Coronavirus
Cuando la mona se viste de ERTE
Los ERTE al socaire del estado de alarma permiten retrasar la conversión en parados oficiales de los parados que ya son reales
Pedro Sánchez, jugador de órdago, en los límites difusos del populismo, utilizó ayer los ERTE (Expedientes de Regulación Temporal de Empleo) como penúltimo recurso para recabar votos para otra prórroga –¡y van cuatro!– del Estado de Alarma. El Gobierno desplegó todos sus recursos y hasta la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, «la pizpireta escarlata» como la ha bautizado la colega Emilia Landaluce, ni tan siquiera se ruborizó cuando en la sesión de control del Senado hizo la pelota –así de claro– a la senadora Nerea Ahedo, del PNV. La pareja Sánchez-Iglesias suspiraba por el voto de los nacionalistas de Urkullu en el pleno del Congreso de hoy y eso fue suficiente para que una comunista confesa como la ministra dorara la píldora al PNV, el partido más conservador –y confesional hasta hace no tanto– en el Parlamento durante muchos años.
La continuidad de los ERTE solo ha sido el último pretexto del inquilino de La Moncloa para obtener otro aval que prolongue el periodo, extraordinario, de un Gobierno que intenta retrasar todo lo posible enfrentarse a una realidad con cinco o seis millones de parado reales. Los ERTE, de alguna forma especiales, nunca han estado en peligro, aunque el Congreso recharaza prolongar el Estado de Alarma y el líder del PSOE es el primero en saberlo. Todo tan sencillo como promulgar un Real Decreto-Ley, uno más de una larga serie, que permita que los ERTE ahora en vigor al socaire del estado de alarma se mantengan con las ventajas actuales –para trabajadores y empresas– y de qué manera. Así de sencillo. Ningún partido político –incluido quizá Vox– osaría impedir que un Real Decreto de esas características no tuviera vía libre parlamentaria.
El presidente, por lo tanto, ha intentado crear todo un temporal en un vaso de agua en el que, además, había poca agua. Una maniobra de distracción, dirigida a debilitar sobre todo a Pablo Casado y al PP, justo cuando las encuestas, sin ser malas para los socialistas, insuflan aire en las filas populares. Nada es casual y los sondeos son seguidos en tiempo real y con horarios estajanovistas por el protoestratega, desde el histórico despacho de Alfonso Guerra, que ahora ocupa como jefe de Gabinete del presidente, el más que hábil Iván Redondo, el mismo al que Pedro Arriola no quiso a su lado en tiempos de Rajoy. De haberlo hecho, tal vez la historia sería diferente, pero ya no importa.
Los ERTE «especiales» han llegado para quedarse, al menos un tiempo, con y sin estado de alarma. Impiden, en teoría, que las empresas que los han utilizado puedan despedir hasta seis meses después de que estén en vigor. El Gobierno piensa que es una especie de garantía para que una parte tal vez importante de los entre 3,5 y 4 millones de trabajadores que ahora están en una especie de limbo laboral se conviertan en parados oficiales. En estos momentos tienen sus contratos suspendidos, reciben subsidios públicos –inferiores a lo que ganarían en activo– y las empresas tampoco cotizan por ellos, pero técnicamente no son parados y no figuran como tales en las estadísticas, tampoco en las europeas. Eurostat, en la práctica el INE (Instituto Nacional de Estadística) europeo, contempla esa posibilidad, como sin duda susurró al presidente al inicio de la crisis la vicepresidenta económica Nadia Calviño, doctorada «cum laude» en los vericuetos de la burocracia europea. El matiz es importante, porque si no fuera así, ahora habría que contabilizar más de siete millones de desempleados, algo que ninguno de los dos Gobiernos –el de Sánchez y el de Iglesias– se pueden permitir, aunque solo sea porque España necesita obtener algún tipo de ayuda europea, aunque no sea en las condiciones idílicas que desearían el inquilino de La Moncloa y su socio de Galapagar. Por eso, los ERTE especiales seguirán, con y sin estado de alarma, aunque también han servido como otro pretexto populista y trampa para elefantes en el enésimo intento de arrinconar a los populares que, a veces, también pican el anzuelo.
La polémica, que volverá, sobre los ERTE especiales, también ha coincidido, incluso puede ser que por casualidad, con el anuncio de los datos de paro del mes de abril, el peor abril de la historia, solo superado desde la Guerra Civil por la segunda quincena de marzo. En abril, el número de parados registrados alcanzó la cifra de 3,83 millones, mientras que los afiliados a la Seguridad Social bajaron hasta los 18,39 millones, la menor cifra desde 2016. Además, como presume la ministra Díaz, 5,19 millones de trabajadores reciben algún tipo de prestación pública, cifras imposibles de mantener. Los sindicalistas Unai Sordo (CC OO) y José María Álvarez (UGT) también celebran que los incluidos en los ERTE no sean técnicamente parados. Es cierto, pero como la mona, los parados aunque se vistan de seda con un ERTE, parados se quedan.
El Rey y la reactivación de la economía
Felipe VI mantuvo ayer una reunión telemática desde Zarzuela con los responsables del Circle d’Economia en la que trasladaron al Jefe de Estado su voluntad de seguir presentando propuestas de salida a la crisis económica que se espera cuando acabe la pandemia. En su estrategia está priorizar pactos políticos para construir un futuro inclusivo para el conjunto de la sociedad española.
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