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Draghi: ¡Ayuda!

La Razón
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El nuevo cuadro macroeconómico es una carta dirigida a los dirigentes de las instituciones europeas a su propia petición. Ellos ya la conocían y estaban de acuerdo. El comisario europeo grabó sus declaraciones horas antes del Consejo de Ministros. Por eso, De Guindos afirmó que la UE estaba conforme. En particular con la revisión al alza de los déficits públicos para este año (6,3%) y el siguiente (5,5%). Un respiro para las finanzas que dirige Montoro. En resumen, es una carta que pide ayuda para que no se cumpla la dramática cifra del 24% de desempleo en la economía española prevista en 2016.

No es la única misiva que va a recibir Europa. Los empresarios alemanes han enviado otra. Su confianza en la economía ha caído dos meses consecutivos, según datos del Instituto de Economía de Múnich. Las carteras de pedidos de sus industrias disminuyen y, aunque mantienen el tono económico, las perspectivas descienden. Los países del sur, sometidos a una política de austeridad, se están desmoronando; su consumo desciende y, por ende, sus importaciones. Entre otras, las de productos alemanes. De manera que los empresarios germanos avisan de que, si no se hace algo, la recesión sureña se extenderá a toda la UE.

De todos los instrumentos de política económica europeos, el más ágil es el BCE. Las reformas estructurales son más serias, pero tardan en tener efectos. Sólo el BCE puede tomar decisiones a corto plazo. Las más rápidas son: la subida o bajada del tipo de interés; la compra y venta de activos en el mercado, como son los bonos soberanos de los países; la emisión y retirada de los deseados eurobonos; o la creación de líneas especiales de crédito con objetivos finalistas a distribuir por la banca comercial.

Bajar los tipos de interés reactiva la economía. Comprar bonos soberanos de países en riesgo reduce su prima de riesgo y, en consecuencia, el déficit público de los países ahogados por el servicio de la deuda. Emitir eurobonos tendría los mismos efectos. Crear líneas finalistas de crédito a las pymes y el consumo reanimaría la economía vía creación de demanda y fortalecimiento de la oferta. Además, todo ello tendría como consecuencia la bajada de la cotización del euro, lo que empujaría las exportaciones hacia otras economías, en particular las emergentes. Economías en las que Europa compite con el dólar y el yen, devaluados debido a las políticas expansionistas de la Reserva Federal y el Banco Central japonés. Todas estas medidas serían útiles para la economía a corto plazo.

Mr. Draghi, el presidente del BCE, es el principal receptor de ambas cartas. Entre líneas, en ambas se lee: ¡Ayuda! Si el BCE no responde, la economía de la zona euro se apagará poco a poco, en espera de una recuperación que se alargará más allá del 2016. Entonces la situación económica influirá en la política y, vistos los ejemplos griego e italiano, los parlamentos se llenarán de formaciones extrañas que los fragmentarán y harán difícil la gobernabilidad. La tentación populista crecerá. La extrema derecha y la extrema izquierda crearán un panorama nada alentador.

Los macroeconomistas liberales ortodoxos criticarán estas propñuestas. Anunciarán que generarán inflación. Dudoso. Cuando hay capacidad productiva excedentaria, el aumento de la demanda no tira los precios al alza. Por favor, Mr. Draghi, es hora de que el BCE demuestre que no es prisionero de los intereses electorales de un determinado político.

J. R. Pin Arboledas es Profesor del IESE