Unión Europea
España, en el núcleo duro de la nueva Europa
Si nuestro país reduce sus desequilibrios podrá favorecerla cohesión económica de la UE
La economía española creció en 2016 un 1,5% más que la media de la eurozona, lo que permite posicionarnos entre los países que deben liderar la integración europea y, consecuentemente, asumir mayores responsabilidades tanto a nivel económico como político.
Mariano Rajoy se reunirá mañana en Versalles con Angela Merkel, François Hollande y Paolo Gentiloni para comenzar a cimentar las bases del ahora tambaleante proyecto europeo. España pasará a formar parte del núcleo duro de una UE que en la era «posbrexit» seguirá como hasta ahora; se limitará a un mercado único; avanzará a dos velocidades; hará menos, pero de forma más eficaz; o se convertirá en los Estados Unidos de Europa, según refleja el Libro Blanco presentado el miércoles por el presidente de la Comisión, Jean Claude-Juncker.
La economía española creció en 2016 un 1,5% más que la media de la eurozona, un 1,3% más que la de la UE, un 2,3% más que la italiana, un 2% más que la francesa y un 1,3% más que la alemana. Este año también liderará el crecimiento entre los principales socios del club comunitario. Y es que según se desprende de las perspectivas de la CE, el PIB de España avanzará un 2,3%, mientras que el de la eurozona crecerá un 1,6%; el de la UE, un 1,8%; el de Italia, un 0,9%; el de Francia, un 1,4% y el de Alemania, un 1,6%.
España debe estar entre los países que impulsen y lideren la integración europea. Máxime, tras la salida de Reino Unido. El eje franco-alemán tendría que ampliarse a Italia y España para funcionar como motor de arranque de las nuevas iniciativas. Y la reunión a cuatro de mañana abre, desde este punto de vista, una nueva época en la que el papel de España debe crecer tanto desde la perspectiva económica como política.
La economía española es la quinta de Europa, con 1,2 billones de euros de PIB. Pese a crecer más que los demás países, sólo representa, aproximadamente, el 8% del PIB de la UE. Nuestro PIB por habitante es el 90% de la media europea, mientras que el alemán es el 124% o el francés, el 106%. Es decir, España muestra una vitalidad económica importante, el año pasado hizo una aportación muy significativa al crecimiento europeo, pero no es el único país que tira del carro. Sin embargo, «si las grandes economías europeas hicieran lo mismo, la UE recuperaría el pulso y su esfuerzo redundaría en nuestro propio beneficio, ya que gran parte de nuestras exportaciones se dirige hacia esos países y volveríamos a superar el récord de turistas». José Ramón Pin Arboledas, profesor del IESE, destaca que nuestra economía está imbricada con la de Europa, «Si nos va bien a nosotros, le irá bien a Europa. Y viceversa».
Mientras que en épocas de crisis España cae más que sus vecinos, en periodos de bonanza crece por encima. Si nuestro país reduce sus desequilibrios –especialmente el paro– y fortalece su colaboración con otros miembros de la UE podrá favorecer la cohesión económica dentro del área. No obstante, España es, tras Grecia, el país europeo con mayor nivel de paro. Y el desempleo resta recursos productivos, lo que termina afectando negativamente a la demanda interna y poniendo en peligro el futuro desarrollo económico de la zona.
AMENAZAS
El empobrecimiento, la desigualdad, la inestabilidad política, la crisis de los refugiados, el ascenso de fuerzas nacionalistas y xenófobas, la amenaza terrorista, el Brexit, Trump... La UE tiene ante sí múltiples frentes abiertos. Y debe decidir qué objetivos ha de priorizar. ¿Crear empleo o lograr el equilibrio presupuestario? ¿Impulsar el crecimiento de la economía interna o ganar confianza en los mercados internacionales? ¿Apostar por el sector público o por el privado? María Yolanda Fernández, profesora de la Universidad Pontificia Comillas, piensa que, hoy en día, pueden plantearse nuevas medidas, compatibles, que permitan eliminar algunas de las tradicionales dicotomías.
En un mundo cada vez más interdependiente y global, «necesitamos, más que nunca, una Unión fuerte que contribuya a una solución conjunta para los problemas que amenazan a los europeos». Jerónimo Maillo, coordinador del master en Unión Europea de la Universidad CEU San Pablo, opina que Hollande, Merkel, Rajoy y Gentiloni deberían mandar un mensaje claro de decidida defensa e impulso al proyecto europeo, recordar sus valores e importancia y expresar una voluntad férrea de afrontar juntos los grandes desafíos. «El nacionalismo político y económico agravará la crisis. No cabe simplemente esperar, hay que ser proactivos. Se ha de trabajar por la estabilidad política, sobre todo en los países vecinos. Necesitamos gobiernos estables con una visión pro-europea», apostilla. Pin Arboledas, por su parte, asegura que el triunfo de los populismos sería un desastre para todos, y que su derrota supondría un respiro para este viejo continente acosado, tanto por su extrema derecha como por su extrema izquierda.
