Mikel Landa se ha convertido en el mejor compañero de Richard Carapaz, siempre pendiente del ecuatoriano. Pero con el trabajo hecho, con los enemigos controlados, decidió atacar a falta de tres kilómetros para el final. Acababa de superar la pancarta el grupo de favoritos cuando atacó y sólo Hugh Carthy se atrevió a seguirle mientras el líder de la carrera aguardaba resguardado en el grupo de los mejores.
No se trataba de ganar la etapa, había 18 corredores por delante que a esas alturas ya eran inalcanzables. Por delante de todos, Nans Peters, el francés que acabó llevándose el triunfo. Pero a Mikel lo que le preocupaba era lo que ocurría por detrás. Y por allí no se le acercaba nadie. Miguel Ángel López amagaba con quedarse y obligaba a su compañero Hirt a frenar el ritmo de la persecución. Era sólo una estrategia, porque poco después se marchó Supermán. Y con él, Carapaz.
No eran demasiada la distancia que quedaba y tampoco el terreno era demasiado exigente, pero no se trataba de ganar ya el Giro. Se trataba de comprobar cómo estaban los rivales. Especialmente Roglic, que volvió a demostrar que no tiene capacidad de respuesta. Tampoco la tuvo Nibali, el hombre más fuerte de la carrera junto a Carapaz. Pero también cedió el Tiburón, que tuvo que avisar a Pozzovivo de que frenara la marcha en las últimas rampas. Carapaz y Landa salen reforzados en su intento de acaparar los puestos más altos del podio. El ecuatoriano sacó siete segundos a Nibali y Roglic. El alavés obtuvo 19 de ventaja.