Natación
La rebeldía de Mireia
La campeona y su familia no se muestran tibios con su españolidad. Ella ya lo demostró delante del anterior presidente de la Generalitat
Hasta capturar el oro en los Juegos, la vida de Mireia Belmonte, antes de nadar en la piscina de agua azul de Río, ha sido un permanente acto de superación, de rebeldía y una constante entrega a la natación, aunque el cloro le dé alergia y sufra de asma por tantas horas como pasa en remojo. Ha forjado una personalidad fuerte, un carácter indomable; no puede ser de otra manera cuando la élite se cruza en el camino de quien pretende instalarse en el firmamento impulsado por el deporte.
Es de Badalona, descendiente de «charnegos», su segunda lengua es el catalán y no le arredra proclamar su españolidad ni en presencia de quienes representan la ruptura. Ideas claras y temperamento.
Año 2016, Mireia Belmonte, campeona olímpica. Ha mejorado la plata de Londres en los 200 mariposa. Nadie podrá reprocharle que sus oros universales tienen menos quilates por colgárselos en piscina corta. Oro en Río, y bronce primero, y aún quedan los 800 que le hicieron subcampeona. Otra prueba superada. Una meta que hace ya tres años, cuando José Luis Mendoza, presidente y fundador de la Universidad Católica San Antonio de Murcia, acudió al rescate representaba una utopía. Rotas las relaciones con el Club Natación Sabadell, semillero de tantos y tantos deportistas, se encontró en la calle con una carrera que debía despegar y no veía una salida. En las páginas de «Marca» leyó Mendoza que Mireia estaba deprimida, que pensaba en la retirada inmediata y prematura... Movió hilos, conectó con la familia Belmonte y la fichó. Le proporcionó tranquilidad económica, todo lo necesario para progresar, a cambio de una exigencia: que estudiara una carrera. Y lo hace. Cada junio se examina, progresa adecuadamente.
Año 2015, Mireia Belmonte y Marc Márquez son protagonistas principales en la entrega de premios del «Mundo Deportivo». Son los deportistas del año. Mil personas en el salón donde tiene lugar el acontecimiento. La nadadora y el motorista cierran el acto. En el escenario, el presentador, Toni Clapés, el Conde de Godó y el entonces presidente de la Generalitat, Artur Mas. Los deportistas, entre ambas personalidades. Pregunta Clapés en catalán a Mireia si se siente orgullosa del avance y del protagonismo cada vez más afianzado de las deportistas catalanas. Respuesta en catalán de quien es hoy campeona olímpica: «Las deportistas españolas seguimos progresando...». No fue un golpe de efecto sino de autoridad, sin esa odiosa tibieza que otros en su lugar profesan. «Soy Mireia Belmonte, catalana y española», vino a decir, sin rodeos, sin andarse por las ramas, sin que le preguntaran porque sabía que esa cuestión no estaba en el programa, pero rectificó con sutileza al presentador para que no cupieran dudas. Mireia es muy femenina y coqueta. Si puede, lleva uñas de porcelana; es una chica de su tiempo y una competidora feroz. Alcanza los objetivos que se propone porque no regatea esfuerzos ni horas a los entrenamientos, agotadores. El año pasado y parte de éste tuvo los dos hombros lesionados. Ha vuelto más fuerte, más fina, más delgada. Fred Vergnoux, su entrenador, otra pata de la mesa, no le da cuartel ni ella se lo pide. La exige y corresponde. Los resultados están ahí, la justa recompensa a todos sus esfuerzos. De ahí este oro que sabe a gloria. Mireia es leyenda.
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