Unión Europea
Un divorcio demasiado caro
Si el Brexit tendría un impacto en el PIB de la UE próximo al 1%, en el de Reino Unido se agravaría, hasta el 7%
Mientras medio mundo permanece en vilo ante el devenir de Europa y media Europa presta atención al futuro de España, los británicos decidirán en cuatro días su permanencia o salida de la UE. El divorcio entre Reino Unido y Bruselas resultaría demasiado caro para una economía tan endeble en la actualidad. Y es que si el Brexit tuviera un impacto en el PIB de la UE próximo al 1% –con lo que entraría en recesión–, según un informe publicado por AXA IM, el PIB británico se vería reducido en hasta un 7%. El impacto sería global, e incluso la Reserva Federal ha retrasado el alza de tipos por la incertidumbre del Brexit.
Las consecuencias son totalmente impredecibles, ya que afectan a múltiples ámbitos: comercio, inversión, mercado laboral... Y, además, dependerían de las condiciones de la salida. Dado que Reino Unido tiene una amplia actividad comercial con la UE, de algunos cálculos se desprende un impacto de 9.000 millones de libras en aranceles y una pérdida próxima a los 300.000 empleos. Pero el principal riesgo es el gran peso que tiene el sector financiero en ambas economías.
En cualquier caso, se intentarían minimizar los daños con algún tipo de acuerdo para que Reino Unido tuviera un status parecido al de Noruega o Suiza. Pero aunque la desconexión requeriese años para completarse, en el corto plazo los británicos afrontarían una recesión con importantes efectos de arrastre para los demás países miembro. De hecho, algunos organismos han advertido de que el coste para los británicos sería de un salario al mes durante cuatro años, mientras otros estiman un impacto de 4.300 libras por ciudadano.
Para valorar los efectos del Brexit resulta fundamental conocer cuáles serían las relaciones políticas, comerciales y económicas que se establecerían. José Luis Martín, CEO de BusinessGoOn, afirma que, como consecuencia del nuevo modelo que se constituya en áreas como comercio, regulación e inmigración, las estimaciones de los impactos positivos o negativos pueden ser totalmente diversas. «Es más probable que, por tamaño, en el corto plazo sean más sensibles las pérdidas en Reino Unido que en la UE. UK pesa el 16% y exporta el 13% del PIB a la UE, frente a un 2,6% del PIB que suponen las exportaciones de la UE hacia Reino Unido». Al mismo tiempo, Martín apunta que los mayores perdedores, por sus fuertes relaciones en el sector financiero, podrían ser Irlanda, Malta y Luxemburgo.
Al margen del parón económico que sufriría Reino Unido si abandona la UE, de la fuga de capitales por la volatilidad de la libra y del relevo de la City londinense como plaza financiera global, el Gobierno británico ha amenazado con subir los impuestos y poner en marcha fuertes medidas de austeridad si hay Brexit. Sin embargo, los sondeos dan un resultado ajustado, e incluso otorgan una ventaja a la salida. Los que la defienden alegan que la UE no tiene solución, y que entrará en barrena con el auge de los populismos. Martín señala que los euroescépticos resaltan beneficios como la menor regulación, el aumento de recursos por no ser un país miembro, y la flexibilidad, tanto en el mercado laboral como en la estructura económica.
Julien-Pierre Nouen revela que, a corto plazo, como consecuencia del aumento de la incertidumbre y de la bajada de la libra, la inversión caería, la inflación se aceleraría y el consumo se frenaría con motivo del encarecimiento de las importaciones. El Brexit también conllevaría un descenso de la inmigración, lo que se traduciría en una reducción del crecimiento de la población activa y en una penalización del avance de la productividad, debido al aumento del coste del capital. Unos 350.000 ciudadanos europeos que trabajan en Reino Unido deberían volver a sus países debido a la nueva política inmigratoria. Además, los británicos se han beneficiado de un flujo regular de inversión directa que podría desaparecer.
La separación haría daño a ambos cónyuges. Y, más allá del coste puramente económico, podría suponer el inicio de la desintegración del proyecto europeo, ya que son muchos los que piensan que aumentaría el euroescepticismo. Si bien la UE quedaría muy perjudicada –perdería poder e influencia–, más lastimado resultaría Reino Unido. No obstante, el ya debilitado sector bancario europeo –que todavía no se ha recuperado por completo de la crisis de 2008– sería uno de los principales damnificados. Tanto el BCE como el Banco de Inglaterra se verían obligados a calmar los mercados, y ya se han mostrado dispuestos a actuar para garantizar suficiente liquidez en caso de que se produjeran salidas de capitales.
