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Miedo a un black-winter
La crisis energética y la subida de la inflación aventuran un invierno para echarse a temblar
Las proyecciones que nos llegan sobre este invierno son para temblar. Positiva es la caída de los contagios COVID, pero todo lo demás tiene aspecto ennegrecido, el black-winter, el cyber-polygon, el big-reset. La crisis energética parece incontrolable, con una electricidad a precio enloquecido, escasez de gas y sin nuclear o carbón, porque en España ya casi no tenemos. Hay renovables, sí, pero en invierno funcionan regular. De modo que la energía por las nubes, los precios de muchas materias primas azotados por la escasez postvirus, la «crisis de los contenedores» y la alerta de los trabajadores del transporte marítimo internacional advirtiendo de «un colapso del sistema de suministro», a menos que se levanten las restricciones pandémicas. Lo que ocurre hoy en Reino Unido puede extenderse a Europa, dicen. Máxime si la inflación, a unos niveles no vistos en 13 años, sigue creciendo. Además, la quiebra de Evergrande podría afectar a los bancos chinos medianos y esto a su vez a un corte de la liquidez bancaria desde Beijing a la banca occidental, lo que inevitablemente repercutirá en ciudadanos y empresas europeos, con subidas de tipos, familias afectadas al no poder con sus hipotecas, economía en declive, paro y crisis de deuda pública, pues se ha llegado ya a un endeudamiento inaudito y los bancos centrales no quieren poner más dinero en el mercado sin que los gobiernos empiecen a tomar medidas draconianas como subir impuestos o recortar gastos. Eso sin contar con posibles nuevas cepas de virus, algún desastre natural y el apagón informático del que hablan los cyber-expertos. O sea, todo muy black. Pero esperemos que irreal.
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