Cataluña

Demasiados frentes catalanes por dirimir

«La gestión de la pandemia es un factor corrector que afectará a las mayorías electorales»

Vista del hemiciclo del Parlament poco después de que el presidente de la cámara catalana
Vista del hemiciclo del Parlament poco después de que el presidente de la cámara catalanaToni AlbirEFE

Las elecciones autonómicas del 14-F en Cataluña son el enésimo rescoldo de la falla separatista que levantaron Puigdemont, Torra y demás cómplices y que sumió el Principado en una involución continuada en lo político, lo social, lo económico y en definitiva en la cotidianidad de una comunidad fracturada. Solo a los gerifaltes independentistas cabe atribuir la responsabilidad del despeñadero que ha engullido la prosperidad y la convivencia de los ciudadanos. La cita con las urnas siempre es una oportunidad de cambiar las cosas, de mejorar, pero también de que empeoren. Y llega después de la pandemia, que ha impactado severamente en Cataluña, que ha desplazado el eje del debate de la secesión a la salud y el bienestar y que ha supuesto una evaluación para los dirigentes políticos. El 14-F dirimirá cómo de intenso será el efecto corrector del contagio sobre la aritmética parlamentaria, y si se traducirá en votos, como sería lo normal, la erosión del independentismo gobernante enfrentado a una emergencia brutal que ha desnudado insuficiencias e incompetencias. La gestión de la Cataluña real, que no de la quimérica que ha cimentado el particularismo excluyente durante lustros, ha emergido con un saldo terrible que ha pagado el ciudadano. Lo que ya parece una evidencia es que La Moncloa cree que la pandemia será determinante y que Salvador Illa es la baza que jugar flanqueado por una potente propaganda, su perfil templado y los indultos a los separatistas convictos por escandaloso que resulte. La oficialidad socialista vende que es un candidato para ganar pese a que su contador no parte de cero, sino de los 80.000 muertos por el covid. Todo es posible en una región que Puigdemont y Torra han liderado, y en la que grupos supremacistas y hostiles a la legalidad han recibido decenas de miles de votos. Illa tendrá a su favor el río revuelto que erosiona el independentismo atomizado entre múltiples siglas. Pese a todo, los caminos de la izquierda parten de La Moncloa y culminan en la reedición del tripartito. La incógnita a despejar en la ecuación será si los comunes pueden frenar su declive y la suma (con PSC y ERC) alcanza, lo que no está ni mucho menos claro. Para el constitucionalismo, el 14-F es una oportunidad de conectar con la mayoría social y silenciosa y relanzar esa otra Cataluña libre, justa y próspera. Cs pagará la factura de sus graves errores tras el histórico triunfo de 2017 y quedará expuesto a una travesía del desierto y una recomposición. La casi segura irrupción de Vox en el Parlament apunta a una singularidad cuyo alcance se calibrará por si se consuma o no el sorpasso a un PP renovado y con demasiadas urgencias tras aquellas catalanas que lo sumieron casi en la irrelevancia. Hay demasiados frentes abiertos en la política catalana que las urnas deben dirimir. El Principado necesita dejar atrás un tiempo tóxico, de libertades y garantías revertidas, de irresponsabilidad suicida, de exclusión, fanatismo e ilegalidad, para entrar en otro de lealtad y compromiso con la Constitución y con la gente.