Fútbol
Zidane, contigo empezó todo
En diciembre, Zidane estaba en el Castilla jugando en Segunda B, en lugares como La Roda. Era la gran figura allí donde viajaba el filial del Madrid. En el último fin de semana de mayo, Zidane estará en Milán, en la final de la Champions. Le ha cambiado la vida en cinco meses, como le ha cambiado la cara al primer equipo del Real Madrid. Lo que sigue igual, en cambio, es que allí donde va sigue siendo una gran figura, reconocible como el futbolista que parecía que bailaba a cámara lenta en el campo, que marcó el gol de la Novena y que se despidió con un cabezazo al rival. Todo eso ha formado al entrenador que es ahora. «Soy el entrenador del equipo, algo bueno estoy haciendo seguramente», decía ayer el técnico, tras el choque. «Pero es una cuestión de todos lo que trabajan conmigo y sé que los más importantes son los jugadores. Son los que te permiten disfrutar del fútbol, cuando veo a mis jugadores, lo que hacen, estoy feliz». Llama la atención porque tiene un aura que le impide pasar inadvertido, pero tiene muy claro que ahora los protagonistas son otros.
Lo primero que hizo cuando llegó en enero fue cambiar el humor de la primera plantilla. El vestuario no es que estuviese enfrentado a Benítez, a tanto no llegaba la situación, pero la relación entre ambas partes era insoportable. Zidane supo que tenía que limpiar el ambiente y cambiar la cara del entrenador frente a la Prensa. Lo hizo rápido y con profesionalidad. En sus comparecencias públicas no se ha equivocado nunca y en el campo sólo ha sido derrotado dos veces. Los primeros buenos resultados le pusieron el viento de cara. Todo parecía bien, hasta que llegó el Atlético en el Bernabéu y le dio la gran bofetada. Contra los de Simeone el Madrid se quedó sin argumentos.
A partir de ahí, todo ha ido hacia arriba. Ha sido como si las piezas comenzaran a encajar. Se había terminado el entusiasmo, quizá algo ficticio del principio y comenzó otra andadura, con más piedras, pero también con una relación más real. Fue el momento de dar un golpe en la mesa y Zizou, el entrenador que siempre sonreía, se puso serio. Tras la agónica victoria en Las Palmas dio un rapapolvo a todo el vestuario y se mantuvo firme en su decisión más peliaguda: mantuvo a Casemiro en el equipo, pensando en el bien común antes que en otras cosas. El equipo se afianzó y ganó en el Camp Nou. Ése fue el empujón que necesitaba y la eliminatoria contra el Wolfsburgo le dio la moral necesaria. Ahora está en la final, como en la Novena y como en la Décima. El Atlético es su reválida en su primer curso al mando.
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