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El manguerazo de Draghi dispara la bolsa un 3,3% y hunde el coste de la deuda

La Razón
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Desde que el Banco Central Europeo (BCE) lanzó el pasado 9 de marzo su ambicioso programa de deuda pública, con inyecciones de 3.300 millones de euros diarios y un total de 60.000 millones mensuales hasta, al menos, septiembre de 2016, el principal indicador de la bolsa española se ha revalorizado un 3,37%. El Ibex 35 ha pasado de los 11.054 puntos a cotizar a 11.427,4 en el cierre del pasado viernes. Una recapitalización de 17.567 millones.

La política de expansión cuantitativa (QE, por sus siglas en inglés) anunciada a principios de mes por el presidente del BCE, Mario Draghi, ha inyectado ya 26.300 millones de euros, según los últimos datos consolidados hasta el 20 de marzo, provocando una caída de los tipos de interés del bono alemán a diez años, la referencia para establecer, por ejemplo, la prima de riesgo de los distintos países miembros de la eurozona y empujando a los inversores en los mercados financieros europeos de la renta fija a la variable o a buscar deuda de países solventes con mayor interés.

Así, la rentabilidad del «bund» a diez años cotiza por primera vez en su historia por debajo de su homólogo nipón. A cierre del pasado viernes, el tipo de los títulos de deuda soberana germana de referencia alcanzó 0,21% por el 0,38% del japonés. Todas las predicciones apuntan a que la deuda alemana a una década acabará en intereses negativos más temprano que tarde. De hecho, los bonos teutones a 5 años se encuentran en negativo desde hace tiempo (-0,094% en el cierre del viernes pasado). Aunque el flujo de liquidez del BCE pretende fundamentalmente insuflar un mensaje de confianza y estimular a los bancos para que aumenten la concesión de crédito a las empresas y las familias, dinamizando con ello el consumo y alejando el fantasma de la deflación, lo cierto es que es un factor decisivo en la estabilización de la deuda soberana.

El pasado 9 de marzo, cuando comenzó el programa de compra masiva, el tipo de interés del bono alemán a diez años estaba al 0,31%. Desde entonces, se acerca a tipos negativos a marchas forzadas. Parte de su incidencia en la cotización de los bonos ya había sido descontada de antemano después de que Draghi pasara varios meses deshojando la margarita. Los mercados daban por segura la inyección de capital del BCE y, por eso, Finlandia se convirtió ya en febrero pasado en el primer país de la eurozona en vender bonos a cinco años con rentabilidades negativas. Los inversores pagaron por comprar deuda finlandesa, algo que se ha repetido con otros bonos a un lustro de países del eurosistema, como Francia, Bélgica, Dinamarca Holanda o Austria y, por supuesto, Alemania La tendencia se ha trasladado también a la deuda corporativa europea.

Con el 16% de la deuda emitida en bonos soberanos con rentabilidades negativas y nueve estados de la eurozona con tipos en rojo, el chocolate se convirtió poco antes del plan del BCE en valor refugio con la emisión por parte de Nestlé de bonos con vencimiento en 2016, en la que los inversores pagaron por el privilegio de financiar al -0,008% a la multinacional suiza, la más grande del sector agroalimentario, en un país donde la deuda de hasta 13 años ya está en negativo. Como la emisión se realizó en euros, la única esperanza de los inversores es que el tipo de cambio del euro les sea favorable dentro de cuatro años. Eso y la necesidad de tener su dinero en activos de alta calidad.

La situación se repitió con otra emisión de la petrolera anglo-holandesa Shell y llega hasta las hipotecas. La entidad financiera sueca Nordea Credit, que opera sobre todo en Escandinavia, anunció que algunos de sus clientes con sus hipotecas a tipo variable estaban empezando a pagar tipos negativos por las mismas del -0,03%. Con cerca de 1,5 billones de bonos soberanos europeos en rentabilidades negativas, el dinero busca salidas seguras y algo más rentables.

En este sentido, la deuda española ofrece una excelente perspectiva. La caída del bono alemán con el QE ha aumentado levemente la prima de riesgo y los bonos a diez años aún ofrecen un 1,34% tras los mínimos de mediados de marzo, y el de cinco años se resiste en pasar a tipos negativos con un 0,607% de interés. La fiabilidad está fuera de toda duda, más aún con las proyecciones de crecimiento de la economía española, revisadas una y otra vez al alza por todas las instituciones nacionales e internacionales. Con estas perspectivas, los bonos de los países periféricos solventes están ganando atractivo como refugio. Pero también la deuda estadounidense está ganando terreno como resultado de la política monetaria del BCE. Mientras Europa inyecta dinero, la Reserva Federal retira los estímulos que introdujo desde 2009. La rentabilidad de los bonos americanos a diez años se encuentra al 1,96%. En la eurozona ni siquiera Portugal, con su bono de referencia al 1,76%, ofrece ese interés. Sólo Grecia lo supera, pero con riesgos mayúsculos.

Desde el inicio de las compras, el bono en el que más se ha reducido la rentabilidad exigida por el mercado ha sido el estadounidense. El movimiento de capital hacia la deuda estadounidense es aún más notable en los tramos largos de emisiones ante la amenaza de la subida de tipos de interés al otro lado del Atlántico, que podría adelantarse si las referencias macroeconómicas en aquel país siguen mejorando. También la deuda británica gana adeptos, con rentabilidades en el bono de referencia (1,54%) superiores a la española. Mientras, los mercados de renta variable europeos se frotan las manos a la espera del capital que deserta de la deuda.

El euro, más débil frente al dólar

Desde que Mario Draghi anunciase el programa de compra masiva de deuda soberana, el euro se ha depreciado de forma notable frente al dólar. El viernes, un euro se cambiaba por 1,08 billetes verdes.

Un euro débil es lo que las exportaciones europeas estaban esperando, pues permite a las empresas vender más barato fuera de la Unión Europea. En el caso de España, su efecto sobre el turismo también es notable, pues los visitantes que vienen de países de fuera de la Unión lo hacen por menos dinero. Es el caso, por ejemplo, de los británicos, uno de los mercados más importantes para el sector turístico español. La contrapartida es que el ahorro que se logra por la caída del precio del petróleo es menor dado que en este sector se negocia en dólares.