Central nuclear de Cofrentes

El futuro de la energía es «verde nuclear»

Alemania y Francia encabezan los dos bloques, en contra y a favor, de que esta fuente, clave en la descarbonización y en la moderación de precios, se financie con bonos sostenibles

«Donde dije digo digo Diego». Así se podría resumir la estrategia de la UE en materia de energía nuclear. Si en 2019 el Parlamento Europeo en vísperas de la COC 25, que se celebró en Madrid, se inclinaba por prescindir de esta tecnología en el futuro, ahora no está para nada claro. Es más, ante la coyuntura actual, el futuro se perfila de color «verde nuclear». Y es que, con un precio de la luz disparado y con Rusia moviendo los hilos del gas a su antojo, el discurso en torno a las centrales que utilizan la fisión nuclear para producir electricidad ha cambiado. Tanto es así, que Bruselas se está planteando, incluso, otorgar la etiqueta «limpia» a esta energía, ya que se trata de una tecnología que no emite ni un gramo de CO2 a la atmósfera, lo que la vuelve a colocar en el centro del debate, especialmente si se quieren cumplir con los objetivos de transición energética.

Sin duda, la crisis energética ha pillado con el pie cambiado a la UE, que trata por todos los medios de articular medidas que rebajen la factura y garanticen el suministro de electricidad, al mismo tiempo que le permitan continuar con su objetivo de cero emisiones en 2050.

Ha sido, precisamente, en la nuclear donde ha encontrado un asidero, algo que, no obstante, está generado un encendido debate en el seno de la unión, entre aquellos estados miembros que quieren incluir a la energía generada a partir de uranio enriquecido en la conocida como «taxonomía verde» y aquellos que lo rechazan de plano. Dos bloques, encabezados por Francia (a favor) y por Alemania (en contra), y cuyas diferencias cada vez son más irreconciliables, como se ha puesto más que nunca de manifiesto en la recientemente clausurada Cumbre del Clima de Glasgow.

Junto a Francia, Bulgaria, Chequia, Eslovaquia, Hungría, Polonia y Rumanía apoyan ponerle el apellido limpio a la energía nuclear. Y es que hay que tener en cuenta que en el país galo el 70% de la electricidad que se consume tiene su origen en la misma. Recientemente, el ejecutivo de Emmanuel Macron ha anunciado una inversión de 30.000 millones para reindustrializar Francia, lo que incluye 1.000 millones destinados a la construcción de minirreactores, los denominados Small Modular Reactor (SMR), una tecnología por la que también están apostando países como EE UU, Canadá, Rusia y Reino Unido, país este último que ya ha encargado a Rolls-Royce las construcción de cinco reactores.

Etiqueta sostenible

Por su parte, Alemania se ha mostrado totalmente contraria a incluir la nuclear en la «taxonomía verde», al considerar que se trata de una energía que no es sostenible ni en términos económicos ni de medio ambiente, especialmente por todo lo que tiene que ver con el tratamiento de los residuos. Aunque el país germano reniega de la nuclear (eliminará todas sus centrales en 2022), sí se muestra partidaria de estampar el sello sostenible al gas natural que, si bien es cierto que contamina la mitad que el carbón o el petróleo, no lo es menos que emite dióxido de carbono a la atmósfera. Está por ver el camino que emprende el nuevo Gobierno de Olaf Scholzen este terreno, aunque esta semana anunció que aumentará las renovables hasta el 80% de la producción y adelantará el abandono del carbón a 2030.

¿Qué es la «taxonomía verde»? Es un reglamento europeo (2020/85), que contiene los fundamentos del sistema de clasificación de actividades económicamente respetuosas con el medioambiente, por lo que a este documento también se le ha dado la denominación de «taxonomía verde». De esta forma, se determinan qué sectores se pueden financiar con bonos verdes y, por tanto, atraer inversiones.

Las palabras de las propia presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyen: «Necesitamos una fuente de energía estable, como la nuclear y, durante la transición, gas natural», sugieren que la decisión que tomará la UE será salomónica, es decir, otorgará un papel preponderante a las dos energías en este camino hacia la descarbonización, eso sí, introduciendo algún tipo de distinción entre ellas y las renovables.

