Opinión
Un Gobierno solo y sin plan de acción
Hay un fondo de verdad en la ausencia de una estrategia de desescalada de la reclusión, porque las autoridades sanitarias aún carecen de datos epidemiológicos básicos para tomar una decisión.
La doble comparecencia del presidente del Gobierno, ayer, en el Congreso, no sólo demostró el paulatino, y muy bien calculado, proceso de abandono de sus aliados parlamentarios, sino que reforzó la imagen de un Ejecutivo que, simplemente, va a remolque de los acontecimientos y carece de los elementos de juicio necesarios para, siquiera, plantear una línea de acción ordenada en el tiempo. Así, al menos, sonaron en la Cámara las reiteradas advertencias de Pedro Sánchez de que cualquier estrategia de desescalada estará condicionada a la evolución de la pandemia, es decir, con avances y retrocesos; sus excusas sobre el cambio de criterio en horas de las normas de salida de los menores y la práctica seguridad con la que avisó de que no descarta solicitar la extensión del estado de alarma en sucesivos plazos, cuestión que fue recibida con recelo por el resto de los grupos parlamentarios, pero significativamente por el PNV y ERC, cuyas críticas son cada vez más acerbas.
Hay, sin embargo, un fondo de verdad en la falta de concreción del presidente del Gobierno, a la que le obliga la pura lógica de los hechos, a la hora de plantear un calendario de salida medianamente sostenible, como ya han comenzado a hacer nuestros vecinos europeos. Porque no es sólo que la etiología del coronavirus plantee incógnitas aún no resueltas por la comunidad científica, que no permiten prever ni su evolución ni su prevalencia en las personas ya infectadas, sino que nuestras autoridades sanitarias parecen desconocer, incluso, cuándo y cómo se producen los contagios. Ni hay respuesta del comité de seguimiento que preside el ministro de Sanidad, Salvador Illa, al por qué del continuo incremento de los infectados –que, ayer, sumaron 4.211 casos más, hasta alcanzar la cifra de 208.389– ni nadie en el entorno gubernamental parece capaz de seguir la pista de estos nuevos contagios, que se están produciendo, es preciso recalcarlo, cuando la inmensa mayoría de la población lleva en sus casas encerrada más de un mes.
Se aduce que la escasez de pruebas diagnósticas impide trazar un plano real de la extensión de la pandemia, lo que es cierto, pero no se explica en qué proporción la detección de las nuevas infecciones se produce por los test de análisis o porque los síntomas de la enfermedad dan la cara. En cualquier caso, y sin negar que los peores momentos de la pandemia están quedando atrás, son comprensibles las dudas de quienes deben decidir cuándo y cómo se va a llevar a cabo el final del confinamiento, lo que, ciertamente, no supone alivio alguno para la sociedad española, que se sabe, con el paso inclemente de los días, cada vez más abocada a sufrir una profunda recesión.
En este sentido, la única nota optimista de la sesión parlamentaria fue que, pese al duro cruce de reproches que jalonaron las intervenciones del presidente Sánchez y del líder de la oposición, Pablo Casado, se mantiene abierta la creación de una comisión extraordinaria en el seno del Congreso para negociar las medidas del «plan de reconstrucción» imprescindible para conseguir una salida de la crisis económica y social causada por la pandemia. Un pacto de esta naturaleza, que sumaría al Partido Popular y a Ciudadanos, inutilizaría las amenazas, nada veladas, de los actuales socios nacionalistas del Gobierno de coalición de condicionar sus propias agendas políticas al apoyo a unos Presupuestos Generales de emergencia y que, además, van a venir forzosamente condicionados por la posición final que adopte la Comisión Europea sobre la cantidad de los créditos, su forma y su reparto entre los países más afectados. Cuando, ayer, Pablo Casado le preguntó a Pedro Sánchez si iba a solicitar un rescate a Bruselas, iba implícita la advertencia de que es preciso llegar a ese acuerdo de Estado.
✕
Accede a tu cuenta para comentar