Editoriales
Unos Presupuestos al servicio de Sánchez
No son las cuentas que necesita España, sino las que han impuesto los extremistas
El Gobierno ha sacado adelante sus Presupuestos Generales del Estado con el apoyo de 11 partidos de la Cámara que apenas suman un millón de votos más que las nueve formaciones que han votado en contra. Tan exigua diferencia, que nuestro sistema electoral agranda y desenfoca, no justifica ni la fanfarronería ni la belicosidad con que se despacharon ayer en el Congreso los portavoces de la coalición gubernamental, empeñados en convertir el proyecto de las cuentas públicas en una especie de salvoconducto para imponer al conjunto de los españoles un modelo social y político tan extremo como indeseable.
Mucho nos tememos que la sociedad civil, que no sólo encuentra su representación institucional en el sistema de partidos, va a verse tensionada por la radicalidad de la izquierda y de los separatistas hasta extremos desconocidos desde los primeros momentos de la Transición. Porque la realidad, tozuda, es que el componente económico y financiero de estos Presupuestos carece de la menor importancia, una vez que han servido para el único interés que parece mover a Pedro Sánchez: garantizarse unos años más en La Moncloa. Son, pues, unas cuentas públicas al servicio del presidente del Gobierno, no de España, que contienen en su seno algunas bombas de relojería difíciles de desactivar. Por supuesto, no hablamos sólo de la habitual compra del voto de los nacionalismos catalán y vasco, duchos en sacar tajada de los gobiernos en minoría, sino de unas contraprestaciones exigidas por los partidos separatistas más extremistas del Hemiciclo, que o desbordan el marco constitucional o son tremendamente lesivas para el futuro de España, ya que atentan directamente contra las reglas del libre mercado, en el que forzosamente se desenvuelve nuestra economía, y suponen una grave amenaza para la salud de nuestro marco laboral.
Unas cuentas, en definitiva, que salvan el paso al Gobierno, pero a costa del endeudamiento y, por lo tanto, del empobrecimiento de las próximas generaciones. Pedro Sánchez, es cierto, ha conseguido un éxito personal que, ahora, sin embargo, tendrá que gestionar. Ha hecho caso omiso a las advertencias de las principales instituciones económicas internacionales, que ponen en duda las previsiones de los ingresos fiscales del Estado, y todo lo fía a unas ayudas mil millonarias de la Unión Europea que nadie garantiza, ni siquiera, en el medio plazo. Tienen los españoles suficiente experiencia para saber a donde llevan esas políticas de expansión del gasto público que, supuestamente, pagan los ricos, pero que, en la cruda realidad, acaban cayendo sobre los hombros de las clases medias, de los trabajadores autónomos y de las pequeñas y medianas empresas. Hasta que ya no puedan más.
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