Salarios
Es la hora de subir los sueldos, pero...
Las subidas de sueldo propician el consumo
Es la hora de subir los sueldos, pero si las alzas no se ajustan a la productividad de cada empresa, se destruye empleo. En la coyuntura actual, fijar una subida del 2% dejaría de crear unos 110.000 puestos de trabajo.
«Ha llegado el momento de aumentar los salarios», aseguraba hace unos días Mario Draghi, presidente del BCE. Y lleva razón. Las subidas de sueldo propician el consumo y, por ende, el crecimiento económico. Pero si se acometieran de manera desproporcionada en países como España, donde la tasa de paro continúa disparada, supondrían un jarro de agua fría al optimismo derivado del todavía debilitado mercado laboral.
La patronal y los sindicatos se encuentran en pleno proceso de negociación para acordar las alzas salariales de cara al próximo año. Y si para 2016 fijaron subidas de hasta el 1,5%, los convenios las han subido en septiembre un 1,08%, lo que demuestra que no todas las compañías tienen margen suficiente como para hacer frente a los incrementos. De hecho, tres cuartas partes de las empresas continúan en bases imponibles negativas. Desde los sindicatos propusieron en un principio alzas del 4%, que resultarían desorbitadas para las compañías enclenques por los estragos de la crisis. Pero se han mostrado dispuestos a ceder en sus pretensiones siempre y cuando se fomente el empleo fijo. El acuerdo, finalmente, podría cerrarse en torno al 2% de subida salarial en términos generales.
Mientras que durante las fases expansivas de la economía, empleo y salarios pueden subir al compás, en épocas de recesión los incrementos salariales fijados por decreto destruyen puestos de trabajo. España crecerá este año por encima del 3% y todo parece indicar que ha llegado el momento de subir los sueldos. Sin embargo, si estos no se ajustan a la productividad de cada empresa podría encrudecerse la sangría del mercado laboral, ya que muchas de ellas se verían abocadas a reducir sus plantillas. Según cálculos realizados, en la coyuntura actual fijar una subida de salarios del 2% supondría dejar de crear unos 110.000 puestos de trabajo en España.
Pese al hundimiento próximo al 8% que sufrió el PIB entre 2007 y 2009, los salarios se mantuvieron al alza, lo que disparó la tasa de paro desde el 8% hasta el 22% y obligó, posteriormente, a ajustar de manera importante los sueldos. Los salarios –como cualquier otro precio– tienen un fundamento basado en la tradicional ley de la oferta y demanda, por lo que deben establecerse en el punto de equilibrio. Y en la medida que no sea así lo sufrirá el mercado laboral, al generarse una oferta superior a la demanda. En este sentido, son una consecuencia de las condiciones económicas. Cuando el paro es muy elevado las negociaciones salariales benefician a los empresarios, dado que los sindicatos se debilitan y pierden capacidad de presión, lo que favorece la moderación salarial durante las caídas de producción. Por el contrario, cuando el empleo aumenta, los sueldos suelen fijarse al alza. En 2015, y según datos del INE, el sueldo medio en España fue de 22.850,57 euros.
Si se subieran los salarios sin una merma importante de los beneficios empresariales, el crecimiento del PIB aceleraría, beneficiando al consumo y la inversión. No obstante, si la subida resulta excesivamente elevada podría suponer el principio del fin del ciclo expansivo. Un aumento de los sueldos reales –sin inflación– o de los salarios negociados en convenio implica un incremento de la renta disponible. Pero si las alzas no van acompañadas de aumentos de la productividad es posible que se compensen con ajustes de personal.
Los manguerazos de Draghi no han servido para acercar los índices de precios al objetivo del BCE. De ahí, las declaraciones de su presidente. Y es que los salarios constituyen los costes más importantes de las empresas, por lo que un aumento de los mismos suele terminar generando inflación y, a la postre, podrían apresurar la subida de tipos de interés.
Manuel Hidalgo, profesor de Economía de la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla, asegura que en España deberíamos esperar mayores aumentos salariales. Sin embargo, «dada la elevada tasa de desempleo aún es pronto para acometer importantes subidas, aunque ya deberíamos estar observando algunas reacciones al alza mayores de las registradas años atrás».
