IPC
Alemania, con la mayor inflación desde la II Guerra Mundial, pone en peligro la economía europea
Algunos productos básicos de la cesta de la compra han aumentado más de un 30% su precio, con consecuencias directas en la UE
Los consumidores alemanes se enfrentan a una subida de precios inusitada. A la inflación de más del 7% registrada en marzo, se une ahora el aumento de los precios al productor, que según el cálculo anual realizado por la Oficina Federal de Estadísticas ha llegado en marzo al 30%. Es el mayor incremento desde la II Guerra Mundial y expertos y Gobierno advierten que se irá pasando a los clientes. «La responsabilidad de los riesgos macroeconómicos actuales la tiene en exclusiva la Rusia de Putin», explicaba el Ministro de Finanzas alemán Christian Lindner del partido liberal FDP en Washington esta semana en un congreso del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial.
Y es que uno de los motivos para esta escalada de precios se encuentra en las consecuencias directas de la invasión rusa a Ucrania, las sanciones sobre las exportaciones de petróleo y carbón, así como el alza del precio de la energía, debido en parte a éstas. Uno de los mejores ejemplos que ilustran el aumento de precios es el de uno de los platos de comida rápida favoritos de los berlineses, el Döner, que hasta ahora costaba unos 3,5 euros y ahora cuesta casi el doble. La factura de la luz, pero también el elevado precio del aceite de girasol, ha llevado a muchos locales a tachar también las patatas fritas de su menú. Algunos productos, como la mantequilla, han aumentado un 20% su precio desde comienzos de año. Los tomates o los pepinos, que tienen que ser transportados desde más lejos, hasta el 30%.
La Confederación de Asociaciones al Consumidor, que en Alemania ejercen una función estatal, han pedido al Gobierno bajar el IVA a los alimentos. Entretanto, una start up llamada «Smhaggle» ofrece una comparativa de precios de alimentos en los supermercados para ahorrar supuestamente «hasta un 30%» y ya tiene 100.000 usuarios según sus propios datos. Algunos supermercados han comenzado a bajar la calefacción o reducir la iluminación para ahorrar costes. La subida de precios no se limita a la cesta de la compra, sino que se extiende por prácticamente la totalidad de servicios y productos, con especial aumento en las facturas de la electricidad y la gasolina.
La coalición del socialdemócrata Olaf Scholz ha anunciado una bajada de impuestos a la gasolina de junio a agosto y un programa de créditos para empresas que se vean afectadas por los altos precios de la energía. Los empleados alemanes recibirán un bono de 300 euros para compensar los crecientes gastos y un bono de transporte reducido de 9 euros al mes durante tres meses. La estrategia consiste en continuar con los intereses bajos de los bancos centrales, explicaba Lindner en los EE UU, para que los países en desarrollo no se declaren en suspensión de pagos y se provoque una serie de quiebras descontroladas. Lindner señaló a China como uno de los responsables, capaces de realizar quitas de deuda en casos determinados.
El diario Wirtschaftswoche explicaba en un comentario que esta estrategia de «transferencias en metálico a los ciudadanos no es la solución adecuada», ya que no se trata solo de un aumento de precios sino de una caída de la oferta, debido a problemas de distribución globales relacionados no solo con la guerra en Europa, sino también con las medidas anticovid en China. Es por ello que propone al gobierno «explorar nuevos mercados y crear condiciones atractivas para las inversiones extranjeras».
Esta situación puede afectar de forma directa al resto de economías europeas, ya que si Alemania –el motor económico de la UE– ralentiza su crecimiento, el resto de economías lo harán en un efecto dominó de «temibles consecuencias», auguran los expertos, que no descartan que la inflación se dispare a dos dígitos.
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