Rescate a Grecia
Grecia: Fin del rescate, pero no de las penurias
Ocho años después, sale oficialmente del programa de ayuda de la troika, aunque los «hombres de negro» continuarán visitando Atenas cuatro veces por año. El país comienza a ver la luz al final del túnel pero sin recuperarse de los recortes
Ocho años después, sale oficialmente del programa de ayuda de la troika, aunque los «hombres de negro» continuarán visitando Atenas cuatro veces por año. El país comienza a ver la luz al final del túnel pero sin recuperarse de los recortes.
El 3 de mayo de 2010, los 16 países de la eurozona y el Fondo Monetario Internacional (FMI) acordaban activar un programa de rescate financiero para Grecia, acosada por los mercados y la especulación, en la que fue la primera gran crisis de la moneda única. Después vendrían otros dos rescates en 2012 y 2015 para salvar al país del abismo. En total, 288.700 millones de euros en préstamos. A cambio, Atenas se vio obligada a aplicar una batería sin fin de recortes sociales y a ceder su soberanía económica a los «hombres de negro», los supervisores de la troika formada por la Comisión Europea, el FMI y el Banco Central Europeo.
Ayer, ocho años después, Grecia salía por fin del programa de asistencia financiera, aunque los problemas de los helenos no han desaparecido, ni mucho menos. Grecia ha dejado de copar las portadas de los periódicos y abrir los telediarios de todo el mundo, pero la economía del país está aún lejos de recuperar los niveles previos a la crisis. El 25% de su Producto Interior Bruto (PIB) se ha perdido, la deuda se ha disparado hasta casi el 180% del PIB y más de un millón de personas se han quedado sin trabajo. Uno de cada cinco griegos no encuentra empleo, lo que sitúa a Grecia como el país de la Unión Europea con mayor tasa de paro.
Aunque el crecimiento de la economía es muy moderado, al menos crece, con un alza del 1,4% el año pasado. El PIB ha caído en ocho de los últimos diez años, con la excepción de 2017 y un leve espejismo en 2014 (+0,7%). En el momento más duro, en 2011, se desplomó un 9,1%. El déficit público es uno de los pocos asuntos de los que Grecia no tiene que preocuparse. La durísima ortodoxia presupuestaria impuesta por la troika como condición para el rescate imposibilita cualquier dispendio de gasto público. Es más, el país lleva dos años en superávit (+0,8% en 2017). Sin contar los intereses de la deuda (lo que se conoce como superávit o déficit primario), el año pasado tuvo un superávit del 4%. En 2009 el agujero llegó hasta el 15%.
Para dar la vuelta a la situación, por el camino los griegos han tenido que renunciar a buena parte de sus ingresos y aceptar fuertes subidas de impuestos, con la austeridad por bandera. El IVA ha pasado del 19% al 24% y ha aumentado la fiscalidad del tabaco, el alcohol y los carburantes. El salario de los funcionarios ha sufrido varios tijeretazos, así como el salario mínimo, que bajó un 22% en 2012. Las pensiones de los jubilados griegos se han recortado hasta 13 veces en estos años, con una caída acumulada del 40% desde el primer rescate.
Todo ello bajo la guardia de Syriza, la izquierda radical, que desde 2015 gobierna Grecia. Su líder, Alexis Tsipras, no sólo no ha podido cumplir con sus promesas de revertir los recortes de sus antecesores, sino que se ha visto obligado a nuevos tijeretazos para desbloquear la llegada de fondos. De hecho, la UE advirtió ayer de que el fin del rescate «no es el fin del camino», pues la supervisión completa de la troika no desaparecerá hasta que Grecia haya devuelto al menos el 70% del dinero y los «hombres de negro» seguirán visitando Atenas cuatro veces por año. Es decir, la vigilancia tan sólo se relaja. No en vano, Grecia no terminará de pagar las deudas del rescate hasta el año 2060.
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