Sindicatos
Cilleros, la maldición del «oficialismo»
En algo coincidieron ayer los dos bandos a suceder al que fuera secretario general de UGT durante 22 años: la posibilidad de una derrota de Miguel Ángel Cilleros sería interpretada como un castigo a los últimos años de gestión de Cándido Méndez.
Pese a que Cilleros contaba con un fuerte respaldo de las bases, con el apoyo explícito de la cúpula saliente del sindicato y con un ambicioso programa de renovación y transparencia absoluta, la etiqueta de candidato «oficialista» no le ha beneficiado en la carrera para suceder a Méndez. Por eso, Cilleros ha querido desligarse en los últimos días de su vinculación a la «vieja guardia» del sindicato.
Evitó la etiqueta que le colgaron los partidarios de Álvarez y se mostró muy critico con la falta de respuesta de todo el sindicato –sin personificar en Méndez– ante los casos de corrupción que ha vivido UGT en los últimos tres años de gestión del secretario general saliente.
Cilleros prefirió centrar su discurso en la necesidad de que el sindicato ponga las cuentas negro sobre blanco, empezando por la figura del secretario general. Así, se comprometió a hacer públicos sus ingresos como consejero de Adif y Renfe, y la entrega de los mismos a UGT.
Asimismo, entre las líneas maestras de su programa de acción puso especial hincapié en la creación de una comisión de control independiente en la que figurarían personalidades relevantes ajenas al sindicato para asegurar la absoluta transparencia en la gestión de las cuentas.
Igual de beligerante se ha mostrado con el desafío nacionalista catalán, alineándose con las tesis mantenidas hasta ahora por la cúpula saliente. Sin ambigüedades, criticó la vía defendida por Álvarez.
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