Deportes

Tenis

Rafa Nadal puede ser el mejor de la historia el domingo

Nunca nadie transmitió con más autenticidad los valores de un deporte que simboliza los mejores principios éticos, morales y educativos

Nadal busca en París su décimo cuarto Roland Garros
Nadal busca en París su décimo cuarto Roland GarrosMichel EulerAP

Aún recuerdo cómo a mediados-finales de los 90 el diario As, que tenía por aquel entonces a los mejores cronistas de tenis, y al número 1 en la materia, el amigo Miguel Ángel Zubiarrain, se pasaban semanas y semanas hablando de un niño llamado Rafael Nadal Parera. Debía tener 8 ó 10 años. Nadal por aquí, Nadal por allá, Nadal por acullá. Yo no entendía nada. “Tal vez es que son muy amigos de Miguel Ángel Nadal”, cavilaba malicioso, pensando que se trataba de un favorcete a su tío, por aquel entonces estrella del Fútbol Club Barcelona y campeonísimo de Europa. Yo, obviamente, no le había visto jugar. Pero algo me indujo a pensar que si bendecían ese agua era por algo: desde que tuvo uso de razón estaba patrocinado por Nike, la compañía de material deportivo más importante del mundo. Una marca con un sexto sentido para descubrir talento y apostar por él. Cuando aún era un don nadie o poco más se jugaron todo a la carta de un joven escolta de 1,98 llamado Michael Jordan y resultó el mejor deportista de todos los tiempos. Tres cuartos de lo mismo hicieron con Rafael Nadal y la jugada les salió redonda. Y que, efectivamente, iba para leyenda del tenis lo requeteconfirmé cuando en 2005, con 19 años cumplidos dos días antes, conquistó su primer Roland Garros frente al tramposo argentino Mariano Puerta -iba dopado hasta las trancas-. Ya en la Copa Davis del mes de diciembre anterior nos habíamos percatado de que iba a ser muy grande. De segundón pasó a convertirse en uno de los ejes de la victoria de la Armada española en la finalísima de Sevilla, al punto que nuestro protagonista se convirtió en el campeón más joven del mítico torneo entre naciones.

Destacaba por muchas cosas, pero una por encima de las demás: un físico que le permitía llegar a la pelota una milésima de segundo antes que sus rivales, golpear tan duro como el que más y aguantar fresquísimo partidos maratonianos. Un físico superdotado que, unido a una fortaleza mental única, le catapultó al Olimpo de los dioses. Tengo el honor de haber sido invitado por él o por la familia a no menos de 10 finales ganadas por nuestro hombre: tuve el privilegio de presenciar in situ la primeraen la Philippe Chatrier y, casualidades de la vida, ese año (2005) coincidí con él como invitado y ponente en ese Foro sobre Deportes que acabaría con los huesos de Iñaki Urdangarin en la cárcel. También presencié la primera final de Wimbledon, que coincidía con la del Mundial, ese Francia-Italia del célebre cabezazo de Zidane a Materazzi, y compartí con nuestro protagonista el postpartido acompañado de uno de los íntimos del clan, Romeo Sala. Aquella noche estaba de un humor de perros. Sabía que se le había ido un título, el más preciado, pese a haberlo tenido en su mano frente a un Federer que le dobló el pulso porque era más viejo y, por ende, más experimentado que él. La de 2007 en Londres también pasó de largo y a la tercera fue la vencida en ese cara a cara de 2008 con el suizo, considerado el mejor match de la historia, que se inició a las 14:36 y concluyó a las 21:25, con todos los allí presentes intentando adivinar por dónde iba la bola porque ya era más de noche que de día.

De entonces acá han pasado muchas cosas y, exceptuando alguna que otra recurrente lesión, todas ellas buenas. En su palmarés figuran tantos Roland Garros como Copas de Europa ostenta el Real Madrid en 65 años, 13, cuatro Open USA, un Open de Australia y dos Wimbledon. Veinte Grandes. Una salvajada que le convierte en el mejor deportista español de todos los tiempos. Aunque hay un pequeño, pero nada insignificante detalle que no ha sido convenientemente resaltado estos días: si se adjudica el domingo su decimocuarto Roland Garros se convertirá en el tenista más grande de la historia. Sus 21 Grand Slams estarían por encima de los 20 de ese gentleman del deporte que es Roger Federer, retirado ayer, y tres más que los 18 del un año más joven Djokovic. En lugar de estudiar tantas mamarrachadas en los colegios y en las universidades, mamarrachadas que se disparan al infinito con la Ley Celaá, Nadal debería ser asignatura obligatoria. Nunca nadie transmitió con más autenticidad los valores de un deporte que simboliza los mejores principios éticos, morales y educativos. El trabajo, el esfuerzo, la austeridad, la disciplina y, lo que tiene más valor tratándose de quién se trata, la humildad. El domingo puede ser un gran día para Rafa y para España. El más grande de todos. Y eso que el listón está en la estratosfera.