En manos del gas como energía base
¿Se puede controlar el precio eléctrico?
Alemania no solo no cerró las centrales de carbón sino que construyó más. En España cerramos el carbón y las nucleares. Solo quedará el gas
El Gobierno afirmó que el actual episodio de precios altos de la energía eléctrica y del gas cesaría al finalizar el invierno (la época de alta demanda), pero las previsiones actuales no son tan optimistas. Los futuros de electricidad y de gas señalan un año 2022 con precios muy altos, y no se vislumbra una normalización, al menos relativa, antes de mediados de 2023, o incluso más allá. ¿Pero qué puede hacer un gobierno para controlar los precios o paliar las consecuencias de la carestía? El Gobierno no puede influir en los mercados internacionales de petróleo, gas y carbón que, además, están muy interrelacionados, como esta crisis está demostrando. Pero podría aprender de lo que ocurre a diario y del análisis prospectivo del futuro a medio plazo.
En enero de este año, la tormenta Filomena, con la ola de frío que recorrió buena parte de Europa, hubo un episodio de precios altos de gas y de electricidad, que dio señales claras de la sensibilidad de los precios del gas a la demanda, que debería haber servido para diseñar algunas medidas y revisar otras de la actual política energética. No parece que se haya hecho nada semejante.
Cuando Alemania lanzó su Energiewende algunos pensaron solo en sumarse a la manifestación. Pero Alemania, una vez cometido el error de adelantar el cierre de sus centrales nucleares, no solo no cerró las de carbón, pues eran la única generación de base con que podría contar más adelante, sino que construyó otras nuevas. Ni los Verdes protestaron. ¿Se entendió aquí el por qué de esa decisión?
El gobierno Merkel la justificó como reserva estratégica. Efectivamente, el tiempo le ha dado la razón. El gasoducto Nordstream 2 empezó a fraguarse hace ya una década, y hoy es evidente que era una decisión también estratégica a largo plazo. Mientras Von der Leyen dice que en la transición necesitaremos el gas (sin decir si después también), el gobierno de su país apoya infraestructuras que le asegurarán una parte considerable de su consumo de gas natural y ha colocado al ex canciller Schroeder como consejero de Rosneft desde 2017 y ahora, presidente. Polonia tampoco ha dejado de generar electricidad quemando su carbón doméstico. No debe sorprender que Alemania y Polonia sean los países que han tenido, en promedio, los precios de la electricidad más bajos de Europa en los últimos meses.
En España, estamos cerrando las centrales de carbón y planeamos cerrar las nucleares. Para suministrar energía de base solo nos quedará el gas, que, con los precios actuales, es la tecnología más cara. En los últimos cuarenta años, ningún gobierno español ha llevado a cabo ni publicado un análisis de prospectiva energética. ¿Cómo se puede diseñar una política energética y prepararse para escenarios duros sin una prospectiva energética, económica, industrial, y un análisis de impactos de diversas opciones políticas? Las cuestiones relativas a la energía son todas de largo plazo. La política del corto plazo es siempre equivocada; en materia de energía es sencillamente suicida. Las consecuencias de las decisiones que se tomen, acertadas o equivocadas, pesarán durante décadas. Es preciso ver los problemas desde lejos y prepararse con mucha anticipación. No todo es previsible, pero saber entender los signos de los tiempos ayuda mucho.
A corto plazo, se pueden bajar los impuestos y tasas que distorsionan los precios (aunque se podría hacer más) y encarecen la energía, y ayudar a los consumidores vulnerables, y poco más. A largo plazo hace falta algo más: humildad, menos ideología, más realismo y contar con la sociedad (sectores económicos, expertos, partidos políticos).
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