Atletismo
Un esprint de 10.000 metros
La etíope Almaz Ayana gana el primer oro en atletismo rompiendo por 14 segundos un récord del mundo que sobrevivía desde 1993. Hace sólo tres meses que debutó en la distancia
La etíope Almaz Ayana gana el primer oro en atletismo rompiendo por 14 segundos un récord del mundo que sobrevivía desde 1993. Hace sólo tres meses que debutó en la distancia
No pudo ser mejor el estreno del estadio Olímpico Joao Havelange. Arrancó el atletismo, disciplina estrella de los Juegos, con lluvia. Y sobre el empapado tartán azul una etíope puso un ritmo infernal incluso para las etíopes y las kenianas, que suelen ir juntas hasta los instantes finales y allí que las fuerzas decidan quién se lleva la prueba. Esta vez no. Ayer, Almaz Ayana se marchó sobre el kilómetro seis y lo suyo fue una carrera contra lo que parecía imposible, prácticamente un esprint de 10.000 metros para entrar en la meta en solitario con un tiempo de 29:17.45. Con ello, dio un «bocado» de 14 segundos, ¡¡¡14!!!!, al récord del mundo, una plusmarca establecida hace 23 años por Wang Junxia y con la sombra del dopaje sobre ella. Cerca de superar el registro de la china, a apenas un segundo, se quedó Vivian Cheruiyot, medallista de plata, pero muy lejos de la vencedora. También Tirunesh Dibaba hizo una gran marca, que le valió para el bronce, pero no para imponerse en la prueba por tercera cita olímpica consecutiva, que era su objetivo, para convertirse en una atleta única.
Ayana es la nueva sensación de la inagotable cantera de fondistas etíopes, la mujer que parece va a tomar el relevo a Dibaba como reina en los próximos años. Su tarea no ha terminado todavía en Río, pues quiere hacer doblete con el triunfo en los 5.000, en los que ya se impuso en el pasado Mundial. Un poco antes, en un mitin de la Liga de Diamantes, en Shanghái, incluso rozó el récord, que en Río puede romper. Hasta ella misma se sorprendió de lo que su cuerpo era «capaz de hacer». Ayer, tras 10 kilómetros entró en la meta relativamente fresca, pese a que no es una distancia que se sepa de memoria. Su debut fue apenas hace tres meses, en los trials de su país, y allí ya le demostró a Dibaba que se lo iba a poner difícil. Fue el suyo el mejor debut de la historia en las 24 vueltas y media a la pista de atletismo y suya es ya la mejor marca. «Llegar aquí ha sido un sueño hecho realidad. Nunca pensé que fuera posible y estoy asombrada», admitió después de dar el paseíllo de honor con la bandera de su país. «He tenido que trabajar muy duro y he tenido que cambiar un poco mi entrenamiento», continuó la atleta que se prepara cerca de Addis Abeba, con duras sesiones en altitud.
Una lesión el año pasado la tuvo un tiempo apartada de las pistas. «No me dejaba de doler la rodilla y trastocó mi preparación para los Juegos de Río», reconoce. No reapareció hasta mayo y de momento nadie ha sido capaz de superarla en 2016.
La entrena Soresa Fida, un atleta de 1.500 que, además, es su marido. Como sucede con muchas como ella, Ayana ha pasado por calamidades y el atletismo le ha dado la oportunidad de una vida mejor. «Viví durante mucho tiempo en una pequeña habitación alquilada, pero ya me he podido comprar una casa donde estoy con mi esposo», desvela. El oro olímpico ha sido su gran éxito hasta el momento y en Río tuvo que contestar a preguntas sobre el dopaje: «Mi dopaje son mi entrenamiento y Jesús», contestó.
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