Productividad
Ligar los salarios al IPC puede dinamitar el mercado laboral, porque las empresas con poco margen de beneficios se verían obligadas a reestructurar sus plantillas e incluso a echar el cierre. Al vincular los salarios a la inflación pueden subir los precios. Y si los precios aumentan, los sueldos sólo se incrementan nominalmente, debido a que la supuesta mejora salarial se merma con el encarecimiento de los productos. Si los precios no suben, pero los sueldos sí, el margen de beneficio empresarial se reduce. Por ello, no se pueden subir los salarios con respecto a los precios, sino que las alzas deben acometerse en función de la productividad de cada empresa.
Rafael Pampillón, profesor del IE Business School y de la Universidad CEU San Pablo, explica que aupar los salarios sin aumentar la productividad supone incrementar los costes por unidad de producto, lo que se trasladaría a los precios causando pérdidas de competitividad. Y los aumentos de los costes laborales generan distorsiones en el mercado laboral e incrementan el desempleo. «Es el mismo efecto que se produce cuando se sube el salario mínimo». En cambio, «cuando aumentamos los salarios con la productividad se está retribuyendo al trabajador por el esfuerzo que realiza, evitando pérdidas de competitividad y desinversiones de capital».
Para fijar los salarios en función de la productividad, ésta debería medirse. Y a la hora de medirla existen diferentes ratios: producción/ horas de trabajo, ventas/ horas de trabajo, producción/ número de trabajadores, ventas/ números de trabajadores...
Pampillón defiende que remunerar según la productividad significa pasar de la cultura del salario fijo a otra donde existe una parte variable, que se debería vincular a la productividad a través de fórmulas claras y controlables que permitan medir el comportamiento laboral del trabajador. Por ello, la parte variable no se tendría que vincular a otros factores, como los beneficios empresariales, que pueden aumentar o disminuir en función de circunstancias ajenas al esfuerzo del empleado.
«La cultura de tener un sueldo fijo es positiva para la tranquilidad personal, pero no para la economía». Y Pampillón sostiene que cuando un trabajador es consciente de que, más allá de lo que se afane –de su productividad, en última instancia–, tendrá garantizado un sueldo equivalente al del resto de sus compañeros tenderá a reducir su esfuerzo, lo que lastrará la competitividad de su empresa y, por ende, la del conjunto de la economía.
Hidalgo afirma que una subida de sueldos elevaría el consumo e incluso permitiría una mayor inflación, alejando la economía de la trampa de la liquidez, pero reconoce que si las alzas son excesivas pueden constituir un freno a la creación empleo. «En algunos sectores es posible y necesaria esta subida, mientras que en otros todavía no, debido al incremento de los costes laborales unitarios que se produciría si estos aumentos no van ajustados a la productividad», agrega.
Aunque la moderación salarial haya sido muy útil durante los años más duros de la crisis para ganar competitividad y sanear las empresas, «hay razones poderosas para subir los sueldos». Carlos Martínez, director general de IMF Business School, recuerda que mientras que el IPC ha estado sólo cuatro meses en positivo en los últimos años, los sueldos han bajado de media un 6% y los precios apenas se han modificado. Aun así, advierte de que no se pueden subir de forma indiscriminada, sino que las empresas tienen que mejorar su productividad y ligar las subidas a dicha variable. Martínez defiende que hoy en día las compañías cuentan con mayores márgenes que hace unos años y que este diferencial debería repercutir en los trabajadores. Pero revela que aunque una subida de sueldos aumentaría a corto plazo la demanda de consumo, el crecimiento económico y, con ello, la recaudación fiscal y de la Seguridad Social, «si no se hace de forma selectiva y favoreciendo la productividad podemos caer en una ralentización en la creación de empleo». El director general de IMF Business School reitera que, a priori, un aumento de los sueldos debería tener un impacto positivo en el PIB, ya que buena parte del crecimiento de economías avanzadas como la española se debe al consumo, que más crecerá cuanto mayores sean los salarios.
