Precios

IPC, ¡qué escándalo, aquí se juega!

Los gobiernos, con Sánchez a la cabeza, culpan a la guerra de Putin, pero sólo es una verdad a medias, porque un trimestre antes la inflación ya estaba en el 6,6% en la zona euro y al alza

Precios de alimentos en el lineal de un supermercado
Precios de alimentos en el lineal de un supermercadoJesús G. FeriaLa Razón

Claude Rains (1889-1967) fue el actor que interpretó el papel del corrupto capitán de policía Louis Renault en la mítica Casablanca. Cuando Rick –Humphrey Bogart (1899-1957)– le pide explicaciones del cierre de su garito, dice aquello de «¡qué escándalo, he descubierto que aquí se juega!», mientras un empleado del establecimiento le entrega también el dinero diario de su soborno, un porcentaje sobre el juego. Insuperable, o no, como diría Rajoy.

La inflación –¡qué escándalo!– ha vuelto a desmadrarse en febrero y ronda por el 6,1%, mientras que la subyacente ha escalado hasta el 7,7%. Los precios también andan descontrolados en Francia, 7,2% el IPC y 5,8% la subyacente, algo que añade presión sobre el Banco Central Europeo (BCE), que volverá a subir los tipos de interés 0,5 puntos en marzo y es probable que otro tanto en abril y quizá en mayo. La batalla, larga y dolorosa, no está ganada ni mucho menos y habrá que hacer sacrificios. Los gobiernos, con Sánchez a la cabeza, culpan a la guerra de Putin, pero sólo es una verdad a medias, porque un trimestre antes la inflación ya estaba en el 6,6% en la zona euro y al alza. Las ínfulas del sátrapa ruso no ayudan, pero cada vez hay más expertos que ven el origen del problema –a ambos lados del Atlántico– en la ingente cantidad de dinero que crearon los bancos centrales para amortiguar las consecuencias de la pandemia y, como indican los manuales, más dinero sin más –o de mayor calidad– producción conduce, de forma indefectible, a más inflación. No es ningún misterio.

El Gobierno no tuvo la culpa del brote inflacionista, aunque celebró y presionó para que se creara todo el dinero posible. Ahora empieza a tener más responsabilidad. Los controles artificiales de precios o las bonificaciones –carburantes– siempre agravan el problema. Además, si el gasto público crece a espuertas, con la coartada de fomentar la actividad y proteger a los más débiles, aviva las tensiones sobre los precios que, claro, vuelven a subir. Rasgarse las vestiduras o lavarse las manos es repetir la escena de Casablanca con los precios, «¡qué escándalo, suben», diría Renault interpretado por Rains. (Aquí, el soborno es el alza de recaudación por no adaptar las tarifas).