Economía

Los bancos centrales, epicentro de la inestabilidad financiera

La Razón
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La expansión cuantitativa y la bajada de tipos han adulterado los mercados de capitales y han empujado a los inversores más conservadores hacia activos de alto riesgo.

Si bien es cierto que unas palabras de «súper Mario» fueron suficientes para ahuyentar a los fantasmas sobre la supervivencia del euro, también lo es que fomentar el crecimiento del crédito a cualquier precio para salir de la crisis puede tener nefastas consecuencias. Y los principales bancos centrales lo están haciendo.

El crecimiento artificial del crédito por encima del ahorro conjunto de la sociedad inducido por una autoridad monetaria propicia tanto la gestación de burbujas como su posterior explosión. Y se trata de un engaño, ya que distorsiona los precios de los activos y promueve las inversiones irresponsables. Antonio España, analista económico, explica que hoy en día la principal causa del crecimiento artificial del crédito son las políticas monetarias expansivas de los bancos centrales, que llevan varias décadas intentando solucionar las sucesivas crisis tras el pinchazo de cada burbuja con la creación de otra nueva y mayor (puntocom en los años 90, inmobiliaria en la primera mitad de los 2000, emergentes y materias primas en la segunda mitad de los 2000, deuda y renta variable en la actual década...).

Además, recuerda España, la expansión cuantitativa y las políticas de tipos de interés ultrabajos e incluso negativos han alterado los precios en los mercados de capitales –acciones, bonos, derivados, etc.– y han empujado a los inversores más conservadores hacia activos de alto riesgo, en la búsqueda desesperada de un mínimo de rentabilidad. «Esta actuación de los bancos centrales ha inundado por completo sectores caracterizados por un elevado riesgo con demasiado dinero durante un tiempo excesivamente prolongado». El analista económico destaca que, por ello, «los bancos centrales forman el epicentro de la inestabilidad económica y financiera».

Economistas consultados aseguran que el BCE intenta resolver un problema de deuda incentivando el endeudamiento. Y la obesidad no se combate con donuts. Los ciclos económicos que se apoyan en burbujas que luego pinchan y que están alimentados por el crecimiento artificial del crédito suelen dejar a la economía con una abultada deuda difícil de digerir. Asimismo, la digestión de toda ese endeudamiento acumulado en el boom implica un desapalancamiento imprescindible para que la recuperación sea sostenible y duradera. España afirma que actuar en sentido contrario, cortocircuitando el desendeudamiento tratando de fomentar más crédito como sea –«whatever it takes»–, supone no sólo retrasar la recuperación, sino engordar el problema.

La política monetaria expansiva ha dejado de tener recorrido. Tras casi una década de crisis y con una nueva amenaza de recesión global, el ansiado crecimiento económico de la eurozona (1,6% en 2015) continúa mostrándose esquivo. Pero es que la inflación de la UE en febrero volvió a terreno negativo y se situó en el -0,2%. La implantación de este tipo de políticas sirve para salvar algunos episodios agudos de escasez de liquidez o de presión al alza sobre el riesgo soberano en algunos países. En cualquier caso, la comparación de la situación estadounidense con la europea evidencia que las intervenciones contundentes y rápidas son más efectivas que las graduales.

Bendición

«El ‘‘manguerazo’’ de Draghi era totalmente innecesario». España piensa que crecer un 2 o un 3% sin inflación es una bendición, dado que supone un crecimiento sólido y genuino, basado en el incremento de la productividad y no en los esteroides de los estímulos monetarios. El analista económico opina que si el presidente del BCE se hubiera mantenido en la política restrictiva que llevó a la entidad a reducir su balance un 40%, el euro hubiera mantenido su fortaleza, por lo que la rebaja en el precio de los carburantes se hubiera notado aún más en los bolsillos de los ciudadanos, así como en el resto de importaciones. «Es cierto que se perdería competitividad en las exportaciones, pero no hay que olvidar que gran parte del comercio es entre países de la unión monetaria». Adicionalmente, asevera que las administraciones públicas no hubieran perdido el incentivo a reestructurarse y ser más eficientes bajo la presión de los costes de la deuda.

Tanto la teoría económica como la evidencia empírica sugieren que el crecimiento del PIB durante las fases de recuperación económica es mayor cuanta más acusada sea la contracción del crédito en la fase de depresión, y que cuando el endeudamiento crece durante la crisis, la recesión no termina de superarse. Por ello, España cree que lo que necesita la economía europea es justo lo que no se han hecho: reformas.

«Europa necesita que el Estado deje de distorsionar la economía y que el mercado concluya el necesario proceso de ajuste, liquidando las malas inversiones y dejando que los recursos se empleen allí donde son más productivos (y no donde la política monetaria favorece)», sentencia.