Si bien durante los primeros años de la crisis se mantuvieron los sueldos sin aumentar la productividad –rompiéndose el equilibrio de los costes laborales por unidad producida–, ahora se ha mejorado notablemente el coste laboral por unidad, gracias a la bajada de los sueldos y al aumento de la productividad. Martínez lamenta que desde 2008, y fruto de ese desequilibro, se hayan perdido miles de puestos de trabajo, empresas y poder adquisitivo. Y apostilla que para evitar la destrucción de empleo, «las subidas de salarios no tienen que decidirse por convenios colectivos sectoriales. Cada compañía es un mundo. Las decisiones deben ser consensuadas entre trabajadores y empresarios, pero siempre en el seno de la empresa». Por su parte, Sandalio Gómez, profesor del IESE, asevera que los salarios no se pueden fijar por decreto y que las empresas tendrían que negociar los convenios colectivos con crecimientos salariales acordes a sus posibilidades económicas reales y a una mayor productividad. «En caso contrario, lo pagarían las plantillas, que deberían ajustarse para seguir siendo competitivas». Y respecto a los sueldos públicos, apunta que deberán seguir la senda de los presupuestos generales del Estado, por lo que cualquier incremento salarial tendrá que esperar al cumplimiento del déficit.
Más allá de la oferta y la demanda de empleo, y de la tasa de paro, entre las variables que influyen a la hora de fijar los salarios destacan el nivel de rentas, el crecimiento económico, la productividad, la inflación y la cualificación de la población activa. De igual modo, Gómez insta a tener en cuenta el comportamiento de los agentes sociales, la estrategia de los sindicatos en la negociación colectiva, la postura de los empresarios y las condiciones que establezca el marco laboral. Los expertos señalan que la mejor forma de subir los sueldos es creando empleo. Y es que según vayan constriñéndose las bolsas de desempleados los empresarios que quieran contratar deberán ofrecer mayores salarios. La captación de inversión también constituye un mecanismo eficaz, porque cuantas más empresas inviertan en España más pujarán por los trabajadores y más les podrán pagar.
Pensiones
El Gobierno ya ha admitido ante Bruselas que la hucha de las pensiones se vaciará en apenas un año, y entre las ventajas de subir los sueldos destacarían tanto las mayores cotizaciones a la Seguridad Social como el aumento de la recaudación impositiva. La sostenibilidad del sistema de pensiones pasa por la creación de empleo. Pero el incremento racional y prudente de los salarios originaría un aumento de las cotizaciones sociales, que son la base del sostenimiento de nuestras pensiones. Sin embargo, Sandalio Gómez avisa de que pensar que una subida de los salarios supondría un aumento de las cotizaciones sociales es demasiado simplista, porque hay que tener en cuenta el impacto de esa subida en la tasa de paro. «Si los salarios suben de manera artificial lo pagaremos con aumentos de paro, que es lo último que necesita el sistema de pensiones», remarca.
Más capacidad de compra
El salario español ganaba, a comienzos de mayo un 1% de capacidad de compra. Y según las cifras publicadas por Adecco, se trata del mejor dato en seis años. No obstante, durante el último lustro la capacidad adquisitiva media en España se ha reducido un 4,5%, lo que equivale a 912 euros al año menos para comprar. Los expertos señalan que la ligera recuperación del poder de compra del salario medio es una manifestación más de la salida de la crisis. Y explican que la debilidad de los sueldos durante los últimos años se ha visto compensada por la caída que han experimentado los precios, que incluso han permitido puntuales ligeras ganancias de poder adquisitivo. Por ello, ahora que los salarios recuperan impulso y el IPC continúa a ralentí, las mejoras de poder adquisitivo son más significativas.
17,8% inferior
El salario español se encuentra un 17,8% por debajo del sueldo medio de la Unión Europea. Al menos, según se desprende de datos publicados por Adecco. Y es que mientras que el salario medio ordinario bruto en los 28 países de la UE es de 1.995 euros mensuales, la remuneración mensual en España apenas alcanza los 1.640 euros.
Más allá de que los sueldos españoles se encuentren entre los más modestos de la zona euro, España se posiciona en una zona intermedia, ya que hay 15 países cuyos sueldos medios son inferiores, pero 12 países comunitarios tienen remuneraciones más altas. Así, los salarios españoles son un 66,4% más altos que en Portugal y un 27,3% más bajos que en Francia. Sobre la media de los países de nuestro entorno, los salarios por hora en España estarían infravalorados en, aproximadamente, un 7%. No obstante, se trata de un dato con el que debe tenerse cuidado, debido a las diferentes estructuras productivas, niveles educativos, tasas de desempleo, regulaciones...
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