Tenis

Nadal: más Grand Slams que Djokovic y Federer pese a que ha jugado menos

El porcentaje del español en los torneos más importantes es espectacular: ha conquistado uno de cada tres disputados, pese a ser el que más se ha perdido del “Big 3″ por las lesiones

Rafa Nadal aplicó la lógica. La rotura abdominal le impedía competir con posibilidades de ganar Wimbledon y no merecía la pena hacerse más daño para «nada», porque el objetivo que se había marcado el balear era vencer por tercera vez en la Catedral. Y el plan iba bien hasta que una lesión se entrometió en su camino... Otra vez, y abandonó antes de las semifinales.

Nadal ha tenido muchos rivales en su carrera al otro lado de la pista y también un enemigo al que se ha visto obligado a batir: su propio cuerpo, que tanto le ha dado y tanto le ha dolido. Ser deportista de élite y lesionarse van de la mano, pero él ha tenido momentos muy al límite. Es el tenista que más Grand Slams ha ganado pese a ser el que menos ha disputado del «Big 3». Desde que jugara Wimbledon en 2003, que fue su debut, hasta hoy se ha perdido 12 «Grandes», diez por lesiones (Australia 2006 y 2013, Roland Garros 2004, Wimbledon 2004, 2009, 2016 y 2021 y US Open 2012, 2014 y 2021), una porque el torneo no se disputó (Wimbledon 2020) y otra porque la situación por la pandemia convertía viajar al US Open 2020 en una odisea. Esas son las veces que directamente no ha acudido, en otras los problemas han llegado durante el torneo. Su retirada antes de un partido en esta edición del All England Club es la segunda que vive: en 2016 también tuvo que decir adiós a Roland Garros sin poder jugar contra Granollers en tercera ronda.

En otras ocasiones ha saltado a la pista forzando y perdiendo, como las semifinales de 2009 en el US Open, en las que se enfrentó a Del Potro con la misma lesión de ahora; o Wimbledon 2012 contra Rosol con las rodillas ya a punto de estallar; y qué decir de Australia, su torneo, de alguna manera (aunque lo ha conquistado en dos ocasiones) «maldito»: lesión en la espalda en la final de 2014 contra Wawrinka, acabó por respeto, pero sin opciones; retirada en el quinto set de los cuartos contra Cilic en 2018 por una lesión en el psoas ilíaco, retirada en cuartos en 2010 en el tercer parcial ante Murray; rotura de fibras en cuartos de 2011 contra Ferrer, el día que dijo que no se retiraba «ni cagando», y no lo hizo, pero perdió con claridad. En 2018 también claudicó en el segundo parcial de las semis contra Del Potro porque sus rodillas dijeron basta. En total, el zurdo ha disputado 65 «Grandes» y ha ganado 22, con un espectacular porcentaje de éxito, algo superior a levantar uno de cada tres, un 33,8 por ciento. Es verdad que Roland Garros le sube mucho la media, pero lo suyo allí es irrepetible: 14 títulos en 18 participaciones.

 

Por su parte, Djokovic, que es un año más joven, ha disputado dos más, 67 (sin contar este Wimbledon), para ganar 20 (29,8 por ciento). El serbio se perdió el US Open de 2017 por una lesión en el codo, la más grave que ha tenido, y el Open de Australia 2022 por no estar vacunado del covid. Sus abandonos por lesión fueron sobre todo en el inicio de su carrera, cuando era un tenista más inmaduro y no había dado el salto para convertirse en la leyenda que es: se retiró en pleno partido en Roland Garros 2005 y 2006, Wimbledon 2007 y Australia 2009; y más recientemente, Wimbledon 2017 y US Open 2019, lugar en el que, además, tuvo al año siguiente el incidente del pelotazo a la juez de línea que le costó la expulsión.

En el caso de Federer los apuros le han llegado en el final de una carrera que ahora está más en el aire que nunca, con las tres operaciones de rodilla. El suizo ha necesitado 81 Grand Slams para tener sus 20 coronas (24, 7 por ciento). Entre los muchos récords que tiene, uno de los más extraordinarios es que jamás se ha retirado durante un partido, y eso que ha disputado 1.526 oficiales.

¿Qué hubiera pasado si Rafa no se hubiera lesionado tanto? ¿Habría logrado más? Es una pregunta sin respuesta, no se sabe, también porque algunas lesiones pueden haber llegado por su manera de jugar, sin la que no hubiera ganado tanto... Los “y si” no valen, pero la realidad es que Rafa con menos participaciones tiene más Grand Slams.

Lesiones desde joven

Los problemas a Nadal le han venido desde bien joven, cuando todavía no «era» Nadal. En 2004 no jugó Roland Garros por una fractura por estrés en el pie izquierdo y quizá podía haber adelantado su reinado en París un curso, porque esa temporada ya empezaba a crecer y fue, por ejemplo, uno de los héroes de la Davis ganada a EE UU en Sevilla. Incluso en 2003 también tuvo opciones de ir al «Grande» francés, pero sufrió una lesión en el codo. Lo serio empezó en 2005, el curso de su irrupción definitiva y de su primera Copa de los Mosqueteros. Ganó en Madrid, cuando se jugaba a cubierto en pista dura en la Casa de Campo, remontando de forma agónica a Ljubicic, y después se le diagnosticó la lesión crónica que tiene en el pie izquierdo, la de Müller-Weiss, que hizo que escuchara aquello de que no iba «a poder jugar más al tenis». Al final sólo paró unos meses. Se encontró la solución con unas plantillas. Ha tenido que lidiar con ese dolor en el pie, pero lo que iba y venía, y aparecía sobre todo en algunos entrenamientos, se convirtió en recurrente desde el parón por el confinamiento y ha amenazado con precipitar el fin de la vida deportiva del español. Ahora parece tenerlo controlado con el tratamiento al que se ha sometido.

El de 2005 fue su primer parón largo, pero ha habido más. Como consecuencia del cambio de apoyos por las plantillas, se empezaron a dañar otras zonas de su cuerpo, especialmente las rodillas, que le han maltratado en muchas ocasiones por una tendinitis rotuliana. Tras Wimbledon 2012, en junio de ese año, tuvo que frenar y perderse los Juegos de Londres, donde iba a ser el abanderado. No reapareció hasta febrero de 2013. En 2016 llegó otra gran ausencia porque a los problemas en la rodilla se unió la lesión en la muñeca que le hizo abandonar Roland Garros, no jugar Wimbledon, forzar para ir a los Juegos de Río y mal acabar la temporada. Un año antes, como reconoció en «Informe Robinson», había tenido problemas de confianza y de jugar con ansiedad. Ni la cabeza, posiblemente, más privilegiada de la historia del deporte se ha librado de ellos. Fue cuando peor lo pasó, pero también de ahí logró salir.

Con todas esas dificultades físicas que ha tenido el zurdo, llegó un momento de su carrera en el que decidió que tenía que progresar, cambiar la manera de jugar, ser más agresivo para estar menos horas en pista e incluso ser un poco selectivo con los torneos a los que va. Lo empezó con Toni Nadal y lo ha pulido con Carlos Moyá. El objetivo que tiene es alargar la carrera lo más posible, por eso su prudencia en Wimbledon: mejor abandonar ahora que lamentar una baja de dos o tres meses.