Río de Janeiro

El tiburón insaciable

Michael Phelps, el deportista con más oros y medallas de la historia, quiere más. Anunció su retirada después de Londres y volvió a competir hace poco más de dos años para afrontar su último desafío y limpiar su imagen de chico malo. En Río busca añadir más metales a una historia irrepetible

Michael Phelps
Michael Phelpslarazon

«The New York Times» eligió a «The Wire», esa obra maestra de HBO que retrata los bajos fondos de Baltimore, como la mejor serie de televisión de la historia. Pero su creador, el antiguo periodista de sucesos David Simon, aguó con modestia el vino de los elogios para recordar a una celebridad que había llevado mucho más alto el nombre de la ciudad portuaria de Maryland. «El jodido Michael Phelps nos ha arrebatado la gloria». Con 31 años, una edad provecta para un nadador, el bulímico tiburón no ha saciado aún su sed de triunfo y ha regresado para incrementar el increíble botín de 22 medallas olímpicas, 18 de oro, que ya atesora.

El 4 de agosto de 2012, tras conseguir su vigésima segunda presea olímpica en los relevos 4x100 estilos, donde ganó el oro con Estados Unidos, Phelps anunció su retirada. No le quedaba ningún logro por alcanzar... hasta que su entrenador de siempre, Bob Bowman, lo picó para que se convirtiese en el primer nadador estadounidense en conseguir clasificarse para cinco Juegos Olímpicos: una hazaña increíble, puesto que el durísimo sistema de selección no deja resquicio para el sentimentalismo. Forman parte del equipo de las barras y estrellas los dos primeros del campeonato nacional. Y punto.

Los protocolos antidopaje exigen que los deportistas olímpicos regresen al sistema de control dos años antes de los Juegos, por lo que Phelps volvió a competir en la primavera de 2014 cuando, tras casi dos años de retiro, ganó los 100 mariposa en la reunión de La Mesa (Arizona). No fue casual que eligiera esa prueba, la que estuvo a punto de impedirle el pleno de ocho oros en Pekín porque el serbio Cavic tocó antes la placa, aunque no con la fuerza suficiente como para detener el reloj. Pero su reaparición, lejos de ser un camino de rosas, se complicó tras ser detenido por conducir bajo los efectos del alcohol, y la consiguiente sanción lo dejó fuera de los mundiales de Kazán del pasado año. Era el giro hollywoodiense que necesitaba.

Phelps, el «enfant terrible» que perdió millones de dólares en contratos publicitarios por dejarse retratar fumando marihuana en una cachimba, decidió encarnar en los últimos meses la humilde figura del buen chico arrepentido. Se sometió a terapia para dejar la bebida, fue padre de un niño con su novia de toda la vida, a la que pronto llevará al altar, y se reconcilió con su progenitor. Lo único que no cambiaron fueron sus hábitos salvajes de entrenamiento, con kilometradas inhumanas seguidas de ingestas masivas de alimentos: a veces, hasta 7.000 calorías diarias. Y así, rehabilitado y en plena forma, se presentó a los «trials» de Omaha para clasificar en tres pruebas merced a otros tantos triunfos.

En Río, Phelps defenderá los títulos de 100 mariposa y 200 estilos logrados en Londres y tratará de convertir en oro la plata que se colgó en 200 mariposa tras Chad Le Clos. También es segura su presencia en dos relevos, el combinado y el largo, y probablemente los técnicos estadounidenses empleen su capacidad intimidatoria en la final del 4x100, si bien no cuenta desde hace tiempo con una buena referencia cronométrica en el hectómetro. Puede añadir, por consiguiente, otras seis medallas a su fabulosa colección y retirarse, esta vez de verdad y para siempre, tranquilo. «No habrá más, mi cuerpo no puede. Ha sido en verdad demasiado duro», declaró nada más concluir los «trials».