Opinión

Pensiones: «Vuelva usted mañana»

La nueva reforma satisface la demanda social de la revalorización con el IPC, pero deja sin resolver los problemas de fondo y aplica una versión del «vuelva usted mañana», en este caso en 2027, al final de otra teórica legislatura de Sánchez

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez (c), el presidente de la CEOE, Antonio Garamendi (2d), el secretario general de UGT, José María Álvarez Suárez (i), el secretario general de CCOO, Unai Sordo (2i), y el vicepresidente de CEPYME, Santiago Aparicio (d), en la firma del acuerdo para la reforma de las pensiones
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez (c), el presidente de la CEOE, Antonio Garamendi (2d), el secretario general de UGT, José María Álvarez Suárez (i), el secretario general de CCOO, Unai Sordo (2i), y el vicepresidente de CEPYME, Santiago Aparicio (d), en la firma del acuerdo para la reforma de las pensionesBallesterosAgencia EFE

Pedro Sánchez espera estar en la Moncloa hasta 2027, si no más. Desde luego, trabaja para ello. Es consciente de que no está en su mejor momento, pero que también hay mucha legislatura por delante. Los «indepes» de Aragonés, Junqueras y Rufián también piensan lo mismo. Mejor dicho, es lo que más les conviene, lo que no impide que tensen la cuerda hasta casi el infinito. Es el riesgo, pero ya lo decía Carlos Solchaga en sus tiempos de ministro de Hacienda de Felipe González: «Al que no se no mueve no le da el aire». El jueves, Sánchez presidió en los jardines de la Moncloa la escenificación de un primer acuerdo de reforma de las pensiones, suscrito por el Gobierno, sindicatos y patronal. Hubo foto, con Sánchez, los sindicalistas Pepe Álvarez (UGT) y Unai Sordo (CC OO) y el presidente de la CEOE, Antonio Garamendi, que intenta redimirse ante su público de su visto bueno a los indultos. Gerardo Cuerva, presidente de Cepyme, que discrepaba con Garamendi, no asistió –casualidad o no– por problemas de agenda y delegó en Santiago Aparicio, uno de los vicepresidentes de la patronal. Además, Sánchez estuvo arropado por vicepresidentas y ministros. Todos querían «foto», es lo importante, y hubo foto.

La nueva y enésima reforma de las pensiones es otro «vuelva usted mañana», como diría el bachiller Juan Pérez de Munguía, el seudónimo que utilizó Mariano José de Larra. El Gobierno de Rajoy, con cierto rigor económico y estulticia política –así le fue– aprobó una reforma de pensiones en 2013, cuyos aspectos más impopulares y polémicos deberían aplicarse a partir de 2019. El equipo de Sánchez, cuando llegó al poder, retrasó todo y ahora acaba de enviarlo al desván del olvido. Se trata del famoso «factor de sostenibilidad», una fórmula compleja y confusa que conducía a reducir las pensiones futuras para garantizar el sistema ante su inviabilidad económica.

Era un empeño imposible porque iba en contra de la opinión de la inmensa mayoría de la población. Los españoles quieren más y mejores pensiones y no quieren saber cómo se financian. Todo se paga con impuestos, directos o indirectos, pero existe la ilusión –falsa– de confiar en que sean otros quienes corran con la factura. Sánchez, escarmentado en cabeza ajena, apoya un primer paso de la reforma muy popular: las pensiones se revalorizarán con el IPC, aspiración tan lógica de los pensionistas como ruinosa para las cuentas públicas, lo que obligará –en un futuro más cercano que lejano– a nuevas subidas de impuestos.

La segunda parte de la reforma de las pensiones, el « vuelva usted mañana», la más impopular, se aplaza hasta 2027. Entonces, el ahora inquilino de la Moncloa llevaría casi diez años en el poder y, sin duda, verá todo de forma diferente. Hay también algo de Lampedusa: «Todo cambia para que todo permanezca». El «factor de sostenibilidad» de Rajoy desa–parece, pero se anuncia un «mecanismo de equidad intergeneracional» para 2027. El ministro de la Seguridad Social, José Luis Escrivá, quizá desde la euforia de un pacto que ha perseguido desde el minuto uno, comentó que supondrá un esfuerzo para la generación de los «baby boomers», los nacidos entre finales de la década de 1950 y principios de la de 1970. Tendrán que trabajar más años o recibir una pensión menor. Es el gesto mínimo que puede hacer el Gobierno –y al que está obligado– ante las condiciones de Bruselas para recibir los famosos 140.000 millones de euros de ayudas europeas.

Los sindicalistas, por supuesto, no están de acuerdo, pero para 2027 faltan seis largos años y ese tiempo, en la política actual, es una eternidad. Mientras tanto, el problema, enquistado desde hace más de 30 años, es uno de los agujeros negros de la economía española y cada vez mayor. En España, las pensiones son muy generosas en relación con el último salario percibido, pero en términos absolutos –poder real de compra– son menores que las de otros grandes países de la Unión Europea y, sobre todo, están muy alejadas de las aspiraciones de gran parte de la población, por otra parte, imposibles de satisfacer. Todos los gobiernos desde la época de Felipe González son conscientes del problema, pero ninguno ha sido capaz de afrontar el asunto de cara. Ahora, la historia se repite. «Vuelva usted mañana», en 2027.

Teresa Ribera siembra dudas en el Gobierno y en el PSOE

Las posturas más radicales de la vicepresidenta Teresa Ribera sobre las medidas para luchar contra el cambio climático siembran dudas entre varios de sus compañeros de Gobierno y del PSOE. Hay unanimidad en el fondo del asunto, pero las discrepancias surgen cuando muchas de las medidas suponen subidas importantes de costes energéticos. Hay quienes creen que, sin renunciar al objetivo final, hay que ir poco a poco y evitar alzas de precios repentinas.

La moda de los préstamos de criptomonedas para obtener mayores beneficios

La última y muy arriesgada tendencia para obtener enormes y rápidos beneficios son los productos financieros basados en operaciones de préstamo de criptomonedas. Ofrecen intereses desorbitados a través de plataformas como, por ejemplo, PancakeSwap, que invierte en la moneda meme Doge, pero que como advierte «Financial Times», los clientes finales no suelen tener claros todos los riesgos. Los beneficios, además, hay que convertirlos en monedas tradicionales, con un coste elevado de comisiones. A todo eso se une la volatilidad de las criptomonedas, como la IPC ó Internet Computer, un proyecto impulsado por la fundación suiza «sin ánimo de lucro» Dfinity. Considerada como «muy prometedora» hasta hace muy poco, ha perdido el 94% de su valor, al caer de 630 a 34 dólares.