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Economía

El arte de la guerra en el siglo XXI

La inversión en defensa en España, realizada en instalaciones para producir equipos y desarrollo tecnológico, tendría un impacto del 1,7% en el PIB en los próximos años

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, comparece en el Congreso de los Diputados Alberto R. RoldánLa Razón

Sun Tzu (544-470AC), el general chino, autor de «El arte de la guerra», de cuya existencia real sin embargo hay dudas, defendía que «la mejor victoria es vencer sin combatir». Además explicaba que «maniobrar con un ejército es ventajoso, pero maniobrar con una multitud indisciplinada es peligroso».

Emilio Botín (1634-2024), padre de Ana Botín, presidenta del Grupo Santander, puso de moda al militar y pensador chino en España cuando, hace bastantes años, incluyó una de sus sentencias en una de las memorias anuales de la entidad que presidía. Desde entonces, es citado con frecuencia, sobre todo en el mundo de los negocios, entendido por muchos como una guerra permanente, algo que no aconsejaba ni tan siquiera Maquiavelo (1469-1527): «Estar siempre en guerra no es posible ni tampoco pagarla siempre», escribió el florentino en su propio «El arte de la guerra».

Europa, que vivía en una especie de Arcadia feliz, con problemas, pero feliz, de repente se ha caído del caballo ante las intenciones –expansionistas– de Vladimir Putin y la desafección de Donald Trump, que pretende que los europeos paguen su defensa.

Todo de repente, lo que obliga a reacciones rápidas. El problema, como casi siempre, es el dinero. Europa, no queda más remedio, tiene que invertir más, bastante más, en defensa, un capítulo que, salvo en los países limítrofes con Rusia, parecía olvidado.

Los países miembros de la OTAN acordaron en 2014 incrementar el gasto en defensa hasta el 2% de sus respectivos PIB, pero en 2024 bastantes países europeos estaban lejos de alcanzar ese objetivo, incluida España, por supuesto, que asumió ese compromiso en tiempos de Mariano Rajoy, como recordó –en un intento de estigmatizar al PP– Pedro Sánchez en comparecencia en el Congreso el miércoles para, en teoría, explicar sus planes en este terreno.

Todo se redujo, sin embargo, al anuncio de un vago plan de defensa que pretende presentar en junio. El presidente español, sin duda, baraja la posibilidad de utilizar una cláusula de los Presupuestos Generales del Estado de 2021, que permite reasignar «créditos» –partidas de gasto– entre ministerios sin pasar por el Congreso, que es lo que le pide no solo la oposición de Núñez Feijóo, sino hasta una parte de sus socios parlamentarios, de izquierdas y de derechas, ya sean los «indepes» de ERC o el PNV, de cuyo grupo parlamentario se ha despedido Aitor Esteban, el del tractor, para liderar su partido.

El gasto en defensa tiene numerosas aristas. La OTAN establece cuatro categorías: gasto en equipo; en personal; en infraestructuras y el habitual capítulo de otros, que también detalla. Ahora, el equipamiento es la categoría clave. De hecho, incluso antes de las amenazas de Trump, la OTAN ya estimaba que la adquisición de equipo de defensa debería representar el 20% del gasto total y los especialistas en defensa del Instituto Kiel y de Bruegel indican que Estados Unidos dedica hasta el 30% de su presupuesto de defensa a equipamiento.

El Reino Unido, en donde el nuevo primer ministro Keir Starmer ya ha anunciado un aumento del gasto, ha llegado a dedicar hasta el 35% de su presupuesto a ese concepto. La UE, mientras se ha quedado atrás y apenas roza el 30%, con Italia a la cola. España está algo por delante, pero no hay datos desglosados.

La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen ha propuesto un plan de rearme –ha cambiado el nombre para contentar a algunos, entre ellos a Pedro Sánchez– por importe de 800.000 millones que, sin embargo, deberán ser asumidos, en su mayor parte, por cada uno de los países.

El inquilino de la Moncloa sueña con «transferencias» europeas, sin contrapartidas, pero no parece probable. No lo dice, pero sabe que España tendrá que superar el 2% de gasto en defensa y, aunque no se alcance el 5% recomendado por la OTAN a largo plazo, sí será necesario hacer un esfuerzo considerable. Eso sí, podría tener recompensa en términos de crecimiento y de incremento de la productividad.

Los expertos de Santander Corporate & Investment Banking han elaborado un primer informe en el que calculan el efecto multiplicador de los gastos en defensa y estiman que la economía española sería una de las que saldría más beneficiada. Parten de tres escenarios diferentes de inversión. En el de mayor aumento del gasto, concentrado en capacidad instalada para producir equipos y desarrollar tecnología, el impacto en el crecimiento supondría un 1,7% más de PIB hasta 2030, frente al 1,3% de la Eurozona o del 1,2% de Francia.

Quizá el arte de la guerra en el siglo XXI. Sólo hace falta tomar la decisión, pero maniobrar con una multitud –en este caso de aliados parlamentarios– indisciplinada es peligroso, como escribió, fuera quien fuera, Sun Tzu .