2, con Kroos y Modric en el centro, Lucas Vázquez abriendo el campo por la derecha y Asensio partiendo desde la izquierda para jugar por todo el campo. Lucas estuvo más afortunado que otros días y dio salida al equipo por su lado y así empezó a desperezarse. Modric demostró, como en la segunda mitad del derbi, que empieza a coger ritmo y Kroos no se sintió a disgusto como medio centro. Cogió ritmo el Madrid y cuando Modric, en un gol muy suyo, desde fuera del área y sin dejar caer el balón, abrió el marcador, el partido se puso cuesta abajo para los de Zidane. El problema era el primer gol. El APOEL ya no supo qué hacer y el Madrid voló, por fin.
Era el día perfecto para ir curando heridas y que subiera la autoestima individual y de todo el grupo. Marcaron sus delanteros y entre Varane y Nacho fabricaron otro de los goles en el festín blanco. Después de los
días duros que ha estado viviendo, necesitaba una juerga para sonreír. Y de paso, ya está en octavos
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