DOS VELOCIDADES
En uno de los escenarios que esbozó Juncker para refundar la UE de cara a 2025 se dibuja una Europa a varias velocidades que contempla «círculos concéntricos» para que los socios puedan elegir una mayor integración en función del área. Los futuros 27 países comunitarios deberán decidir cómo ha de ser el Club una vez que se materialice la desconexión de los británicos. Así, la cumbre que celebrarán en Roma el 25 de marzo, en la que se conmemorará el 60 aniversario de la firma del Tratado que alumbró la Comunidad Económica Europea -germen de la actual UE-, recogerá las primeras impresiones.
¿Podrán esos círculos concéntricos resquebrajar un proyecto que sufre su crisis más severa? Aunque España sea uno de los países partidarios de avanzar a 27, el propósito pasa por continuar perteneciendo al «núcleo duro», junto al resto de los países fundadores. Maillo piensa que, en una Europa tan diversa, las varias velocidades son desde hace tiempo un elemento consustancial al proceso. Y aunque resulte deseable avanzar de forma conjunta, en la medida en que esto no sea posible «debe quedar abierta la puerta a que los que así lo deseen puedan explorar nuevos avances».
Hollande ya se mostró partidario de esta Europa, que permitiría a los países más europeístas –como Francia, Alemania, España e Italia– «ir más allá y más rápido» en la integración europea, sin que los más remisos les frenen. Fernández se cuestiona si esta propuesta no va en contra de la idea básica que iluminó el proyecto europeo. Y remarca que sería una incoherencia seguir defendiendo una UE que implique una unión económica y monetaria y después dividir a los países por categorías. «Si esto se llegara a llevar a la práctica se daría una justificación a los que están en contra de la UE para intentar que sus países salieran», advierte.
Entre los cinco escenarios que planteó Juncker en un documento que hace autocrítica y reconoce la pérdida de relevancia de Europa en el mundo, Fernández piensa que el primero –seguir igual- resultaría el más prudente. En cambio, opina que lo ideal sería hacer mucho más conjuntamente, lo que requeriría acercar las instituciones europeas a la ciudadanía de los distintos países miembros. «Económicamente sería lo mejor, ya que ese camino llevaría a una unión económica y monetaria completa». Pero el salto federal se descarta en el corto plazo. Sobre todo, vista la oleada de euroescepticismo que azota a buena parte de los países miembros.
Maillo cree que los dos primeros escenarios «son propuestas de mínimos, a todas luces insuficientes». Y sostiene que en el futuro hay que tratar de combinar los escenarios 3 y 5, especialmente en torno a la zona euro. «Debemos ser ambiciosos en lo que hagamos juntos. Si no podemos todos, los que tengan esa voluntad». Pierre Moscovici, el comisario europeo de Asuntos Económicos, admitió que una de las posibilidades que debe evaluarse pasa por «deshacer Europa», una opción que «nos empequeñecería y nos debilitaría». Además, Maillo alerta de que traería a primer plano los fantasmas del pasado, «en especial de los nacionalismos».
Año electoral
El presente será un ejercicio con marcado carácter electoral. Se celebrarán comicios en Francia, Holanda, Alemania, República Checa y, quizá, Italia. Y el avance del populismo y del euroescepticismo podría poner a la UE contra las cuerdas. Julien-Pierre Nouen, jefe economista-estratega de Lazard Frères Gestion, afirma que al otro lado de los Pirineos la auténtica amenaza vendría de la mano de Marine Le Pen, quien pondría a Francia en el camino hacia la salida de la zona del euro, lo que sería un mazazo para el proyecto europeo y, probablemente, conduciría a la economía de la eurozona al precipicio. Pero la animadversión que causa la presidenta del Frente Nacional entre buena parte de los franceses hace que en cada encuesta pierda un margen significativo de cara a la segunda ronda. Incluso si ganara –no parece muy factible–, tendría que organizar un referéndum, que seguramente resultaría favorable a la permanencia. Sin embargo, su actitud hacia las instituciones europeas sería, en gran medida, obstructiva y podría impulsar el populismo. Holanda servirá como la primera prueba para el apogeo de los populismos en Europa. Pero el islamófobo Geert Wilders, cuya victoria podría alentar el ultraderechismo, ha dejado de encabezar los sondeos para el 15 de marzo, en favor de Mark Rutte, del partido conservador. En Alemania, la canciller Angela Merkel parte como favorita, aunque su rival socialdemócrata, Martin Schulz, ha recortado distancias, mientras que el partido ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD) se desinfla en las encuestas como consecuencia de la pérdida de relevancia de la crisis delos refugiados.
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