Empresas
Las sociedades medianas, una «joya» económica
Pese a que estas compañías son auténticas locomotoras del crecimiento, en España apenas representan el 0,6% del total de sociedades, un peso similar al de hace 15 años
El tamaño sí que importa en las empresas, al menos, a la hora de competir. Las compañías españolas representan en número en torno al 10% de todas las sociedades existentes en la UE-28, un porcentaje parecido al de Alemania o Reino Unido. Sin embargo, nuestras sociedades están en clara desventaja en cuanto a envergadura se refiere. El 94,6% de las empresas españolas son «micro»; el 4,7%, pequeñas; el 0,6%, medianas, y el 0,1%, grandes. El número de sociedades de menor tamaño, está claramente por encima de la media europea. Mientras, la suma de las medianas y las grandes en España apenas representa el 6,5%, frente, por ejemplo, al 14,3% de Reino Unido. Así lo revela «La empresa mediana española», que realiza anualmente el Círculo de Empresarios. En los últimos cinco años, una etapa expansiva, los segmentos que han crecido más son el de microempresas y el de grandes compañías, con un 8% y un 15%, respectivamente. Por su parte, el número de medianas se ha incrementado, sólo un 4%, lo que hace que su peso siga siendo el mismo que hace 15 años. Sin embargo, el análisis evidencia que «nuestras empresas medianas son más productivas que la media de la UE».
El documento ratifica la tesis que vienen manteniendo los expertos y algunos cargos políticos en los últimos tiempos: «La empresa española tiene un problema de tamaño». Es necesario que adquiera una mayor dimensión «para generar un entorno económico más competitivo y estable y así poder afrontar los retos de la economía». Sobre todo el de la internacionalización. Esta característica «condiciona mucho la base exportadora de España: en torno a un 30% de las empresas de menos de 50 empleados exportan, frente a un 80% de las medianas y un 90% de las grandes». Y también evidencia, en palabras de Jesús Prieto, presidente de CT Ingenieros y director del Proyecto de la Empresa Mediana Española, que «las medianas son una auténtica joya. Si ese segmento fuera mayor, sería una auténtica locomotora para la economía española como lo es en Alemania o Reino Unido. Cuánto más grande es una compañía, mayor es su productividad y más estable es su oferta de empleo. Además, tienen mayor acceso a financiación y mejor innovación», indica.
Carlos Mira, presidente de Arthur Little y director de Cre100Do, el programa de transformación empresarial puesto en marcha por la Fundación Innovación Bankinter, el ICEX y el Círculo de Empresarios, opina que estamos ante un cambio de modelo, en el que hemos pasado de una era de productividad a otra de creatividad y colaboración. «Ahora, las empresas deben desarrollar capacidades críticas como conocer mejor al consumidor, innovar y construir marca propia. Pero también, deben mirar más allá y analizar cómo y dónde se creará valor, porque si crean valor serán relevantes», indica.
En este sentido, la colaboración y cooperación entre empresas cobra más importancia que nunca. «Una compañía puede multiplicar sus capacidades de conocimiento de cliente, desarrollo de producto y ‘‘go-to-market’’ desarrollando ecosistemas, que son el nuevo paradigma: apoyarse en las capacidades y competencias de otros para complementar, potenciar y poner en valor las propias. En el siglo XXI, en donde estamos todos interconectados, es imprescindible no aislarse y abrirse a nuevos retos en donde la colaboración entre empresas es uno de los principales», destaca. Entonces, si una empresa de mayor dimensión es más productiva y competitiva ¿por qué no crece y su peso sigue siendo el mismo de hace 15 años? Los expertos aseguran que las razones son de dos grandes tipos: culturales y regulatorias. Dentro de las primeras, hay que subrayar la falta de reconocimiento social o el difícil acceso de las micro y las pequeñas a asesores y consultores. «Muchos empresarios, por ejemplo, no conocen el alcance y la utilidad de la digitalización, o las ventajas de disponer de un consejo asesor, o la necesidad de conocer los convenios relativos a la sucesión, o la importancia de elaborar y desarrollar un protocolo familiar», aseguran.
