Economía

Temor a un nuevo cataclismo mundial

China creció un 6,9% en 2015, su ritmo más bajo en 25 años
China creció un 6,9% en 2015, su ritmo más bajo en 25 añoslarazon

El pinchazo de China, el hundimiento del petróleo, el frenazo de los emergentes o el elevado endeudamiento son factores de riesgo. Los desplomes bursátiles podrían anticipar otra gran depresión, aunque hubo una sobrerreacción negativa de los mercados que no se corresponde con los indicadores publicados.

Si en 1929 Wall Street se desplomó tras unos felices años 20 en los que las bolsas estadounidenses habían llegado a multiplicar por cinco su tamaño, en 2008 el banco Lehman Brothers quebró después de especular con créditos «subprime» e hipotecas basura. Ahora se augura un nuevo cataclismo bursátil y otro descarrilamiento de la economía. El pinchazo de la burbuja china salpicará al resto del mundo, la apreciación del dólar encarecerá la deuda contraída por muchos países, las condiciones financieras más restrictivas generarán vulnerabilidades en los mercados emergentes y la escalada de las actuales tensiones geopolíticas perturbará el comercio mundial.

El crash bursátil atemoriza. Está siendo el peor enero desde 2008, y los inversores han comenzado a temblar. Hipocondríacas frente a varapalos de tal envergadura, y pavorosas por lo que se pueda avecinar, las empresas congelan sus inversiones. El riesgo de la profecía autocumplida podría desembocar en una nueva crisis, pero aún no se han publicado indicadores acordes a la sobrerreacción negativa que tuvieron los mercados en las primeras semanas del año. Y es que hay una desproporción entre los batacazos de las bolsas y lo que se desprende de las cifras macro.

Aunque los mercados a veces constituyan indicadores adelantados, y no termómetros, de la economía, no siempre han sabido anticipar las crisis. Suelen correlacionarse las caídas bursátiles con recesiones económicas, por lo que quizás se esté fraguando una nueva depresión mundial. Pero la opción resulta un tanto remota. No obstante, el inversor estadounidense George Soros aseguró que estamos ante un serio desafío que le recuerda a la crisis de 2008, y advirtió de que la situación de China se parece a la que se desencadenó en la ruina de Lehman Brothers. También ha manifestado que la Unión Europea está al borde del colapso.

El cambio de modelo productivo del gigante asiático no funciona. Y la economía de los países emergentes depende en buena medida de lo que allí ocurra, por lo que su desaceleración constituye uno de los mayores retos a los que se debe hacer frente. No se sabe si aguantarán sus víctimas colaterales, y la confianza de los inversores en China y en los mercados emergentes continúa a la baja. Mientras que las salidas netas de capital en 2015 de los emergentes alcanzaron los 735.000 millones de dólares, la estampida del gigante asiático superó los 670.000 millones de dólares. Aunque China crezca por encima del objetivo del 6,5% anual, hay más riesgos a la baja que al alza. Y son muchos los que dudan de la tasa de crecimiento oficial –se cree que podría ser de apenas un 4%–. Pero tiene músculo financiero para hacer experimentos, con nuevas rebajas de los tipos de interés y del coeficiente de reservas bancarias, expansión fiscal y devaluaciones del yuan.

El FMI ha restado dos décimas su proyección de crecimiento económico mundial. Pese a mantener sus cálculos sobre China, que seguirá frenando, ha reducido con fuerza su pronóstico para Brasil y Rusia, ya en recesión. Christine Lagarde alertó de que el crecimiento en 2016 sería decepcionante. Y ayer concluyó el Foro de Davos, donde se han planteado respuestas a los grandes desafíos de la actualidad.

Nuevo paradigma

La ralentización de los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Suráfrica), el excesivo nivel de endeudamiento de algunos países y el encarecimiento de esa deuda por la subida de tipos estadounidenses y la apreciación del dólar, la caída en picado del crudo y de otras materias primas, así como las tensiones geopolíticas y la amenaza yihadista abonan las incertidumbres.

