Opinión

La lucha contra el racismo, la xenofobia y la hipocresía

En el "caso Vinicius" ha habido quien se ha atrevido a dar lecciones sin ponerse ni colorado

Vinicius saluda a la grada del Bernabéu
Vinicius saluda a la grada del BernabéuAgencia EFE

Mientras el Atlético se empeña en ceder la segunda plaza de la Liga al Real Madrid, el racismo se convirtió en el monotema de la pasada semana. Coincidió casualmente con la eliminación en Champions del equipo blanco. Lo ocurrido con Vinicius en Mestalla la semana pasada es una situación que se ha repetido ya en varios campos.

Parece que puede suponer un antes y un después en la lucha contra el racismo en España. Ojalá sea así, incluso cuando haya dinero de por medio, que es entonces cuando todo el mundo, futbolistas incluidos, deciden que aquello de los derechos civiles no es tan importante.

Racistas hay en todos los países del mundo y, evidentemente, los campos de fútbol no son lugares excepcionales, pero 400 bestias por equipo no convierten a un equipo, un estadio o su afición, en racista. Lo mismo sucede con los insultos homófobos. Afortunadamente ya se cuenta con la tecnología adecuada para reconocer a los que insultan con nombre y apellidos, y sacarles de los recintos deportivos de por vida, si es necesario. Ahora bien, lo primero que deberían hacer jugadores, equipos y federaciones, tan preocupados por la igualdad de derechos en esta ocasión, es negarse a jugar el Mundial en un país como Qatar, donde no se respetan los derechos humanos.

No pusieron pegas para jugar el Mundial de Rusia hace cinco años, donde las libertades para expresar la condición sexual brillan por su ausencia. El Real Madrid, que en boca de su presidente no va a permitir más muestras de intolerancia racial a sus jugadores, debería negarse a jugar la Supercopa de España en Arabia por unos cuantos millones, y así no blanquear el trato que reciben las mujeres en un país donde no gozan de los mismos derechos que los hombres.

Neymar se atreve a dar lecciones contra el racismo a la vez que hace campaña por un fascista como Bolsonaro. Y así todo. El racismo es una lacra, pero la hipocresía con la que algunos nos aleccionan, envueltos en la bandera de la igualdad sin ponerse colorados, da ganas de vomitar.