Natación
Un plan de oro
Mireia Belmonte, que se ha pulido estos últimos cuatro años para pasar de la plata al oro, ejecutó a la perfección la carrera que tenía en mente para lograr el primer triunfo olímpico de una nadadora española
«Lo ha hecho y no hay palabras. Esta tía está loca, pero ha hecho lo que ha dicho. Es increíble», aseguraba Fred Vergnoux. Se le cortaba la voz y tenía los ojos rojos. Todavía le resbalaban lágrimas por el rostro. «Esta tía» es Mireia, su pupila, nadadora y desde el miércoles campeona olímpica. Se acordaba el entrenador francés de que después de las dos platas de Londres, la chica de los ojos azul mar le dijo que en Río iba a por el oro. Y oro logró en la ciudad brasileña. Un plan el de los cuatro últimos años ejecutado pese a las dificultades. Un plan el de la carrera de 200 mariposa, la que la convirtió en leyenda, llevado a cabo a la perfección.
Por orden inverso en el tiempo. La carrera. «La idea era salir un poco más fuerte que en las semifinales y apretar en el segundo cien», desvela Vergnoux. Así sucedió. Las nadadoras fueron presentadas al ritmo de «La Bamba». Mireia, concentrada, como siempre. Sus cascos, su música. Las palmadas, los golpes para activarse y a la faena. Esta vez la australiana Groves no se escapó tanto. Siempre la tuvo a tiro la española. «Decidí arriesgar», admitió Mireia. La remontada, en realidad, se dio entre el 50 y el 150. El segundo largo lo nadó la española más rápida que nadie. En el tercero fue la segunda más veloz. Se le hizo un poco eterno el último, pero resistió y por tres centésimas se proclamó campeona olímpica por delante de Groves. Un poco más lejos, a 35 centésimas, la japonesa Hoshi, que estaba también en modo caza. «He sufrido mucho en los últimos metros. Sólo pensaba en ir adelante y dar todo lo que me daban las piernas», confesó Mireia.
Después está el plan a largo plazo de Fred Vergnoux. Estudioso de su deporte, se dio cuenta de que los oros en los Juegos y Mundiales se habían perdido en el último largo y pasó a fortalecer esa parte de la carrera. Ha entrenado a Mireia para ser más rápida al final, ha ganado potencia, ha mejorado en el viraje y en la patada. Poco a poco para ir sumando. En todas las pruebas de 200 mariposa que ha hecho, se ha visto la mejoría. Su tramo final siempre fue más poderoso que el de las oponentes. También en los 400 estilos atrapó el bronce con una última piscina inolvidable y agotadora. Pero la mariposa es su prueba, pese a que Fred Vergnoux asegura que han entrenado todas de la misma forma, que no hubo una puesta a punto especial para la distancia en la que se proclamó campeona. Él era partidario incluso de rebajarle el programa a la nadadora española, pero Mireia dijo que no.
«En realidad, las pruebas aquí no han ido como habíamos pensado inicialmente», reconoce el técnico, sin querer desvelar qué ha estado fuera de lo escrito. Quizá haber quedado fuera de las ocho mejores en los 400 libres, pues el 200 estilos era en la que menos esperanza tenía. No se metió ni en la final. «Pero a lo mejor si no la hubiera disputado no hubiera sido posible lo que ha sucedido. Mireia funciona así», prosiguió el preparador. «Si ella ve que tiene opciones y puede apretar, lo hace. Si no, queda cuarta, pues cuarta está bien y a la siguiente prueba», continúa. «Es el premio a toda una vida», asegura la catalana.
Y a un último año en el que fueron un poco contra reloj. 2013 y 2014 marcharon bien, pero una lesión en los hombros en 2015 se convirtió en una molestia enorme, en una incógnita para los Juegos. Si cabe, hubo que redoblar esfuerzos. Belmonte se levanta a las 6:30 de la mañana y dedica todo el día al entrenamiento, tanto del cuerpo, en la piscina y en el gimnasio, como de la mente, pues estudia Administración y dirección de empresas en la UCAM. Para cambiar la plata por el oro ha pasado de hacer apenas un par de concentraciones en altitud, en Sierra Nevada, a estar allí 17 semanas en el último año. La alimentación, dormir en una cámara de hipoxia, el descanso, por supuesto... Nada queda al azar. Y así siete días de la semana. Hace un ciclo de 33 semanas de entrenamiento, descansa cuatro días y después hay un segundo ciclo de 17 semanas. Y todo para no fallar en el día «D», como alguna vez a lo largo de su carrera le ha pasado. Eso fue antes de Londres 2012. Trabajó con un psicólogo que la ayudó a ajustar también todo lo vinculado a la parte mental.
Todos esos detalles marcan la diferencia. Quizá esas tres centésimas que valieron el oro. En Río llegó una nadadora mucho más experta que en Londres. «Mejor que nunca», reconocía su entrenador. A Río llegó una doble medallista de plata y de allí saldrá una campeona. Los planes salieron bien. Fue tenso, pero tranquilo el día en el que cumplió su sueño. Un poco de entrenamiento por la mañana, risas en la comida con su grupo de trabajo, un poco más de nerviosismo camino de la piscina, allí hizo la rutina de calentamiento habitual y después la carrera escrita en los papeles. Con ello se convirtió en la primera campeona olímpica española en natación y en el primer oro cien por cien español en este deporte. El triunfo anterior lo había conseguido Martín López Zubero, que se entrenaba en Estados Unidos. Mireia entrena en España. «Ha demostrado que un español puede ser campeón olímpico. A ver si sirve de ejemplo», deseó Vergnoux.
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