¿Y si una mañana el crecimiento económico no generara empleo? ¿Y si la subida de salarios no creara inflación? ¿Y si la energía barata perjudicara a la economía? ¿Y si los bancos centrales perdieran su centralidad? Pues está pasando. El desafío es evidente y el miedo, palpable. Pero quizás el temor no sea a una nueva crisis, sino a lo desconocido. Las fórmulas del pasado están perdiendo eficacia y aparecen situaciones nuevas para las que no tenemos ni tan siquiera un nombre. Tanto entre las instituciones como entre los inversores, «las reglas del juego cambian». Javier Flores, responsable del Servicio de Estudios y Análisis de la Asociación Europea de Inversores Profesionales (Asinver), explica que el comportamiento de los índices bursátiles no marcha al compás de los niveles de crecimiento económico. Y que nos enfrentamos a un nuevo paradigma.

Flores sostiene que la reactivación económica iniciada en Estados Unidos no termina de llegar al resto del mundo, que los pilares de la actual Unión Europea se mueven, y que ya no se genera empleo de forma intensiva como en otros periodos de la historia contemporánea. Resulta paradigmática la situación de China: décadas recibiendo críticas por no incorporarse a la economía de mercado, censurando su política de vincular su moneda al dólar, solicitando detener la fuerte depreciación del yuan, rechazando una ventaja comercial frente a la eurozona y Estados Unidos que le permitía crecer a dos dígitos... Y, precisamente, «cuando se está operando la transformación en el modelo chino, la comunidad internacional se incomoda con el nuevo horizonte y grita «¡crisis!». El responsable del Servicio de Estudios y Análisis de Asinver admite que China es un foco de preocupación, como lo es una Reserva Federal que no sabe cómo parar el helicóptero o una Unión Europea que continúa debatiéndose entre el federalismo y la cooperación.

Abultadas deudas

La zona euro ya ha admitido su temor ante la recaída de sus socios más vulnerables. Inicia 2016 con gran incertidumbre, debido al débil crecimiento del PIB –aún no ha conseguido situarse en los niveles previos a la crisis financiera–, con una inflación que dista del objetivo perseguido por el BCE del 2%, así como con la inestabilidad política en algunos países como España y Grecia. La abultada deuda de ciertos países miembro constituye un quebradero de cabeza que no debe descuidarse si se considera que en Grecia es del 178,6%, en Italia del 132,3%, en Chipre del 108,2% y en España del 99,3% del PIB, recuerda Carlos Salvador, profesor de Cunef.

El endeudamiento supone una gran amenaza que puede revertir la recuperación. La deuda hay que pagarla y, a medida que ésta se incrementa, disminuye la probabilidad de hacerlo. Por otra parte, provoca un incremento de la desconfianza en los mercados financieros, lo que representa un aumento de su coste cuando llega el vencimiento e impide que disminuya la renta que se puede destinar al consumo y a la inversión, factores clave para el crecimiento.

En un contexto de elevado endeudamiento público, Salvador cree que el BCE debería emprender mecanismos de reestructuración que permitieran reducir el problema de la deuda excesiva. Y que, más allá de continuar con políticas monetarias expansivas para incrementar la inflación, tendría que tomar medidas en aras de solucionar el problema de créditos impagados que tienen algunas entidades bancarias. La crisis de refugiados en Europa también puede afectar a la economía global. Hoy en día, unos 60 millones de personas están desplazadas a nivel mundial, lo que podría tener un coste de 23.000 millones de euros en 2016. Aunque Rosa Duce, economista jefe del Centro de Inversiones de Deutsche Bank, reconozca que la llegada de refugiados a Europa suponga un coste de integración a corto plazo, opina que será positiva a medio plazo, dado que ayudará a paliar la grave crisis demográfica de países como Alemania. De hecho, el FMI prevé que la llegada de refugiados dé un impulso al PIB europeo próximo al 0,09%, y que las consecuencias negativas que pudieran derivarse serían de carácter temporal y efímero y que rápidamente se contrarrestarían por las positivas.

