Ciclismo

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La reinvención de Contador

La reinvención de Contador
La reinvención de Contadorlarazon

Ha sacrificado la primera parte de la temporada para refugiarse en el Teide, donde ha acumulado más metros de desnivel que en todo el Giro.

Hace dos años, cuando Chris Froome le batió en el Tour de Francia, Alberto Contador vio las orejas al lobo. Su rendimiento en aquella ronda gala, donde acabó cuarto, distaba mucho del vibrante corredor que destrozaba a sus rivales en la montaña y al que nadie discutía en contrarreloj. De repente, se encontró con un keniata blanco que lo aniquiló en la lucha contra las agujas del reloj y lo fulminó en los puertos franceses. «Es el rival más duro de todos a los que me he enfrentado en mi carrera», ha dicho el madrileño desde entonces.

De aquella derrota, después de la que no tardaron en surgir voces aventurando que ya estaba acabado, Contador extrajo una lección: tenía que cambiar su preparación. Encaminarse a un trabajo aún más minucioso, rodearse de más preparadores y romperse la cabeza haciendo cálculos con el maldito pulsómetro y los vatios que tanto puso de moda el equipo Sky.

Así empezó la reconversión de Contador. El pinteño, tan esquivo a los entrenamientos en altura, se empezó a convencer de los beneficios de marcharse un mes entero a más de 2.000 metros sobre el nivel del mar para entrenar y oxigenar el cuerpo. Costó que diera su brazo a torcer porque su recuerdo de una experiencia tal no era precisamente bueno. «Lo hice el primer año que fui profesional y lo pasé muy mal. Me cansaba y sufría mucho», rememora. Llegaba incluso a marearse por dormir en altura y salir a entrenar al día siguiente. «No creía en su utilidad».

El desembarco de Steven de Jongh en el Tinkoff-Saxo –ahora su hombre de confianza en el cuerpo técnico tras la salida de Riis–, procedente del Sky que había arrasado primero con Wiggins y después con Froome, lo cambió todo. «Me explicaron los beneficios y creí en él. Yo necesito estar convencido de lo que hago porque si no, no hubiera dado el paso». Contador se fue al Teide desde febrero del pasado año y también estuvo en abril. Llegó al Tour «como nunca lo había hecho antes», pero el destino y la caída que le rompió la rodilla no permitieron ver los resultados. Dos meses después, se llevaba la Vuelta a España.

Así que, comprobado el rendimiento, el jefe de filas del Tinkoff ha vuelto a repetir la jugada. «Pero dándole una vuelta de tuerca más», especifica. «Sólo en las primeras dos semanas de abril acumulé el mismo desnivel que vamos a hacer en todo el Giro. He hecho salidas de siete horas y media, 200 kilómetros y 5.000 metros de desnivel», cuenta. «Mejor de lo que estoy no podría llegar a este Giro, aunque no me encuentro como en el Tour del pasado año».

Un mes entero viviendo sólo para entrenar y descansar desgasta. «Aburre, sí, pero disfruto con lo que hago y estar allí me da calma. Desde que me levanto hasta que me acuesto, todo gira en torno a la bicicleta. Por un lado se hace duro, pero, por otro, sé la presión y la responsabilidad que tengo, y como allí no puedo trabajar en otros sitios. Hay compañeros a los que se les hace interminable, pero en mi caso, aunque eche de menos a mi gente, consigo una tranquilidad y una confianza grandes para preparar los objetivos».

Ha tenido Contador que dar un extra respecto al año pasado. «Con el peso le he tenido que dar una vuelta de tuerca más, porque cada año que pasa cuesta más mantener tu peso ideal». Ensaladas para cenar y comer. Así a diario, en el Parador del Teide, donde ha compartido techo con Nibali, Purito, Aru, Porte y Froome, entre otros. Todos en el mismo hotel. «Pero yo me concentraba en mis obligaciones, nunca entrenamos juntos, porque cada uno tiene sus preparadores y sus planes de entrenamiento. Yo me centro en lo mío y no miro a los demás».