Política y fiscal
Pese a que las amenazas superan con creces a las ventajas, algunos esgrimen que en caso de Brexit podría avanzarse más rápidamente hacia la integración política y fiscal. Y es que Reino Unido siempre ha limitado la posibilidad
de que la UE refuerce su marco institucional. Allan F. Tatham, profesor de Derecho de la Unión Europea, Derecho Internacional Público y RRII de la Universidad CEU San Pablo, asegura que el gobierno británico no ha sido constructivo en una serie de iniciativas dirigidas a reforzar la arquitectura de la UE y a alcanzar una gobernanza más fuerte a nivel comunitario, lo que ha desembocado en una UE de dos niveles: un grupo principal de países con una sola moneda que persigue una integración cada vez más estrecha que conducirá a una unión política y fiscal; y un círculo más grande, que incluye Reino Unido, interesado principalmente en mantener la libre circulación de capital, bienes y servicios en el mercado interior.
Algunos expertos defienden que la UE, sin Reino Unido, sería un club mucho más coherente. Jacques Delors dijo que la UE tiene un pequeño motor y que Reino Unido era un gran freno. En teoría, sin Reino Unido la UE podría alcanzar una mayor cohesión. Sin embargo, Tatham recuerda que la UE, en comparación con la eurozona, se ha convertido en un vínculo sustancialmente más flexible, y que la participación en la UE no conlleva necesariamente una unión cada vez más estrecha. «Además, la eurozona no parece especialmente ansiosa por avanzar más rápidamente hacia la integración», agrega.
Hoy en día, sin el Brexit, nada impide que la eurozona se mueva hacia una mayor integración. No obstante, incluso los planes medianamente integracionistas han sido, en cierto modo, dejados de lado. «No hay suficiente compromiso, ni voluntad política, para pasar a la segunda etapa, que llevaría a la unión fiscal y política. Probablemente, ni siquiera el Brexit conduciría a un fortalecimiento del proceso de integración de la zona euro».
El profesor de la Universidad CEU San Pablo sostiene que, mediante el alzamiento de los movimientos separatistas y euroescépticos dentro de cada país, el Brexit podría frenar una mayor integración, no sólo en la UE sino también, y más importante aún, en la zona euro. «La Unión Europea y la zona euro podrían permanecer atascadas en el barro, todavía en busca de su alma, y el referéndum de Reino Unido del próximo jueves, poner de manifiesto todas sus debilidades», sentencia.
Efecto contagio
Los británicos defensores del Brexit no tienen ninguna confianza en el futuro de la UE, piensan que fracasará como proyecto y opinan que salir sería el mal menor. Mantienen que la UE tiene un problema de credibilidad en cuestiones como la crisis de la zona euro o la migratoria. Y, por otra parte, consideran que ésta es una entidad fundamentalmente antidemocrática. Argumentan que Reino Unido podría continuar su avance fuera de la UE, reduciendo el coste energético, reactivando una política ambiental más local, renovando la democracia, y aumentando los vínculos comerciales internacionales.
Algunos de los «Brexiters» promueven activamente la idea de que la salida de Reino Unido provocaría unas consecuencias destructivas que supondrían el principio del fin para la UE. «Su ambición no se limita a la separación. El objetivo final es destruir la propia UE». Tatham indica que Michael Gove, ministro de Justicia británico y uno de los líderes de la campaña del Brexit, ha pronosticado que el Brexit daría lugar a «la liberación democrática de todo un continente», un evento que él denomina felizmente como «un contagio».
«Una victoria del Brexit conllevaría el riesgo de abrir la Caja de Pandora llena de recriminaciones, intentos de otros países por «liberarse» y tensiones separatistas, todo ello fortaleciendo a los partidos y movimientos populistas y euroescépticos». El profesor de la Universidad CEU San Pablo se muestra convencido de que es más probable que las fuerzas continentales más beneficiadas por el Brexit fueran las de Le Pen -con su Frente Nacional-, Geert Wilders, los Sweden Democrats, Pegida y Alternative für Deutschland en Alemania, así como ciertas variedades de xenófobos organizados en Europa Central. Y apostilla que se contagiaría el nacionalismo extremo, lo que conduciría a una postura aún más fragmentada y divisoria en la UE sobre ciertas cuestiones. «La potencial reacción política sería, con diferencia, la más peligrosa».
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