Real Madrid
Una nueva sensibilidad
En su primer día, Zidane pidió «ilusión y trabajo» a los jugadores para ganar todo. Su objetivo es llevarse bien con ellos y recuperar su implicación con el equipo
En el Santiago Bernabéu, ayer repetían los goles de Zidane con el Real Madrid, los que han forjado la memoria sentimental de muchos madridistas ya maduros. El gol de la Novena es el que asalta los recuerdos de casi todos, pero había más imágenes, más controles y remates que se iban repitiendo por la televisión. De ahí parte el nuevo entrenador del conjunto blanco, el que tiene que cambiar el ánimo del vestuario y dar la estabilidad a un club que vive pendiente de lo que le sucede a la primera plantilla.
Si el lunes estaba emocionado, ayer Zidane era un hombre tranquilo, que empezaba de nuevo en un lugar que conoce de sobra. Saludó a los futbolistas en el vestuario de Valdebebas, les pidió unión, ilusión, y les aseguró que empezaba una nueva etapa. Ésa es su primera señal: acercarse a los jugadores, volver a tender los puentes que se habían roto entre el entrenador y la primera plantilla. Los entrenadores se dividen entre quienes consideran que hay que ser rígido con los futbolistas y quienes son más flexibles. En el club gustan los primeros porque se cree que así se controla al vestuario. Allí dentro, en cambio, sólo ponen buena cara a quien les convence por las buenas. Y los jugadores ganan siempre.
Mou acabó repudiado por los pesos pesados de la primera plantilla, Ancelotti aún es añorado, a Benítez ni le hablaban algunos y Zidane, que ha estado cerca de los tres, sabe que si quiere «ganar todo», como dijo ayer, necesita que los jugadores crean en él, primero por su pasado, por la ilusión que crea, y después, por su trabajo. «Las primeras palabras para los futbolistas han sido muy importantes para mí», aseguró ayer, después, ante la Prensa. «Fueron sencillas. Les dije que estaba contento, que empezaba una nueva aventura y que hay objetivos por cumplir». Como él mismo reconoció, que nadie espere discursos largos. No es un hombre de muchas palabras, pero se expresa con claridad, sin alzar la voz, pero de manera sentenciosa. Como futbolista no era líder por lo que decía, lo era por lo que mostraba en el campo.
Fue con Ancelotti con quien dio un máster en dirección de equipos y de él se llevó la enseñanza más importante: «Me decía que lo único que valía era ganar y la importancia de que los jugadores estén bien». Y a eso se va a dedicar estos días; a eso empezó ayer a toda prisa, casi sin tiempo para la intimidad porque fue un entrenamiento atípico. En el fútbol moderno ya no se trabaja así y lo que se evita en días como el que vivió ayer el Madrid es revelar métodos de trabajo. Zidane hizo el trabajo antes, en el vestuario, y lo va a seguir haciendo estos días. Más que asuntos tácticos, su objetivo primordial es unir a la plantilla. Cuando le preguntaron por nombres de futbolistas, siempre respondió lo mismo. «Cuento con todos». Desde Isco, James o Jesé, los tres que representaban el enfrentamiento más directo con Benítez, a Bale, el futbolista que más sintió el apoyo del entrenador desde el primer día y que ha sido de los que mejor ha rendido hasta el final: «Entiendo que puede estar molesto con la salida de Rafa porque era un entrenador importante para él, pero voy a tener el mismo cariño con él. Jugador fundamental para el equipo. Le voy a dar todo mi apoyo». De hecho, admitió que Bale, Benzema y Cristiano van a ser titulares casi siempre. Es decir, que sólo en partidos intrascendentes, para darles descanso o por lesiones, no van a jugar. El plan no va a ser distinto al que llevaron a cabo Ancelotti, con éxito en su primer año, y Benítez. Contaban con los delanteros como premisa fundamental y a partir de ahí se construye al equipo.
Ya durante su época de segundo de Ancelotti su principal labor fue cuidar de los jugadores con más mimo. Lo saben Carvajal o Jesé, sobre todo Benzema y Varane, los dos franceses con los que mejor se entendía. «Hay que estar cerca de los futbolistas, tener una buena relación con ellos», insistió.
Quiere que se sientan partícipes de las decisiones y sabe que no tiene que entrar en su territorio más que lo necesario. Es un reto para un entrenador que hasta ahora, como máximo responsable, sólo ha trabajado con los chicos de la cantera en Segunda B, otro planeta. «El tratamiento que le dé no puede ser el mismo. Estos son jugadores consagrados», aseguró. Ayer ya les pidió trabajo y trabajo. Les dijo que «empieza una nueva etapa» en la que hay que esforzarse día a día. Las palabras que más repitió en su comparecencia fueron «ilusión» y «trabajo». Es el único modo de convencer a los jugadores. Entregarlo todo, ser lo más justo posible e ir ganando partidos, que es la forma de que todo vaya bien, de que los que no estén contentos, no puedan alterar al grupo. «Contra el Deportivo, el sábado, espero que ya se vea algo mío», aseguró con la misma calma que mostraba en el campo hace años.
Ayer sólo fue el comienzo. En junio se le juzgará sin mirar quién fue. Necesita a los futbolistas para aprobar y ganar. Por eso les pidió «que se diviertan».
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