«La centrales nucleares no emiten CO2 y es una realidad que ayudan al cumplimiento de los compromisos medioambientales internacionales y europeos. Si la energía nuclear no fuese incluida en la taxonomía, se podría en riesgo la financiación de la actividad de generación eléctrica nuclear en UE, donde 13 de los 27 estados miembros disponen de centrales, que generan más de una cuarta parte de la electricidad consumida cada año», indican desde el Foro Nuclear. En este sentido, recuerdan que diversos organismos internacionales, como el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC) de Naciones Unidas, la Agencia Internacional de la Energía (AIE) de la OCDE y el Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA), han reconocido que la nuclear forma parte de la solución para la descarbonización de la economía.

Menos dependencia

Pedro Mielgo, presidente de NGC Partners, considera que sería error no denominar la actividad nuclear como sostenible. «Lo importante es que la nuclear es una energía limpia, que no emite CO2 a la atmósfera. La UE ha sido víctima durante la corrección política, sin pensar en las ventajas que ofrece. Y es que no solo reduce la dependencia energética, que en Europa es mucha, sino también otro tipo de la que se habla menos y que es igualmente importante, como la industrial», explica.

Por su parte, en España, y pese al debate, el Gobierno continúa adelante con su calendario para «apagar» definitivamente los siete reactores nucleares que hay actualmente en funcionamiento en nuestro país en 2035. El Plan Nacional Integral de Energía y Clima 2021-2030 (Pniec)recoge un cierre escalonado, que comenzará en 2027 y concluirá ocho años después. Según esta previsión, el de Almaraz I será la primero en dejar de funcionar, en 2027; seguido del de Almaraz II (2028), Ascó I (2029), Ascó II (2030), Cofrentes (2033), Vandellós II (2034) y Trillo en 2035.

Ante este inminente cierre, Mielgo defiende la eficiencia del sistema nuclear español. «El modelo de centrales nucleares desplegado en España se ha demostrado eficaz durante años e, incluso ha sido imitado por otros países. Hay que recordar que, en las plantas españolas, el 90% de empleo es nacional, como también lo son los componentes y los elementos que se utilizado para sus construcción y funcionamiento, en contraste, por ejemplo, con otras plantas, como las fotovoltaicas, en la que el 60% de los paneles provienen de China. Las minas de uranio, que eran muchas en España, también se han cerrado, por lo que ahora tenemos que importarlo. Aún así, resultan mucho más fiables los socios a los que les compramos este elemento que los que nos venden gas o petróleo», apostilla.

Desde la Fundación de Estudios de Economía Aplicada (Fedea), ya han advertido de que si cuando las centrales comiencen a «apagarse», la renovables aún no están funcionando a pleno rendimiento como prevé el PNIEC, habrá que recurrir al gas, lo que, además de generar emisiones, encarecerá considerablemente la factura energética, incluso más que ahora. «Hoy es impensable cerrar una nuclear y, en 2027, habrá que verlo», afirma Diego Rodríguez, catedrático e investigador de Fedea.

Hoy en día, 16 de los 33 países que tienen centrales nucleares (con 442 reactores en total) están concediendo autorizaciones para operar sus reactores más allá de los 40 años. En este sentido, en Estados Unidos, que ha sido un referencia en tecnología nuclear a lo largo de la historia, el 90% de la flota nuclear ha renovado sus licencias de operación hasta los 60 años, y otros países están siguiendo la misma senda, con una extensión que podría alcanzar los 80 años (en España, cuando se completen los cierres, su vida media habrá sido de 46 años). Pero no solo se están renovando licencias, sino que se está desarrollando nuevos reactores. Actualmente, hay 51 en construcción en el mundo, especialmente en aquellos países que pertenecen a la denominada «comunidad nuclear», como son EE UU, Rusia, Francia, Corea del Sur, Japón o Finlandia, además de otros muchos que se encuentran en fase de contratación y planificación.

Nucleares en Europa
Nucleares en EuropaTania Nieto

«La energía nuclear está mejor que nunca. Una nueva generación de reactores, la IV, está por llegar, que se unirán a los ya muy avanzados SMR», asegura Gonzalo Jiménez, investigador y profesor de Tecnología Nuclear a la newsletter del Foro Nuclear. Precisamente, los expertos apuntan a que los minirreactores podrían ofrecer una respuesta eficaz a los desafíos energéticos del futuro, ya que se pueden adaptar a sistemas eléctricos de muchos tamaños, lo que supondría una mayor flexibilidad y un menor coste.