Más allá del pánico a los atentados, el terrorismo abona las incertidumbres y puede retrasar las inversiones. Tras la masacre de París, Bruselas se mostró comprensiva con Francia, en el supuesto de que incumpliera el déficit por aumentar el gasto en defensa, lo que supuso un viraje en la política económica europea y podría tener efectos sobre el crecimiento. Si la amenaza yihadista persiste, la confianza sangraría. Y el turismo, principal fuente de ingresos para muchos países, podría resentirse.

Petróleo barato

El desplome del crudo tiene una cara oculta. Y es que, aunque el petróleo barato reduzca los costes de producción de las empresas e incremente el poder adquisitivo de los ciudadanos, a la postre puede tener más costes que beneficios. Los analistas estiman que el barril podría hundirse hasta los 20 dólares, lo que dinamitaría a los países exportadores y desequilibraría la economía mundial. Una de las consecuencias más alarmante de la vorágine bajista en la que anda inmerso el crudo es el riesgo de deflación, que deprime el consumo y dispara el valor de las deudas contraídas. Duce piensa que, a corto plazo, «la mayor amenaza es el crudo, y que necesitamos una estabilización de los precios para que vuelva la confianza, sobre todo hacia los mercados emergentes».

La caída de las materias primas gira los riesgos actuales hacia los mercados emergentes, para los que el FMI pronostica un 4,3% de crecimiento en 2016, dos décimas menos que unos meses atrás. Estos países crecen ahora a su menor ritmo desde 2008, y el futuro es más oscuro que claro. La clave es si esta nueva rebaja se trata de un fenómeno temporal o permanente, caso que alteraría las expectativas de inflación a medio plazo y obligaría a actuar a los bancos centrales. Otra consecuencia, nada desdeñable, del desplome de las «commodities» es el impacto sobre el crecimiento de los países exportadores, muchos de ellos emergentes. La economista jefe del Centro de Inversiones de Deutsche Bank explica que esto provoca una fuerte salida de capitales de estos países, principalmente de los que tienen peores fundamentales (elevado déficit corriente y/o déficit fiscal).

Víctor Alvargonzález, director de estrategia de Tressis SV, corrobora que el hundimiento del precio del petróleo puede suponer una amenaza a largo plazo porque pondría en un aprieto aún mayor a países como Rusia o Venezuela, o exacerbar las tensiones en Oriente Medio. Y agrega que también hace daño a la economía de Estados Unidos, uno de los mayores productores del mundo. Sin embargo, no descarta que el petróleo alcance su precio de equilibrio antes de que eso ocurra. Por el momento, EE UU ha registrado la segunda tasa de inflación más baja en medio siglo, y Wall Street está viviendo su peor arranque de año de la historia.

Subida de tipos

La fortaleza del dólar y la subida de tipos de la Fed están complicando la coyuntura de muchos países. En Hong Kong, por ejemplo, los mercados descuentan una subida de tipos para mantener la paridad con el «billete verde», lo que castiga a sus bolsas. China está sufriendo para hacer una devaluación ordenada y en África muchos países se encaminan hacia el precipicio al ver cómo se dispara el coste de sus deudas emitidas en divisas norteamericanas. La caída de las materias primas pone contra las cuerdas a países cuya economía depende de producir y vender más. Alvargonzález afirma que especialmente grave es el riesgo en aquellas empresas de países emergentes que tengan una parte importante de su deuda en dólares. «Tienen que comprar dólares para devolverla, justo cuando la divisa local ha caído a plomo frente al dólar», apostilla. La divergencia de las políticas monetarias constituye un riesgo. Y la guerra de divisas continúa sufriendo batallas. Salvador resalta las dudas sobre los efectos que tendrán las políticas monetarias llevadas a cabo en el último trimestre del año pasado, tanto por parte de la Reserva Federal como por la del BCE. No obstante, discrepa con Soros, y alega que esta crisis financiera no puede compararse con la de 2008.