Rescate a Chipre

Jeroen Dijsselbloem, el hombre que destrozó su reputación en dos meses

La Razón
La RazónLa Razón

Está en el punto de mira. La gestión de la crisis de Chipre, que ha hecho tambalear la confianza de los europeos en el sistema bancario al poner en peligro los depósitos de los pequeños ahorradores, ha situado al presidente del Eurogrupo, Jeroen Dijsselbloem, en el centro de la polémica. Su ausencia de peso político podría haber servido de alerta previa, pues el socialdemócrata Dijsselbloem tiene como principal y único mérito estar cerca del líder del Partido Laborista holandés, Diederik Samsom, en el momento oportuno, ya que gracias a los resultados de éste en las elecciones holandesas de septiembre pudo colocar a su colaborador en el Gobierno.

Este hombre de izquierdas en un Ejecutivo conservador, nacido en Eindhoven en 1966, era un absoluto desconocido hasta ahora, puesto que incluso en Holanda su labor fue de segunda división, como portavoz de Educación, criticando los contenidos sexuales y violentos de televisión. En realidad, nunca antes tuvo contacto con la gestión de las finanzas mundiales, pues estudió en la Universidad Agrícola de Wageningen. De 1996 a 2000 trabajó en el Ministerio de Gestión de la Agricultura, Recursos Naturales y Pesca, y entre 2007 y 2008 condujo una investigación parlamentaria sobre la reforma educativa. En lo personal, según el diario holandés «Handelsblad», el también ministro de Economía de Países Bajos debería aprender algo de su antecesor, Jean Claude Juncker, que defendía como dogma que «cuando las cosas se ponen serias, a veces hay que mentir».

Pero Dijsselbloem o bien pecó de sinceridad o bien mostró las cartas que otros, en especial la canciller alemana, Angela Merkel, no se atreven a poner abiertamente sobre la mesa. En todo caso, los mercados y la clase política de los frágiles países periféricos interpretaron mal sus declaraciones respecto a que lo hecho en Chipre podría servir de modelo para nuevos rescates bancarios en el futuro, sobre todo después de que todos los líderes europeos hubieran repetido hasta el hartazgo que el plan de rescate era «excepcional», hecho a la medida de la isla.

El hecho de los que los accionistas, bonistas y grandes ahorradores (por encima de los 100.000 euros) contribuyan a los rescates no es tanto lo que levanta las iras de los analistas sino más bien el comportamiento «chapucero» de las instituciones europeas. De hecho, el primer rescate aprobado para Chipre, que tasaba con un 6,75% los depósitos hasta los 100.000, que tuvo que ser rectificado, se presentó como una imposición del Eurogrupo, cuando en realidad había sido idea de Nicosia.

«La decisión quedará como uno de los momentos aberrantes de incompetencia colectiva de todos los actores: el Eurogrupo, la Comisión Europea, el BCE y el FMI», consideró Nicolas Veron, del centro de reflexión Bruegel.

En segundo lugar, las polémicas declaraciones de Dijsselbloem, que indignaron a media Europa, fueron rectificadas demasiado burdamente. Según aseveró el ministro mientras caían estrepitosamente las bolsas, el problema fue simplemente de traducción del inglés, pues desconocía el significado exacto de «template», es decir, «modelo». Viniendo de un anglófono, no pudo más que considerarse una farsa.