Los siete reactores en funcionamiento hoy en día en España tienen una potencia bruta instalada de 7.399 MW, que generan cada año en torno al 20% de la energía consumida en nuestro país, lo que la convierten en la primera fuente de producción del sistema eléctrico español, y evita anualmente la emisión de 30 millones de CO2 a la atmósfera, según datos del Foro Nuclear. En relación a los precios, desde la asociación que representa a la industria nuclear española, mantienen que esta energía no presiona los mismos. «El mercado mayorista de electricidad sigue un esquema marginalista, es decir, el precio de la última tecnología que casa demanda y oferta es al que se retribuye toda la energía eléctrica necesaria en una hora determinada del día, teniendo en cuenta que la casación se realiza por orden creciente de precios. El parque nuclear siempre ofrece su producción de electricidad a coste cero. Por los tanto, en el que caso de que no pudiera ofrecerla (por ejemplo por una parada de recarga o por una indisponibilidad sobrevenida), dicha electricidad sería sustituida por la producida por otra tecnología con un precio mayor, con lo que el precio marginalista para esa hora se incrementaría, ya que la casación se desplazaría hacia precios mayores», explican.

Las condiciones meteorológicas de este año, con menos viento y pluviosidad, han puesto de manifiesto la enorme fragilidad de la dependencia de las energías renovables. Y es que las tecnologías de almacenamiento de electricidad de fuentes limpias, como el hidrógeno verde, aún están lejos de ser eficientes.

Así las cosas, Jiménez cree que la tecnología nuclear debe tener un papel activo y visible en la transición energética. «El desarrollo de la tecnología nuclear ha costado muchísimos años de inversión en ciencia y tecnología –incluyendo la participación de algunas de las mentes más brillantes de la historia–, por lo que los vaivenes políticos no deberían echar a perder lo que tanto esfuerzo a costado», destaca el experto.

La seguridad

Quizá el debate más controvertido en torno a la energía nuclear es el que tiene que ver con la seguridad. Los accidentes de Chernobyl y Fukushima Daiichi pusieron de manifiesto los efectos devastadores que puede provocar un accidente. Luis Enrique Herranz, responsable de investigación en Seguridad Nuclear de CIEMAT, manifiesta al foro que, a raíz del desastre en la central nuclear japonesa, la seguridad de las centrales se ha optimizado. «Desde entonces, muchas mejoras han sido introducidas. Así, se han revaluado los efectos potenciales de seísmos e inundaciones de cada emplazamiento y se han añadido medios para reforzar el mantenimiento de las funciones de seguridad en caso de grandes desastres naturales. También se han introducido nuevos equipos y componentes que permiten una mejor gestión de sucesos con potencial daño al núcleo del reactor y, en caso necesario, de la mitigación de sus consecuencias y, finalmente, una revisión y refuerzo de los planes de emergencia establecidos», expone.

De esta forma, la crisis energéticaha colocado la energía nuclear, una fuente que parecía desahuciada y condenada a desaparecer, como una alternativa factible para sustituir a las fuentes fósiles y, cumplir con los objetivos de la transición energética y, de paso, contribuir abaratar la factura eléctrica que tantos dolores de cabeza provoca últimamente.

¿Qué hacemos con los residuos?
La mayor parte de los residuos radioactivos generados por las centrales españolas (cerca del 95%) son de muy baja, baja y media actividad. Éstos se depositan de manera definitiva en el almacén de El Cabril, en Hornachuelos (Córdoba). Su sistema de almacenamiento se fundamenta en la interposición de barreras de ingeniería (contenedores y celdas de hormigón) y barreras naturales y artificiales (capa de cobertura), que los aislan de forma segura hasta que se convierten en sustancias inócuas. Actualmente, se está avanzando en nuevas soluciones para el tratamiento de estos residuos radioactivos. Ejemplo de ello es la investigación financiada por la UE para la separación de las especies radioactiva y su conversión en formas más seguras. Los productos de las separación y transmutación son menos peligrosos y algunos incluso pueden ser reutilizados en los reactores nucleares, lo que reduce el volumen de desechos.