Fútbol
Así era Reyes, el futbolista que se llevó Sevilla a Londres
José Antonio Reyes jugó en medio mundo. Se fue a Londres para jugar en el Arsenal y apuró sus últimos días como futbolista en China antes de regresar a España en el último mercado de invierno para jugar en el Extremadura. Entre medias jugó en el Real Madrid, en el Atlético y en el Espanyol, pero en realidad nunca salió de Sevilla. "Nunca se adaptó a Madrid", recuerdan algunos compañeros suyos en el equipo rojiblanco. Muchas tardes después del entrenamiento, se montaba en el Ave para ir a Sevilla. En realidad,. seguía viviendo allí. O al menos allí estaban su corazón y su cabeza.
Si difícil fue su adaptación a Madrid mucho más complicada fue su llegada a Londres. Se trasladó allí con toda su familia. Su madre se llevó las ollas para poder hacer el puchero como si estuviera en casa y él se mandó construir una caseta andaluza como las de la Feria, con su grifo de cerveza incluido para que la nostalgia fuera más débil. Echaba tanto de menos Sevilla que acabó llevándosela hasta allí.
En aquellos tiempos del Arsenal era cuando se esperaba de su carrera. Fue entonces cuando Luis Aragonés le dijo en un entrenamiento de la selección: "Dígale al negro que usted es mejor que él". El negro era Thierry Henry, la estrella y capitán del Arsenal, pero Luis sólo quería hacer ver a Reyes que podía estar a la altura de los mejores. La posterior rueda de prensa del seleccionador para aclarar el malentendido dio origen a otra de sus famosas frases: "Negro es Keita, que es azul". En la selección siempre tuvo la protección de Sergio Ramos, que le hacía sentirse en casa.
Reyes (Utrera, 1 de septiembre de 1983) fue un futbolista precoz, el más joven en debutar con el primer equipo del Sevilla a los 16 años. Pero su carrera no se correspondió con lo que se esperaba de él. Era obediente, pero inconstante. Y muy generoso. Un antiguo empleado del Atlético recuerda cómo un día en un torneo de verano en Londres, con los futbolistas recluidos en el hotel le encargó que le comprara una réplica del Big Ben. Le dio 500 euros, pero el precio de la pieza no pasaba de los 25 o 30. "Quédate el resto, por las molestias", le dijo. El empleado no aceptó y le hizo ver que no era necesario, pero Reyes no dejó de ser generoso con los que le rodeaban.
En el vestuario siempre era el alma de la fiesta, siempre sonreía. Y siempre estaba rodeado de amigos. Uno de los mejores en el Atlético era Paulo Assunçao y en el club nunca se explicaron aquella amistad. El brasileño hablaba español con dificultad y a Reyes el portugués le quedaba muy lejos.
Una de sus pasiones era la comida. Por eso era tan importante el puchero de su madre en Londres. Y por eso sufría tanto en las pretemporadas. En una concentración con Javier Aguirre como entrenador, cansado de ensalada, pasta y pollo, hubiera dado lo que le pidiera por una hamburguesa a un trabajador del club. "Me daba 100 euros y cuando le dije que no empezó a subir: 200, 300", recuerda. Pero Reyes se quedó sin hamburguesa y el empleado conservó su trabajo en el club, algo que hubiera sido complicado si el entrenador le ve con la bolsa de McDonald's para el futbolista.
Su otra pasión eran los coches. Tenía una gran flota en su garaje, pero la joya era una edición especial de McLaren de la que sólo había 16 en el mundo. Y ha sido precisamente un accidente de tráfico el que ha acabado con su vida.
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