Empresa familiar
Otro factor que bloquea ese desarrollo es que existe una resistencia generalizada en las más pequeñas a alcanzar acuerdos y alianzas y, más aún, a fusionarse, sobre todo en las familiares, porque tienen una concepción muy interiorizada de la propiedad. «Existe una propensión a encerrarse en sí mismas. Sin embargo, si pueden ser orientadas por especialistas externos, probablemente cambiarán de actitud y no se cerrarán a este tipo de opciones y se convencerán de que la unión hace la fuerza. Algunos gestores, cuando la empresa alcanza una cierta estabilidad, se cruzan de brazos. A veces, porque no saben cómo impulsarla por falta de formación, y otras porque se encuentran cómodos en su zona de confort», aseguran. Mira asevera que este tipo de actuación o visión del mundo empresarial no está tan relacionado con el modelo de empresa, es decir, si es familiar o no, sino con la perspectiva del propio empresario, de la propiedad y con su capacidad de adaptación a los nuevos entornos. «Tenemos ejemplos de empresas familiares excelentes, y también, desgraciadamente, muchos más de compañías anquilosadas por la falta de ambición, por el miedo a crecer y perder el control».
El Círculo de Empresarios está convencido que el cambio de algunas normas regulatorias o la adopción de otras nuevas ayudaría a impulsar a esa pequeñas empresas. Desde el punto de vista fiscal, apuesta por la simplificación del Impuesto de Sociedades, eliminando deducciones y bonificaciones, y estableciendo un tipo único del 20% como en Reino Unido o Finlandia, y elevar el umbral de facturación de los seis a los 20 millones, los pagos fraccionados del Impuesto de Sociedades y en la liquidación del IVA, así como en la integración a la Unidad de Grandes Contribuyentes. En el plano laboral, se recomienda que la constitución del comité de empresa, a decisión de los trabajadores, sea obligatoria a partir del centenar de empleados, o que el crédito horario (horas de actividad sindical retribuidas) de los representantes de los sindicatos no estén tasadas y se acuerden entre los representantes de los trabajadores y la empresa en función de las necesidades y realidad de ésta. También apuesta por revisar la regulación bancaria en materia de financiación empresarial de forma que las exigencias de capital no penalicen los préstamos a la pequeña y mediana empresa, o reducir los costes asociados a instrumentos como fondos de deuda, fondos de capital riesgo, desarrollo del MARF o el MAB, o eliminar las limitaciones al «crowfunding», siguiendo el modelo estadounidense, o armonizar la Ley de Capital Riesgo con la normativa europea. Propone mejorar la financiación de las empresas exportadoras, mediante seguros de crédito, programas de corriesgos con entidades financieras, fomento de las sociedades de garantía recíproca mediante avales públicos específicos; dotar de más recursos el ICEX y reforzar la diplomacia económica, o limitar los avales exigidos para la financiación de proyectos de I+D+i. Algunos aspectos de la Ley Concursal no facilitan, en opinión de los expertos, el crecimiento de la empresa española. Creen conveniente facilitar la venta de unidades de producción y los acuerdos de refinanciación suprimiendo la sucesión de deudas con Hacienda y la Seguridad Social al adquirir negocios o partes de ellos.
El papel crítico del CEO
Carlos Mira, presidente para España de Arthur D. Little, considera que el papel del CEO es siempre crítico para que una empresa desarrolle su crecimiento, pero mucho más en tiempos de grandes cambios como está sucediendo en la actualidad. «El CEO debe ser fiel a la razón de ser de su empresa (y, si no la tiene, debe definirla), debe desarrollar una visión y un proyecto de empresa ambicioso y compartido por todos, empleados y propiedad. Debe rodearse del mejor talento y estar obsesionado por conocer muy bien a sus clientes, desarrollar los mejores productos y servicios en su categoría, ofrecer una experiencia de usuario insuperable y desarrollar una relación emocional entre la empresa y sus clientes, empleados y proveedores. Además, es importante que se adapte a las nuevas formas de trabajo a las que obliga la transformación digital», concluye.
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